El ciclo vegetativo anual que cada año viven las cepas de un viñedo, tanto en el hemisferio Sur como en el Norte, pasa por diferentes fases, y una de ellas es el lloro. Después del reposo invernal, el lloro es la primera manifestación de actividad de la vid.
La planta llora porque comienza a salir de su reposo invernal, comenzando por el aumento de la temperatura de la tierra. Normalmente, cuando la tierra supera los 10 grados centígrados, ya se acerca la primavera, y esta suba de temperatura comienza a activar el sistema radicular de la planta debido a la activación de la respiración celular, por una recuperación de la absorción de agua y de elementos minerales y también por la movilización de las reservas de la propia planta.
La conducción de este lloro se realiza por un fenómeno osmótico que provoca el movimiento ascendente de la savia, por presión radicular. Este es el comienzo del lloro: básicamente la vid despierta de su letargo invernal y lo hace renovándose por dentro.
Este lloro fluye por las heridas y los cortes de la poda, y la cantidad derramada, que además tiene siempre un pequeño contenido de materia seca y que está entre 1 y 2 gramos por litro, puede llegar hasta los 5 litros por cepa, pero siempre dependiendo de los anteriores condicionantes, y es más rico en compuestos orgánicos que en minerales, lo que prueba la movilización de las reservas de la planta.
En general, este lloro no debilita a las cepas, salvo en casos excepcionales, como el lloro muy continuado y abundante en caso de repodas, que pueden ocasionar el aumento de la sensibilidad a las heladas primaverales de las yemas rehidratadas por este lloro. También este lloro inusual y continuo, por diversos factores, puede dificultar la formación del callo de soldadura en los injertos de campo, y por esto es aconsejable orientar siempre los cortes de la poda para que el lloro caiga sobre las yemas más próximas y descabezar el patrón varios días antes de realizar el injerto.
Los lloros cesan al recubrirse los cortes de la poda con unas sustancias gomosas producidas por unas bacterias que viven sobre el derrame y en las sales disueltas en el lloro cuando se evapora, obturando de este modo los vasos leñosos.
En agosto puede ocurrir que las más altas temperaturas durante del día precipiten el lloro, que se congela por las bajas temperaturas de la mañana.
El lloro no se origina por la poda tardía, se origina por la actividad fisiológica de la planta. Si en agosto (en el hemisferio Sur) la media de las temperaturas supera los 10º C, seguro que llora la planta al podarla, y si en noviembre (siempre hablando del Sur) las temperaturas no han superado esa media, seguro que no llora.
La circulación de la savia es activada por la temperatura, no por la poda. Y teniendo esto en cuenta, este fenómeno también depende esencialmente del portainjerto, o de la variedad de vitis vinifera, y de las temperaturas del suelo, comenzando habitualmente cuando esta se eleva sobre unos 10ºC, variando este límite con la variedad de uva. La vitis riparia no comienza el lloro hasta los 12 ºC, y la vitis verlandieri lo retrasa hasta que la tierra alcanza los 14ºC. La rapidez de este fenómeno depende de las variaciones de las temperaturas del suelo, de las condiciones de humedad del mismo y del vigor de la planta.
En inviernos secos, este fenómeno es escaso y en casos extremos pasa inadvertido pues el lloro es mínimo; sin embargo en terrenos salinos no se produce más aunque la humedad sea abundante.
Así que, si ven ustedes llorar a su querida viña, sepan que llora de alegría, pues su trabajo para producir vino ha comenzado.»