A fines de octubre y principios de noviembre en Argentina y en general en el hemisferio Sur, cuando comienza el cuajado de los frutos de la vid -también denominado cuaje-, se debe estar atento a las enfermedades fúngicas, como la peronóspora y el oidio, cuyo control es preventivo. Para ello, durante todo el ciclo vegetativo, las labores culturales son fundamentales, y la aplicación de bioestimulantes de uso foliar puede reforzar la protección.
En este sentido, la empresa mendocina Simbios comercializa dos bioestimulantes complementarios. Uno elaborado a partir de la hidrólisis enzimática de proteínas de alto valor biológico, permitiendo una alta concentración de aminoácidos biológicamente activos de fácil asimilación, que a su vez equilibra el metabolismo de la planta y promueve la formación de racimos sanos, firmes y con buena coloración. El segundo es mas novedoso y en su composición contiene sustancias altamente bioactivas, ”polifenoles” provenientes de extractos vegetales naturales, que optimizan las defensas naturales de las plantas (SAR) ante situaciones de estrés, mas un agregado de Cobre como preventivo.
En el mes de noviembre, la vid se encuentra en un estado de crecimiento activo. Los brotes y hojas muestran un fuerte desarrollo, incrementan su longitud y presentan una mayor actividad en la división celular.
Los racimos florales, ya polinizados, han superado la etapa de “cierre de floración”, dando comienzo al cuajado o cuaje de los frutos (uvas o bayas). El crecimiento de las bayas continúa y alcanza un estado muy característico denominado “grano arveja”. Este término es utilizado para describir los granos de uva de tamaño reducido, porque en muchos casos se asemejan a una arveja. En esta etapa, los racimos de uva comienzan a definir su tamaño y estructura, lo que luego impacta directamente en la cantidad y calidad de la cosecha.
Una fase clave para obtener una buena cosecha
Es un mes de actividad dinámica en los viñedos, en el que el clima cálido favorece el crecimiento y la expansión de la planta; aunque también es un período en el que los viticultores deben estar atentos a las posibles enfermedades propias de la época y a realizar un manejo de riego adecuado para prevenirlas o evitarlas.
Las precipitaciones más frecuentes y las temperaturas cálidas de la estación, a veces acompañadas de granizo, crean condiciones más propicias para las enfermedades relacionadas con hongos; tal es el caso de peronóspora y el oidio. El manejo adecuado de la canopia, la fertilización y el riego, son factores importantes a tener en cuenta para evitar el desarrollo de esas enfermedades.
Cuáles son las consecuencias de la peronóspora
La peronóspora es una de las enfermedades de la vid más importantes a nivel mundial. El cultivo de vid en Argentina no escapa a ella, y los daños que produce tienen un impacto negativo enorme, con significativas pérdidas económicas.
Entre los daños más importantes puede mencionarse la pérdida de la producción -que puede llegar a ser total-, la desvalorización de la cosecha, el retraso de la fecha de vendimia y la predisposición a pérdidas por podredumbre. El manejo no adecuado de la enfermedad puede tener diversas consecuencias. A mediano plazo puede ser responsable de una disminución del rendimiento cuantitativo en la campaña siguiente; y a largo plazo, de un debilitamiento progresivo del vigor del viñedo, situación ésta última que puede predisponer al cultivo al ataque de otras enfermedades, tales como aquellas que afectan a la madera.
El agente causal de la peronóspora es un microorganismo denominado Plasmopara viticola. Durante el invierno se conserva en el suelo, en las hojas secas de la vid, bajo la forma de oosporas (elementos de propagación y resistencia característicos de estos microorganismos). Estos elementos de propagación pueden permanecer vitales por varios años. En la primavera, el patógeno se dispersa gracias a los zoosporangios. Estos elementos de propagación son transportados por las gotas de lluvia o por las corrientes de aire hasta la canopia de las plantas, donde, en presencia de agua libre, se resuelven en zoosporas. Estas nada hasta los estomas, lugar en el cual se enquistan, germinan y penetran al interior del tejido del órgano susceptible.
Así, comienza el período de incubación de la infección primaria. Este período, comprendido entre la infección y la aparición de los síntomas, puede variar, según las condiciones ambientales, entre 7 y 18 días. En situaciones particulares puede prolongarse mucho más tiempo. Transcurrido este lapso y con condiciones de humedad relativa elevada, mayor al 90 %, e inducidos por la oscuridad, se formarán los nuevos zoosporangios que continuarán la dispersión del patógeno. En presencia de agua libre sobre los órganos susceptibles, se producen las infecciones secundarias. Éstas podrán repetirse varias veces durante el ciclo vegetativo de la vid dependiendo de las condiciones ambientales.
Al iniciarse el verano comienzan a formarse, en las hojas lesionadas, nuevas oosporas que constituyen la nueva fuente de inóculo para el próximo período vegetativo. Las condiciones ambientales influyen decisivamente en el desarrollo de la enfermedad.
Las condiciones para la infección primaria son: humedad en el suelo mínima, equivalente a la alcanzada por una lluvia de 10 mm; brotes de más de 10 cm de largo y temperatura mínima superiores a 10°C por al menos tres días. Esto es lo que se conoce en el medio como la regla de los tres 10. La condición de lluvias normalmente se cumple con el riego, en aquellas zonas donde esta última práctica es necesaria para el cultivo. Las otras dos se cumplen generalmente desde octubre en la mayoría de las regiones vitivinícolas del hemisferio Sur. A estas condiciones se agrega la necesidad de contar con agua libre sobre los órganos susceptibles.
La infección secundaria puede darse por: agua libre sobre órganos susceptibles por al menos 2 horas, temperatura óptima entre 15 y 25ºC. La temperatura influye directamente sobre el ciclo de la enfermedad, y esta última puede reducir o alargar el período de incubación. Cuando la temperatura es óptima, entre 20-24ºC el ciclo podría cumplirse en aproximadamente una semana. Las temperaturas límites son 5ºC y 30ºC.
Como afecta el oidio
El oidio de la vid es una enfermedad producida por el Oidium tuckeri (fase asexual) y el Uncinula necator (fase sexual), que ataca los órganos verdes de la planta durante todo el ciclo vegetativo. Pasa el invierno como micelio (protegido en las yemas) y como peritecios (forma sexual, en la corteza y hojas caídas). En Argentina, la principal fuente de infección primaria es el micelio invernante. Es un hongo de desarrollo externo, que sólo ingresa a las células epidérmicas para alimentarse a través de órganos especiales llamados haustorios.
Los síntomas y daños se ven en las hojas, donde se producen manchas pequeñas y brillantes, que luego se cubren de una pulverulencia blanquecina. Esto se puede observar tanto en la cara superior como inferior de la hoja, siendo lo más común en la superior. Los brotes afectados se presentan recubiertos de esta pulverulencia blanquecina, observándose un crecimiento menor; generalmente, el extremo se dobla, dando el síntoma conocido como “brote bandera”. En los pámpanos, la zona afectada presenta manchas de tipo aracniforme, de color oscuro, tornándose marrón violáceo a medida que el pámpano se va agostando. En ataques tempranos, las inorescencias se cubren de pulverulencia blanquecina, provocando la muerte de ores.
Los frutos pequeños (hasta el grano tamaño arveja) se cubren de pulverulencia blanco-grisácea, y el tejido afectado se vuelve corchoso, sintomatología conocida como “aperlado de la baya” o “quintal”; luego, por la presión que ejercen las semillas al crecer, se produce la rajadura de las bayas, quedando las semillas totalmente expuestas. Cuando el ataque se produce cercano al envero, se pueden observar pequeñas necrosis en los tejidos, que provocan microheridas, las cuales son puerta de entrada para otras enfermedades, por ejemplo podredumbres.
Los daños se traducen en pérdidas de producción, disminución del contenido de azúcar en el grano, predisposición al ataque de otros patógenos (B. cinerea) y obtención de vinos ácidos. En uvas de mesa, hay pérdida del aspecto cosmético del racimo.
En Mendoza, la enfermedad se presenta prácticamente todos los años, casi independientemente de las condiciones ambientales. Temperaturas entre 6-32ºC son favorables para su desarrollo, siendo la óptima entre 20-27ºC. Los días nublados y frescos favorecen la infección, mientras que la lluvia la frena.
Recomendaciones
El control de estas enfermedades debe ser siempre preventivo, ya que una vez producida la infección, el manejo es sumamente dificultoso, aun con la ayuda de los diversos fungicidas de síntesis ofrecidos en el mercado y permitidos para el cultivo de la vid. Es fundamental inspeccionar regularmente los viñedos para detectar signos tempranos de infección, sobre todo después de lluvias repetidas.
Las labores que favorecen una mayor ventilación del viñedo disminuyen la intensidad del ataque: Mantener en la planta la canopia con buena circulación de aire y una fertilización equilibrada ayudan a evitar el desarrollo de enfermedades fúngicas; y hay que evitar el riego excesivo, ya que la humedad favorece el desarrollo de las esporas de ambos patógenos; y aplicar bioestimulantes de uso foliar, indicados para ésta época del año. Dos de ellos, comercializados por la empresa mendocina Simbios son:
Biobloemen Aminoácidos, elaborado a partir de la hidrólisis enzimática de proteínas de alto valor biológico, que aseguran una alta concentración de aminoácidos biológicamente activos de fácil y rápida asimilación. Este producto se encuentra enriquecido con la incorporación de la totalidad de elementos menores agregados para una eficaz absorción; con una importante concentración de azufre y una potente capacidad de adherencia y un bajo pH. Esta composición permite equilibrar el metabolismo de la planta para hacer frente a posible estrés biótico o abiótico; lo convierte en precursor de varias hormonas que intervienen en procesos esenciales para la vid y además promueve la formación de racimos sanos, firmes y con buena coloración.
Ixibio, bioestimulante complementario con acción preventiva de enfermedades fúngicas que posee en su composición polifenoles provenientes de extractos vegetales de plantas que viven en condiciones extremas, más Cobre activo como preventivo. Esta combinación optimiza las defensas naturales de las plantas (SAR) ante situaciones de estrés, ya se por agentes abióticos (temperatura, humedad, vientos) como bióticos (plagas y enfermedades).
Todos estos beneficios se traducen en un óptimo y equilibrado desarrollo vegetativo, aumentando la calidad y rendimiento de la cosecha.
Fuentes: Observatorio Vitivinícola Argentino, INTA EEA Mendoza, Simbios