Submarinistas lo descubrieron cerca de la isla sueca de Ölande, en el mar Báltico. Hay indicios de que era una carga de botellas de cerámica alemanas compradas por el zar Nicolás I de Rusia. Ya diseñan el operativo para sacarlas del fondo del océano, a 58 m. de profundidad. Si los corchos están bien, podrían beberse hoy con gran placer. Aunque por ahora son patrimonio de Suecia, tras su rescate probablemente terminen en la bodega de algún millonario.
Unos submarinistas que buceaban en el Mar Báltico encontraron un barco naufragado en el siglo XIX, con un cargamento de más de 100 botellas de champán y vino.
Los buceadores del grupo Baltitech Conference se toparon con un gran tesoro mientras exploraban las aguas del Mar Báltico, en la costa de Suecia: un naufragio del siglo XIX «cargado hasta el tope» con más de 100 botellas, principalmente de champán y vino pero también de agua, así como de objetos de porcelana.
El descubrimiento se realizó a unos 37 kilómetros al sur de la isla de Öland, en Suecia. Los dos buzos se sumergieron para lo que debía ser una inmersión rápida, pero al final estuvieron casi dos horas bajo el agua, por lo que el resto del grupo sospechó que habían encontrado algo. Al principio creían que era un barco de pesca, pero al examinarlo se dieron cuenta de que era algo mucho más valioso.
Tomasz Stachura, líder del grupo de buceo, cree que el barco podía haber estado destinado al zar Nicolás I, emperador de Rusia en esa época.
«Soy buceador desde hace 40 años. De vez en cuando veo una o dos botellas. Pero nunca había visto cajas con botellas de vino y vasijas de agua mineral como estas”.
Tomasz Stachura, el buzo que descubrió el tesoro.
El agua mineral embotellada, en aquellos tiempos, era un producto de alta calidad que no cualquiera podía permitirse.
Las botellas de agua llevan el sello de la marca alemana Selters, lo cual ayudó a fechar la época del naufragio entre 1850 y 1867. Stachura apunta que podía tratarse de un barco destinado al zar ruso Nicolás I, que perdió un barco por esta zona en 1852 y que se dirigía a través del Báltico hacia Estocolmo o San Petersburgo. “Eso explicaría por qué el barco llevaba esta carga, que era muy exclusiva. Normalmente, cuando encontramos restos de naufragios, la carga es muy barata”. En aquella época, el agua mineral era tratada “casi como un medicamento”, según afirma.
Resulta inevitable preguntarse en qué condiciones están ahora estos productos. Stachura cree que tanto el champán como el agua mineral podrían ser consumidos hoy sin riesgo. Las condiciones de conservación (58 m bajo el agua, en el frío y la oscuridad) son perfectas para las botellas de arcilla. Dependiendo del estado de los corchos, el champán todavía puede estar bueno, aunque es probable que ya haya perdido su efervescencia.
El champán era generalmente mucho más dulce en el siglo XIX. Y si se dirigía al mercado ruso, les gustaba muy, muy dulce. Rusia era entonces el mayor mercado para el champán. En Londres, lo preferían más seco”.
Henry Jeffreys, autor del libro «Empire of Booze» (“El imperio del alcohol”)
El historiador Jeffreys agrega que en aquella época a veces se añadía brandy al champán y esto, junto con el azúcar, habría ayudado a la conservación.
Pero por el momento, no hay apuro para rescatar el barco hundido ni su valioso cargamento. Por ahora, permanecerá donde está y se ha llamado a arqueólogos submarinos para que ayuden. Se ha notificado a las autoridades suecas hay que realizar trámites administrativos antes de que pueda sacarse nada a la superficie. “Ha estado ahí durante 170 años, así que déjelo allí un año más”, dijo Stachura.
Fuente: National Geograpchics – Abel G.M. – Periodista especializado en historia, paleontología y mascotas.