Un emprendedor del vino, hecho de «abajo», cuenta su historia.
Técnico enólogo del Liceo Agrícola primero y luego administrador de empresas recibido en la UNCuyo, Lucas Abihaggle (47) se enamoró del vino muy joven, pero su pasión apuntaba alto y exigía máxima fidelidad en toda la aventura, desde la calle a la bodega, desde la góndola al terroir, del precio a la etiqueta, del principio al final. Y ese principio, en la visión del emprendedor, fue el mercado.
Entrevista: Pedro Straniero
Hoy, mas de 10 años después de su inmersión en el mundo del vino, Lucas se enorgullece de su colección de etiquetas inspiradas en la literatura de Julio Cortázar, exporta a Estados Unidos, traslada productos mendocinos a Brasil y no deja de planear nuevos lanzamientos, varios de ellos en sociedad con el enólogo Juan Manuel “Pelado” González.
-¿Cómo entraste al mundo del vino, de dónde viene tu pasión?
– Yo fui al Liceo Agrícola y me encantó la industria, me enamoré, y al salir del Liceo Agrícola mi decisión fue estudiar Ciencias Económicas, con la idea de volver al mundo del vino más tarde con más herramientas, digamos, no como técnico sino con una visión un poquito más amplia; primero me metí a Economía pero luego me pasé a Administración de Empresas… Después trabajé en mercados de capitales, en finanzas de empresas, en Edemsa como controler… Hasta que me fui a España a un posgrado, luego a Italia, donde hice una consultoría, y como allá tenía tiempo libre me asocié con un ex compañero de Facultad en Mendoza, Ramiro De Matura, quien me ayudó a reengancharme con la industria del vino acá. A fines del año 2007, con otro amigo empezamos a idealizar un proyecto, basado en vinos, un proyecto que llamamos de valores porque quisimos reflejar allí todos nuestros valores, basado en sustentabilidad… Así que desarrollamos la marca “Earth First” (“La Tierra primero”) y a principios de 2008 arrancamos con 300 cajas de vino orgánico. Tuvimos la suerte de que yo conocía a los dueños de una pequeña cadena de restaurantes en la costa Este de Estados Unidos, y ellos nos compraron esas cajas. Con ese impulso el proyecto tomó fuerza, muy a pulmón, reinvirtiendo el cien por cien, y pudimos crecer en volumen.
-Explicanos cómo es eso de un proyecto vitivinícola fundamentado en valores y basado en una enología sustentable y orgánica…
-El proyecto es más amplio que sólo enológico. Nosotros arrancamos con vino orgánico y la marca “Earth First” muy de frente: ahí explicitamos la pata ambiental del proyecto. Porque visualizamos la sustentabilidad como una mesa que necesita un mínimo de tres patas, la pata ambiental, la pata social -yo vivo en Argentina, sobre todo después de la crisis de 2001 me involucré en trabajar con chicos de la calle- y por supuesto la pata económica. En cuanto a la pata ambiental, te cuento que en 2012 produje una etiqueta diferenciada para vino orgánico y logré venderlo muy bien en la cadena de restaurantes de EEUU que te mencioné… O sea, que nunca abandoné el proyecto del vino orgánico, aunque en el medio haya producido y comercializado otros vinos no orgánicos. Es más, a los productores con quienes trabajo, les pago más si pasan de uva no orgánica a orgánica, y ahí estoy cumpliendo otro de los objetivos del proyecto, logrando un efecto positivo en lo ambiental, tratando de que se expanda el área de viñedos orgánicos en Mendoza.
– Sos un empresario atípico dentro del abanico de emprendedores del vino… No tenés bodega, no tenés viñedos… Cómo te definís?
– Yo empecé un poco inconcientemente, sin capital, en una industria que es de capital intensivo; empecé de atrás para adelante, por el mercado; empecé a desarrollar un producto con una idea, y a ese producto lo testeé contra el mercado, y el mercado lo compró. A partir de ahí, nunca he podido equivocarme mucho, no tengo margen de error, no puedo movilizarme y hacer un vino que el mercado no quiera. No tengo grandes conocimientos técnicos, pero lo que aporto al proyecto es la visión de mercado. Yo pruebo los vinos, voy al mercado de EEUU -mi principal y casi único mercado-, trato de entender sobre la relación entre calidad y precios, averiguo qué se necesita para ocupar un lugar en ese mercado, y a partir de ahí voy para atrás con el enólogo. O sea, no trabajo desde la enología hacia el mercado, trabajo del mercado hacia la enología, proponiendo nuevas cosas, pero siempre mirando mucho al mercado. No tengo ni viñedo ni bodega, es mi forma de trabajar, ajustando permanentemente el producto a lo que está pasando, proponiendo cosas nuevas, en definitiva trabajando mucho a nivel conceptual y después bajando al producto.
«Si me tuviera que definir con respecto al vino, diría que soy un desarrollador de ideas«.
– Dentro de tu concepto, el tema del terroir o terruño parece tener especial importancia… Por algo elegiste la zona de Lavalle para elaborar tu vino Belinda…
-Yo creo que el terroir acompaña a la idea de producto, tiene que responder al producto. En el caso del vino Belinda de Lavalle, lo buscamos sobre todo fue la innovación, salirnos de lo trillado. Por eso elegimos el terroir de Lavalle, cuando nadie habla de Lavalle. En Estados Unidos no hay nadie comunicando las características de Lavalle, y eso a mí me encanta… La idea de innovación es lo que atraviesa todo nuestro proyecto, y tengo la suerte de que lo puedo hacer porque tengo un interlocutor que está ávido por eso, el enólogo Juan Manuel “Pelado” González.
– Las innovaciones, ¿se venden?
-Nuestro vino Belinda gusta mucho especialmente por la cosa rara que es: una mezcla 65 % Bonarda y 35 % Pedro Ximénez. Representa el paso desde los otros vinos con madera, con cuerpo, que hacemos, hacia cosas más livianas. Una transición linda. Y nos está yendo bien, a la gente de Estados Unidos les encanta. Y sí, se venden. Para mí el vino se tiene que vender, todos mis vinos son a prueba de ventas. Si no se venden, podés ser Maradona, pero si no funciona, no funciona. Yo no puedo equivocarme, no tengo margen de error.
-Paralelamente a la producción de vino has desarrollado proyectos comerciales con Brasil…
-Yo estuve casado con una brasileña y viajé mucho a Brasil; durante tres años fui director de The Vines of Mendoza para Brasil, vendí varios viñedos de Valle de Uco para brasileños. Así que me animo a decir que conozco algo ese mercado: los intermediarios marginan relativamente mucho, y los impuestos son una carga muy pesada. De manera que al exportar desde Mendoza a Brasil, lo que reciben las bodegas acá está muy distante de lo que paga el consumidor allá. Entonces siempre estuve viendo la forma de cambiar eso un poco, de que quede más valor en origen. Y desde hace un año y medio estamos trabajando con un socio brasileño y un socio mendocino, Cristian Centurión, que se dedica a desarrollar equipos de venta directa, equipos para venderle más a los turistas que vienen a las bodegas de Mendoza… Él me contactó hace un año y medio y me contó que están llegando cada vez más turistas brasileños y que no se les vende más vino porque sencillamente no se pueden llevar muchas botellas consigo en el avión. Así que diseñamos una idea, y ya estamos entregando directamente en Brasil las primeras cajas de vino que esos turistas degustan acá en Mendoza mientras participan de la experiencias montadas por cada bodega. Armamos entonces una empresa importadora que resuelve la logística, entregando en el domicilio a los consumidores brasileros. Así, permitimos a las bodegas que incrementen su precio medio de venta (dado que nosotros trabajamos con un margen muy bajo, abaratando todo el canal de distribución) al mismo tiempo entregando cajas de vino a domicilio en todo Brasil, con la particularidad que hacemos picking (armamos las cajas con la variedad que el consumidor decide). El depósito está en Ribeirão Preto, en el interior del estado de San Pablo. La compañía se llama The Wine Shipping Company.
– Volvamos a tus vinos… ¿Cómo es eso de que pagás mejor si el productor es orgánico?
– La idea que atraviesa todo mi proyecto es el de la sustentabilidad, así que cuando uno de los productores a los que yo les compro pasa de no orgánico a orgánico, entonces le pago una prima por la uva orgánica… Sin embargo, no es cierto que al vino orgánico, sólo por ser orgánico, los consumidores te lo paguen mejor… Para eso tenés que hacer un gran trabajo de desarrollo de mercado.… Sin embargo, en EEUU hay mucho espacio para el vino orgánico. Y ese espacio lo está ocupando Chile, que exporta el 80 por ciento de su producción, produciendo casi el mismo volumen que Argentina… Acá vivimos hablando de que está cayendo el mercado interno, pero en realidad el consumo de vino en Argentina se ajusta a las cifras internacionales, ya no va a volver a los 40 litros per cápita por año, así que no debemos perder de vista que el gran mercado es el mercado externo. Para exportar más, necesitamos un gobierno nacional que firme tratados de libre comercio con todo el mundo y que nos permita vender sin fronteras. Nadie se va a salvar sólo con el mercado interno. Si nos dedicamos sólo al mercado interno, la industria tiende a achicarse o desaparecer.
«El vino argentino debería estar en todas las góndolas del mundo, pero estamos pagando el costo de ser un país que se ha cerrado. Nuestros vinos son hipercompetitivos, tenemos productos que se venden en EEUU, el mercado más competitivo que hay… Entonces, insisto, deberíamos estar en todo el mundo, necesitamos más tratados de libre comercio, no necesitamos que venga el gobierno y nos compre una cantidad de litros de vino, eso es coyuntural«.
-¿Cómo es tu relación con los productores de uva?
-Me contacto, voy, pruebo la uva, diseñamos juntos los proyectos… Por ejemplo, con la gente de la finca Los Arbolitos, en Los Chacayes, Tunuyán, venimos hace años haciendo cosas muy interesantes. Ellos son grandes productores de uva, y empezamos con el pinot noir el año pasado. De allí es, justamente, mi pinot noir Capítulo 7, que hicimos con el Pelado González. También hicimos un petit verdot que está en barrica ahora. También trabajo y tengo muy buena relación con productores de Luján, Agrelo, Ugarteche y ahora Lavalle.
-Contanos la historia de tus vinos inspirados en la literatura de Julio Cortázar… ¿De dónde surgió la idea?
-La idea de vincular a Cortázar con el vino fue de casualidad. Estaba pensando qué nombre ponerle a mis productos, y un día levante la vista por encima de la mesa y vi en mi biblioteca los libros de Cortázar, a quien siempre he leído con pasión. Me fijé en los registros de marcas y los títulos de sus libros estaban abiertos para ser registrados como nombres de vinos… Así que los fui adaptando y diseñando. Por ejemplo, El Gran Perseguidor, que sería un reserva bonarda, con barrica… Para la etiqueta de El Gran Perseguidor, con el estudio de diseño Bahamonde, hicimos un trabajo muy interesante. Le conté al diseñador sobre el cuento El Perseguidor, inspirado en el gran saxofonista de jazz estadounidense Charlie Parker; le hablé de Cortázar, le hice leer el cuento, le mostré una estatuilla de metal de el Quijote que tengo en mi casa… Hasta que hicimos la primera etiqueta… Después tuvo un cambio, incluyendo los molinos de viento de El Quijote, hasta que quedó así…
También estoy trabajando en otras líneas, otros lanzamientos, otras marcas de vino. Estoy medio atomizado, pero igual me divierte…Ttengo que terminar un par de marcas cortazarianas más, Octaedro y Poliforme, siempre inspiradas en sus libros e ideas.
-Vos mismo vendés los vinos que producís… ¿De dónde parte esa concepción fuertemente independiente?
-Es una mezcla de cosas. Pero la necesidad me ha hecho estar muy cerca del mercado. Eso lo aprendí en la Facultad: te das vuelta y el mercado está ahí, dándote toda la información. Aprendí a hacer algo en función del mercado, no al revés, no producir algo y ver después a quién se lo vendés…. Ttoda mi vida he sido independiente. A los 11 años, a mi Vieja le pedía que me enseñara a cocinar arroz, para no tener que depender de nadie. Si ellos se tenían que ir, yo me hacía un arroz y sobrevivía. Eso sigue formando parte de mí a mis 47 años.
«En lo que respecta a mis vinos, a mi trabajo, no quiero atarme a los concursos, a los premios, a la consideración de los catadores… Todo lo que logré fue con muchísimo esfuerzo, me pegué muchos cabezazos contra la pared, así que tengo mucha aprensión a poner parte de la estrategia o parte de la comunicación de mis vinos en manos de alguien ajeno».
Ya he tenido la prueba de mis vinos gustan, porque la gente los compra, no necesito otra comprobación. Los consumidores los destapan, los toman, y los vuelven a comprar. Ya llevo 11 años haciéndolo. Yo entiendo que para algunos la opinión de un catador, el obtener un premio o una medalla sea un atajo para llegar al consumidor, pero a mí no me sirve, al menos por el momento. En definitiva, creo que el mejor vino es el que más le gusta al consumidor. Y que un 95 % de lo que tenés que saber de vinos es si es blanco o tinto, si me gusta o no me gusta, si se disfruta o no.
Belinda, el vino de la espía hippie de la CIA
El último vino creado por Lucas Abihaggle tiene una historia curiosa. Fue inspirado por un personaje raro pero entrañable. Así lo cuenta el hacedor: “En junio de 2016 me reuní con la gente de la cadena de restaurantes a los que les vendo. Me hicieron probar un corte de pinot noir y pinot gris que elabora una bodega de California; se llama P2 y es un corte 50 por ciento blanco y 50 por ciento tinto. Y me dije: ‘quiero hacer esto, algo similar pero mendocino’. Yo ya tenía en la cabeza la zona de Lavalle; gracias a Mariana Onofri había probado vinos hechos con la uva Pedro Ximénez, y me habían encantado. Aparte, tengo vínculos con esos terruños, porque mi abuelo Nasif se radicó en Lavalle cuando vino de El Líbano. Y es una zona que a mí me gusta mucho porque está caída del mapa, me gusta trabajar mucho con eso… Entonces volví a EEUU en enero de 2017 con una botella de Pedro Ximénez y les conté mi plan, de hacer un corte de Pedro Ximénez con Bonarda, un poco emulando el corte californiano de pinot noir con pinot gris. A la directora de vinos de la cadena de restaurantes -que empezó con 3 locales y ya tiene 35 por todo EEUU- le encantó la idea, y me comentó que siempre había querido hacer un vino en honor a su hermana, quien había fallecido en un accidente cuando ella era chica. La tipa se llamaba Belinda, era motoquera, hippie, paracaidista y agente de la CIA. A mí también me encantó la idea de ponerle Belinda al vino, y a partir de 2017 lo estoy produciendo. Belinda es un corte raro, de una zona rebelde, un vino rebelde como aquella chica.
Etiquetas de un autor tricéfalo
Si bien toda la línea de vinos Capítulo 7 fue ideada por Lucas Abihaggle, con el trabajo enológico de Juan Manuel “Pelado” González (conocido por De Ángeles y González-González), la participación inspiradora de Julio Cortázar es decisiva. A punto tal que, para muchos, es un vino bicéfalo. En realidad tricéfalo, con el autor de Rayuela en el centro del monstruo. Para comentar esta colección de vinos, reproduciremos aquí la reseña de Ale Lahitte en su blog http://acercatealvino.com.ar, que de paso recomendamos:
Capítulo 7 Pedro Ximénez: Lavalle es una zona destinada a producir uvas para vino a granel. Productores como Lucas o Mariana Onofri, por citar algunos vienen trabajando fuertemente para revertir esta imagen elaborando vinos de gran calidad. Este Pedro Ximenez es un ejemplo de ello. Elaborado con uvas de de parrales viejos, es equilibrado, combinando una buena acidez y frescura con buen peso en boca.
Capítulo 7 Belinda: Una de las cosas que más motivó al “Pelado” Gonzalez para sumarse al proyecto fue la posibilidad de innovar. Belinda es eso. Elaborado con un 65% Bonarda y 35% Pedro Ximenez, ambas uvas de Lavalle, es un tinto tan atípico como original. A la textura del Bonarda se le suma toda la frescura y la acidez del Pedro Ximenez. Es muy bebible como lo es toda la línea, y al igual que el anterior, no tiene paso por madera.
Capítulo 7 Pinot Noir: Lucas y el “Pelado” querían hacer un Pinot Noir como aquellos franceses que seguramente disfrutaba Cortázar en Pont Des Arts. Para ello, recurrieron a la uva de la finca Los Arbolitos ubicada en Los Chacayes, Tunuyán. Realizaron una cosecha temprana, una maceración fría y una fermentación a temperaturas bajas. El resultado fue este Pinot Noir largo, amable, frutado y de buen cuerpo. Tiene cierta textura aportada por unos taninos suaves, es equilibrado y fácil de tomar. Un vino bien “conversacional” como para acompañar las largas charlas de madrugada de La Maga y Horacio Oliveira.
El Novel Perseguidor: Es un Malbec 100% de Luján de Cuyo (Ugarteche y Perdriel) que fue fermentado y criado en tanques de acero inoxidable para luego pasar directamente a botella. La fruta está presente tanto en nariz como en boca. Es un vino equilibrado, largo y con mucha personalidad.
El Perseguidor: Este Blend 60% Bonarda y 40% Malbec es más complejo que su hermano el Novel. La Bonarda es de Ugarteche y un tercio fermentó en barrica. El Malbec es de Mayor Drummond y se elaboró en tanque. El resultado es un vino con más complejidad aromática donde predomina la fruta negra de la bonarda. En boca es más goloso y redondo sin dejar de ser un vino bebible.
Earth First: Este fue el primero vino producido por Tres Wines allá por 2008 y actualmente se exporta en su totalidad. La versión 2018 es un blend de malbecs de dos terroirs: 68% Ugarteche y 32% Altamira. Es 100% Orgánico, a tal punto que se elabora en una bodega diferente al resto.
Actualmente, todos estos vinos se consiguen por venta directa contactándose vía mail directamente con Lucas en http://www.treswines.com