Entre el 14 y el 16 de marzo pasado, varias regiones españolas y portuguesas quedaron bajo un manto naranja debido a la arena arrastrada por un viento potente que nace en los desiertos africanos. Este fenómeno climático, llamado «calima», está provocado por el siroco que se forma por las altas presiones en el norte de África. Si bien es parte de los fenómenos meteorológicos que suelen suceder en la Península Ibérica, en este caso fue calificado de «extraordinario» por su intensidad y persistencia. Este polvo suspendido en el aire tiene ventajas y desventajas para los viñedos, ya que sus componentes minerales nutren a las plantas, pero si es excesivo puede limitar la capacidad de fotosíntesis.
La calima es un fenómeno meteorológico consistente en la presencia en la atmósfera de partículas muy pequeñas de polvo, cenizas, arcilla o arena en suspensión. Su origen está en las partículas de vapor de agua con partículas de sales procedentes de las aguas marinas. En el caso de las tormentas de arena, las partículas tienen unas dimensiones muy heterogéneas, precipitándose las de mayor tamaño no muy lejos del lugar de origen y continuando las más finas a grandes distancias transportadas por el viento Siroco hasta las Islas Canarias.
Publicaciones españolas como Olimerca y Vinetur analizaron en los últimos días las consecuencias positivas y negativas que puede tener la calima para los viñedos, basadas en estudios de la empresa italiana Elaisian, que ofrece un servicio de detección y alerta ante posibles problemas para las plantaciones.
El resumen de la situación fue presentado por el ingeniero agrónomo Simone Fiorentino, quien explicó que los efectos positivos se traducen en una serie de beneficios medioambientales, ya que estos vientos son ricos en minerales y nutrientes que mejoran tanto las condiciones del suelo como el componente marino. Por su color, se sabe que son ricos en hierro, pero también contienen porcentajes variables de otros elementos. Por ejemplo, el fósforo también está presente.
Para ofrecer más detalles al respecto, El Diario de Córdoba (España), publicó el 19/3 una entrevista a Vidal Barrón, catedrático de Producción Vegetal y experto en Edafología (la ciencia que estudia la composición y naturaleza del suelo en su relación con las plantas y el entorno que le rodea) de la Universidad de Córdoba, quien ha estudiado la composición mineralógica de los polvos del Sahara y el Sahel y ha publicado varios artículos.
En el artículo, el catedrático explica la composición del polvo arrastrado y una primera característica de ese polvo: su pequeño tamaño, al tratarse de partículas entre arcilla y limo. En cuanto a los minerales que contiene, se destacan los óxidos de hierro, como hematites y goethita; filosilicatos, arcilla, cuarzo y calcita, además de carbonato cálcitico y sulfatos como el yeso. Y agrega que los óxidos de hierro son los que le dan ese color tan particular a la calima: por un lado, las hematitas, que le proporcionan el color «rojo Marte»; y por otro, las goethitas, el amarillo que resalta en los materiales de construcción que utilizaron los árabes en las mezquitas de España.
Según explicó Vidal Barrón, en el Sahara hay importantes yacimientos de fósforo y fosfatos, y la existencia de fosfatos en la calima que llegó los días pasados a España puede traer también beneficios al campo y fertilización extraordinaria, y gratuita.
En cuanto al lado negativo de este viento africano, Simone Fioretino explicó que existe cierto peligro tanto para los humanos como para las plantas. Si está presente en grandes cantidades en el aire, puede ser dañino para las vías respiratorias. Los viñedos pueden verse afectados por el recubrimiento que se produce en todos los órganos de la planta. A menudo se deposita una gruesa capa de arena, que reduce o limita totalmente la capacidad de fotosíntesis de la planta y cierra los estomas, lo que también reduce la respiración de las hojas. También aumenta la erosión del suelo debido a la fuerza de los vientos y a la composición arenosa y existe una posibilidad de empeorar la calidad del agua.
Según Fiorentino, una solución, siempre que sea posible, es utilizar el lavado a alta presión para limpiarlas; aunque también se podría intervenir con tratamientos en el follaje y mezclarlos en la fase final con bioestimulantes para reducir los posibles daños que no son evidentes inmediatamente. Si la arena se ha depositado bien, podría afectar directamente a los estomas. En este caso, el agua no será la solución definitiva, pero al menos podría aportar beneficios inmediatos a la vegetación, hasta que llegue la lluvia y resuelva la situación en su ciclo natural.
Fuentes: olimerca.com, www.diariocordoba.com e iv.revistalocal.es