Michel-Jack Chasseuil, un francés de 79 años, tiene en su casa del pueblito La Chapelle-Baton una cava construida por él mismo que define como “la cueva de la humanidad”. Allí guarda tesoros que, según su propio mandamiento, nunca nadie descorchará.
Imaginen sólo poder mirar sus vinos. Sin degustarlos, sin olerlos, simplemente contemplando algunas de las botellas más hermosas de la historia de la elaboración del vino, con la intención de nunca descorcharlas.
Es el juramento que vincula al coleccionista francés Michel-Jack Chasseuil, de 79 años, con sus tesoros. Es un mandamiento creado por el coleccionista: no beberás. Esta disciplina autoimpuesta ha dado frutos: Chasseuil logró reunir, sin tomarse una sola botella, la colección de vinos más valiosas del mundo.
Un tesoro a resguardo en la campiña francesa
Sus tesoros están resguardados en una bodega en La Chapelle-Bâton, un pequeño pueblo en la región de Deux-Sèvres, al oeste de Francia, lejos de los grandes viñedos a los que suelen acudir los amantes del vino. Sin embargo, “aquellos que quieran visitar la mejor bodega del mundo deben venir aquí”, aconseja Chausseuil en su libro, 100 Vintage Treasures: From the World’s Finest Wine Cellar (100 tesoros añejos: de la bodega más fina del mundo).
En su bodega cuenta con 3.000 botellas de Magnums, algunas de 100 años de antigüedad. Entre los tesoros más preciados está el Armagnac más antiguo del mundo (1797), un ron de 1830, coñacs de 1811 (el año del Gran Cometa), Marsalas de Sicilia del siglo XIX y las botellas de tamaño más grande producidas desde 1735 hasta la actualidad.
Chausseuil está orgulloso de sus raíces en Deux-Sèvres. Vive en una casa que perteneció a sus abuelos, quienes eran propietarios de un bistró en el pueblo.
Hijo de un cartero, comenzó coleccionando sellos, antes de pasar a las monedas y minerales. Finalmente se aficionó por el vino en la década de 1980. Ahora canaliza todas sus energías y ahorros en este pasatiempo. Es conocido por gastarse el salario de tres meses en un lote de dos o tres botellas, quedarse con una y vender las otras para pagar futuras compras. Los crecientes precios del vino ayudan a financiar su obsesión.
Entrar a su santuario, la bodega original de la casa, donde sus abuelos solían almacenar vino en barriles, es como retroceder en el tiempo. Una puerta reforzada conduce a otra habitación llena de botellas. Esta sala eventualmente se convertirá en un “alcoholarium”, lleno de whisky, ron, chartreuse, sake y otras bebidas espirituosas. El único criterio de Chausseuil: deben ser una rareza.
Los vinos más caros y raros del mundo
Una grieta en la pared revela un pasaje. Un túnel estrecho y bajo, similar al de un búnker, lleva a un pasillo que finalmente deviene en la bodega principal. Las paredes están cubiertas de crucifijos y pinturas religiosas, mientras que Chasseuil ocasionalmente pone música ceremonial desde un sistema de altavoces para agregar atmósfera.
Allí se encontrarán algunos de los vinos más raros y caros del mundo, desde Pétrus y Château d’Yquem hasta Cheval Blanc y Coche-Dury.
Las botellas excepcionales están separadas de las simplemente excelentes por una puerta de hierro forjado. Sólo las más raros se exhiben en la bodega, que también funciona como galería.
«Todos los días hay alguien que quiere venir a ver mi bodega», cuenta Chasseuil. «Las cartas y las llamadas telefónicas llegan como una plaga. El hijo de alguien quiere venir, o su abuelo, o es para una boda o un cumpleaños. Pero ya no permito visitas, no tengo la energía para hacerles la visita guía y las explicaciones… Y cuando están aquí, después no quieren irse».
Lo que solía ser un callejón sin salida es ahora una nueva área que actualmente se encuentra en construcción: una cava capaz de exhibir 3.000 cajas de una colección de más de 40.000 botellas. Este búnker de 50 metros a prueba de terremotos albergará gemas cuyos precios, espera, se inflarán año tras año.
En 2018, una botella de Romanée-Conti de 1945 se vendió por alrededor de 460.000 euros en Nueva York. Hace 30 años, Chasseuil compró dos, así como un Romanée-Conti de 1921, por tan sólo 1.500 euros.
Si bien es posible que no tenga la energía para abrir su cava para bodas y fiestas de cumpleaños, Chasseuil está ansioso por hacer de este nuevo lugar una atracción para los turistas adinerados. Ya planea recibir a visitantes de todo el mundoque llegarían en helicóptero a su jardín una vez por semana. Ya se ha puesto en contacto con un hotel de lujo local para colaborar juntos. «El Puy du Fou (el segundo parque temático más grande de Francia) comenzó con una carreta y cuatro mujeres. Saint-Tropez con un barco y tres pescadores», dice. «Entonces, ¿por qué no La Chapelle-Bâton?».
Chasseuil es bastante elocuente. Disfruta contando la historia de cómo consiguió el éxito a través de su propio esfuerzo, mientras declara que el contenido de su bodega es «el Louvre del vino». Sin embargo, es un vendedor sin ningún producto a la venta; sus vinos no salen de la bodega.
Mi reputación se basa en mi colección, al igual que el oro del Banco de Francia garantiza la moneda».
Michel-Jack Chasseuil, coleccionista francés
Aún así, algunas personas han intentado despojarlo de sus tesoros. El 19 de junio de 2014, un repartidor llamó a la puerta: «Hola señor Chasseuil, tengo un paquete para usted, ¿puede firmar aquí, por favor?» Antes de que tuviera la oportunidad de decir algo, varios matones encapuchados se abrieron paso por la cochera y lo tomaron como rehén durante varias horas.
Uno de los hombres sacó un cuchillo de carnicero oxidado del cajón de la cocina y amenazó con cortarle tres dedos a Chasseuil. Atado y golpeado, él los convenció de que la llave de la bodega estaba guardada en el banco. Los criminales terminaron saliendo casi con las manos vacías; sólo se llevaron unas cuantas botellas del viñedo de Burdeos de Chasseuil (Feytit Clinet y Pomerol) y su BMW. Chasseuil no culpa a los intrusos. «No estaban ahí por mí», dice.
Botellas que morirán sin conocer un sacacorchos
Pero muchos enemigos no esconden sus identidades. Tiene una lista interminable de críticos y rivales, junto con políticos que no escuchan sus ambiciones de abrir un museo. Para algunos, el principal crimen de Chasseuil es acumular tantos vinos maravillosos sin ninguna intención de abrirlos. Aubert de Villaine, codirector de la prestigiosa finca Romanée-Conti, se entristece por el hecho de que las botellas «morirán» sin haber visto nunca un sacacorchos. «A pesar de mi admiración y respeto por él, no estoy de acuerdo con su proyecto», dice Villaine.
«He bebido de todo», responde Chasseuil cuando se menciona este tema. Es cierto que en su casa hay una ventana llena de botellas vacías de vino que no son nada baratas. Cuando trabajaba en Dassault Aviation (una empresa de fabricación de aviones), las comidas de negocios a menudo incluían vinos, y Chasseuil se valía de los sommeliers que los atendían para obtener lo mejor de lo mejor. Educó su paladar a expensas de sus jefes.
Después de toda una vida de beber lo mejor, este entusiasta se dedica ahora a atender su bodega. Entre los artículos más preciados que se exhiben allí se encuentra una pequeña placa blanca con una inscripción sobre un fondo rojo: la licencia para vender alcohol de su abuelo, de cuando tenía su propio bistró.
Fuente: Vice.com (Romain Chanson, traducción de Álvaro García)