Como un homenaje por el Día del Enólogo argentino, la empresa francesa Vinventions, fabricante de tapones sustentables, con planta productora en San Juan y oficinas en Mendoza, destaca en este artículo el trabajo de 4 profesionales del vino, con distintos perfiles pero con un común denominador: todos utilizan para sus creaciones el mismo tapón sustentable de origen vegetal, fabricado a base de caña de azúcar, con reducida huella de carbono y reciclabilidad. Carlos Rivier, enólogo de Bodega Jean Rivier; José Luis Mounier, enólogo de Bodega José L. Mounier; Nicolás Calderón, enólogo de Rosell Boher y Andrés Biscaisaque, enólogo de Finca los Dragones cuentan por qué eligieron esta profesión y cómo trabajan.
Por un acuerdo entre entidades como el Centro de Enólogos y el Consejo Profesional de Enólogos de San Juan, desde 2002 se celebra en Argentina el Día del Wnólogo cada 7 de setiembre, rememorando el día de 1862 en el que Domingo F. Sarmiento inauguró la Quinta Normal de San Juan, que en 1939 pasó a llamarse Escuela Nacional de Fruticultura y Enología.
Estos directores de orquesta manejan la batuta en cada instancia de la elaboración del vino, desde la finca hasta su salida de bodega, momento en que lo visten de gala para salir al escenario del mercado. En este concierto, el acorde final es el tapado, clave para que el vino se conserve hasta que llegue ese momento cúlmine cuando el público se levanta y dice ¡salud!
Para esa instancia, Vinventions propone un amplio repertorio de soluciones de tapado. Desde la empresa así lo explican: «El cierre de vinos es una herramienta enológica y un insumo clave para proteger su calidad. ¿Por qué? Porque corona el enorme y lento trabajo que implica crear un vino. Una vez embotellado, el vino respira y continúa evolucionando. Por ende, saber exactamente cuánto oxígeno ingresa a la botella es lo que permite que el vino no se oxide ni se reduzca, que son dos grandes fallas provocadas por el exceso o falta de oxígeno, respectivamente. Para eso, nuestro portfolio de tapones sustentables -Nomacorc Green Line- tienen ingreso de oxígeno diferenciado según el segmento de vinos y su proyección de vida en la góndola».
Sumándose a la celebración del Día del Enólogo, Vinventions invita a conocer el trabajo de cuatro de ellos, que con diversos perfiles y enfocados en distintas búsquedas, utilizan los productos Nomacorc.
Carlos Rivier, enólogo de Bodega Jean Rivier: «Me maravilla la cantidad de cambios que he visto en mi trayectoria»
Con 36 vendimias, Carlos Rivier recibió numerosas distinciones a lo largo de su carrera. Se instruyó en Francia y en Suiza, y trabajó en Beaune, en La Borgoña, en una empresa de la familia de su padre, El Domaine Yves Darviot y su 1º Cru Clos de Mouches. Esta experiencia con los vinos blancos fermentados en barricas lo marcó para siempre. Hoy está dedicado a su bodega familiar, Jean Rivier, ubicada en San Rafael, Mendoza.
– Qué lo emociona: «Lo que más me cautiva es la vendimia, con sus satisfacciones y sinsabores dictados por la marcha climática del viñedo. Es decir, que lo que más disfruto es poder hacer un vino a partir de las características del cepaje, el terroir y la calidad de la uva según la añada. También me apasiona el momento de llenar las barricas de blancos para realizar las fermentaciones y los posteriores bâtonnages y degustar cómo evoluciona ese vino en las distintas maderas. Y cuando llega el invierno, el placer de degustar la barricas de los varietales tintos e imaginar y armar los futuros assemblages».
– Su historia y su presente: «Me maravilla la cantidad de cambios que he visto en mi trayectoria: desde la aparición de las levaduras seleccionadas, pasando por las nuevas tecnologías de maquinarias en bodega, hasta el cambio climático que nos obliga a repensar el cuidado de nuestro ecosistema. Pensar que hoy podemos trabajar con productos reciclables, biopolímeros, etcétera. Es un país encuadrado en lo que se llama el ‘nuevo mundo’, en el que se puede trabajar con grandes libertades en cuanto a cepajes, vinificaciones, tipos de vino y nuevas zonas».
– Una vida junto a la vid: «Siendo aún estudiante de Agronomía comencé a trabajar en la empresa de mi padre. De niño, fui introduciéndome en el mundo de los viñedos y la bodega. Tenía gran curiosidad por los olores y los aromas y poco a poco fui apreciando el vino. En la escuela secundaria aprendí a analizarlo químicamente y a degustarlo. Mi pasión viene alimentada por mi padre, la Borgoña y algunos antiguos enólogos argentinos que me contaban sus anécdotas».
José Luis Mounier, enólogo de Bodega José L. Mounier: «Me emociona mucho descubrir vinos de otros lugares o elaborados por colegas o amigos»
Mendocino de nacimiento, José Luis Mounier creció en el seno de una familia dedicada a la vitivinicultura. Embarcado en un proyecto personal, desde hace años está afincado en Cafayate, Salta, junto a su familia, donde coordina la enología de Bodega L. Mounier. Se formó junto a Michel Rolland y otros grandes de la enología. Con una vasta experiencia en la industria, trabajó también en Chateau Le Bon Pasteur en Pomerol, Burdeos.
– Lo mejor de su trabajo: «Mi parte preferida es el momento previo a vendimiar una parcela, porque ha llevado tiempo, trabajo y controles. Ya en el momento de madurez, comienzo a imaginar el vino desde la viña, con todo lo que eso significa, ruidos, olores, sabores y preocupaciones».
– Qué lo motiva hoy: «En la actualidad, un poco nerviosa, me emociona mucho descubrir vinos de otros lugares o elaborados por colegas o amigos. Realmente disfruto cada gota de esa botella, leo varias veces la etiqueta y contraetiqueta y veo los comentarios en las aplicaciones».
– Sus referentes: «Haberme iniciado trabajando con la familia Etchart en Cafayate, con Don Arnaldo, fue para mí una experiencia inolvidable. Forjé los cimientos de mi profesión en esa escuela de vitivinicultura y realmente pude mamar de lo vitivinícola, la enología, la experiencia relacional y búsqueda constante de la excelencia».
Nicolás Calderón, enólogo de Rosell Boher: «Mi motor es concebir un producto que luego genere bienestar»
Nicolás trabaja desde hace 8 años en Rosell Boher, donde aporta sus conocimientos en la concepción de espumosos y de vinos tranquilos. Anteriormente se desempeñó en otras importantes bodegas locales y de Napa Valley, en Estados Unidos. Forma parte de la generación de nuevos talentos enológicos de Mendoza.
– Entre barricas: «Lo que más disfruto es estar en la bodega, desde la concepción de la idea hasta la parte productiva neta. Y hoy también disfruto poder comunicar cada uno de los productos desde el sentimiento de haberlo concebido desde el seno de la bodega».
– El vino, una promesa de felicidad: «Me gusta mucho algo que se está generando a través del vino, que apunta a gestar siempre cosas lindas para el consumidor. Ese es el motor desde lo emocional de mi trabajo: concebir un producto que luego genere bienestar al que lo consuma».
– Sus referentes: «Mi formación profesional se la debo a mi padre y a mi madre. Ella fue la que me insistió para que fuera al Liceo Agrícola y Enológico y rindiera para poder entrar, y así fue como hice mis primeros pasos en esa escuela secundaria técnica. Mi papá fue Enólogo y tuvo un fugaz paso por el Instituto Nacional de Vitivinicultura. Luego se dedicó al comercio, pero ese paso por la industria y el hecho de que sea técnico enólogo fue inspirador para mí».
Andrés Biscaisaque, enólogo de Finca los Dragones: «Mi parte preferida sigue siendo la sensación de incertidumbre y emoción frente a un vino nuevo»
Los Dragones es el proyecto de Andrés «el Vasco» Biscaisaque. El Vasco es oriundo de Buenos Aires y visitó El Barreal, en el Valle de Calingasta, San Juan hace varios años con el objetivo de conocer sus montañas. Se enamoró del terroir y empezó a crear vinos de baja intervención allí.
– La aventura de hacer un vino: «No soy enólogo diplomado. Mi acercamiento a la elaboración de vinos fue por pura aventura y curiosidad, y con los años se transformó en mi trabajo actual. Aprendí haciendo, estudiando por mi cuenta y principalmente de amigos que se dedican a esto. Mi parte preferida sigue siendo la sensación de incertidumbre y emoción (sin eso no hay aventura) frente a un vino nuevo, y los momentos compartidos con amigos que están en la misma situación, desde andar por la viña hasta probar cómo evolucionan las botellas».
– Diversidad, diversidad, diversidad: «Me encanta la diversidad que tenemos, que haya tantas regiones, climas, varietales y personas que los interpreten a su manera, cada vez con más dedicación y precisión independientemente del estilo. Creo que estamos en un gran momento en términos cualitativos y con buena proyección a futuro pese a las dificultades que se suelen presentar».
– El vino y la montaña: «Pancho (Bugallo) de Cara Sur es mi amigo desde hace años, nos une la pasión por la montaña, y fue quien me incentivó para entrar en este mundo y me enseñó las cosas más importantes. Seguimos compartiendo aventuras y planeando cosas. La vitivinicultura me trajo muchas amistades de quienes aprendo todo el tiempo y con quienes realmente la paso muy bien».