La combinación beneficiosa para la salud de vino con ajo no se nos ocurrió a nosotros ahora, sino que es una receta ancestral de la gente de pueblo en las costas mediterráneas europeas. Debe haber varias maneras de prepararla, pero en esta nota les dejamos la receta que nos recomendó nuestra propia bisabuela. Hay que animarse y tal vez resignar algunos besos si es que tu pareja no tolera el aliento ajo-vinoso. Pero vale la pena probar.
El vino es una bebida perfecta para relajarnos y acompañar una rica comida, una conversación o un romance. Incluso, además de constituir un placer sensorial, tiene beneficios para la salud, como está demostrado por estudios médicos, siempre que se lo tome con moderación, como todos sabemos.
El ajo también es un alimento potente en sabor, imprescindible para acompañar comidas típicas de diversas culturas, de una fuerte personalidad, podríamos decir. A muchos les encanta y lo comen todos los días, casi como una adicción, aunque por el fuerte «efecto residual» que deja en el aliento deban resignar un beso o irse a dormir a otra cama cuando una pareja que no tolera esa «baranda» (como dicen los argentinos) los echa de al lado.
Seguramente varios de nuestros lectores hijos o nietos de inmigrantes españoles o italianos tendrán grabado en la memoria y el olfato la imagen del abuelo comiendo en ayunas ajo con pan y aceite de oliva, como era una costumbre antaño en el Mediterráneo. Hoy, sólo los más valientes guardan esa tradición.
Las virtudes del ajo han sido cantadas por los poetas. Recordemos el elogio que de él hace Pablo Neruda en una de sus Odas: “Ahora recoges ajos, acaricia primero ese marfil precioso, huele su fragancia iracunda, entonces deja el ajo picado caer con la cebolla y el tomate hasta que la cebolla tenga color de oro… El ajo añade a las viandas su terrenal fragancia…
Por su parte, el escritor Rodolfo Braceli, oriundo de la provincia argentina de Mendoza -tierra ajera por excelencia, donde este noble producto se da muy bien y es exportado a todo el mundo- recomendaba en un poema cuyo título no recordamos: «No pasarás un día sin comer ajo, caiga quien caiga». Y con estos dos textos que encontramos en páginas de comidas y recetas con «onda», terminamos la propaganda del ajo:
Oda al ajo (del poeta chileno Mario Díaz Molina)
Bailarina de trenzas brillantinas,
eterna resonancia del baile de los dientes.
Sabor telúrico de una sopa deseada.
Alegría humilde de una mesa pobre.
Invitado de honor en un banquete de alcurnia.
Esperanza que se come en ayunas.
Desfile de damas blancas
pasando por una eterna retina.
Delantales desprendidos de la desnudez de la tierra.
Astros flotando en el océano de la olla.
Besos que niegan su esencia
ante los labios vecinos.
Bocas volcánicas
que eructan el olor incorrupto de los campos.
Pesadilla de las niñas enamoradas
después de la cena.
Pasión tardía, oculta en el sabor
que desciende de las alturas del corazón
a los brazos del bienamado.
Sonriendo con el aroma de miel
que perfuma a primavera
el paso solemne del rey de la cocina.
Oda al ajo (de la poeta estadounidense Adrienne Marsalis)
Estás allá, en banquetes los más elegantes;
das vida a cada plato y
haces bailar el gusto.
Ajo, eres el héroe aun de la literatura,
¡puedes dominar a Drácula!
Eres nuestro placer culposo;
dicen muchos que te detestan,
yo quiero tu aceite esencial.
De veras, ajo: ¡eres el Rey de la Cocina!
Buenas razones para que en casa nos toleren el aliento a vino con ajo
Ya lo argumentamos: el vino tomado en su justa medida es benéfico para la salud. Y el ajo comido crudo a la antigua o suavizado en mil y una recetas también es recomendable. Entonces, ¿por qué no combinarlos? Esta idea que a muchos les parecerá descabellada -o asquerosa- no se nos ocurrió a nosotros ahora, sino que tiene historia. Muchas abuelas, gente sencilla de pueblo, la recordarán. Es un remedio ancestral que puede ser también un rico «trago» fortificante. Valdrá la pena probarlo.
El vino tinto contiene polifenoles, específicamente, resveratrol, procedente de la piel de las uvas. Los beneficios de dicha sustancia son numerosos, pues ayuda a prevenir daños en los vasos sanguíneos, reduce el colesterol, previene la formación de coágulos y ciertos tipos de cáncer, como el de colon, de mama, de pulmón o de próstata. Otros estudios indican que beber una copa de vino al día reduce la artritis reumática, estimula la digestión, favorece la asimilación de proteínas, ayuda a la visión y disminuye las alergias gracias a sus cualidades antihistamínicas. La ingesta moderada de vino tinto también te permitirá aprovechar sus propiedades antisépticas, fungicidas, depurativas y antimicrobianas. Y es que los polifenoles que contiene bloquean la acción de la bacteria streptococcus mutans, responsable de la formación de placas y caries, de acuerdo con la UCM-H.
Por su parte, el ajo ha sido reconocido dentro de la medicina herbolaria desde la antigüedad. En la cabeza contiene alicina, sustancia empleada como antibiótico, antioxidante y eliminador de radicales libres. La recomendación es ingerir el ajo crudo, aunque también cocido, hervido o asado conserva gran parte de los compuestos beneficiosos, como la adenosina y ajoeno, los cuales tienen cualidades anticoagulantes. Entre los efectos positivos del ajo se destaca su uso para la prevención de infecciones respiratorias, fortalecimiento del sistema inmunológico, disminución del colesterol, control de la presión sanguínea, desintoxicación del cuerpo de metales pesados y regeneración de tejidos.
La receta de nuestra bisabuela italiana
La preparación de vino tinto con ajo es sencilla. Según los paladares o los estómagos, nuesta bisabuela recomienda tomar, como «remedio» sanador o preventivo, una cucharada de esta preparación entre 1 y 3 veces al día, durante 30 días seguidos 1 vez al año, preferentemente entre comidas.
Ingredientes:
-12 dientes de ajo pelados
-1/2 litro de vino tinto
Procedimiento:
-En un frasco de vidrio, verter el 1/2 litro de vino tinto y agregarle los 12 dientes de ajo picados a la mitad.
-Cerrar el frasco y dejarlo en un lugar con luz natural o al sol durante dos semanas.
-Agitar el frasco todos los días durante el período que permanezca en reposo.
-Por último, filtrar la mezcla y llevarla a un recipiente oscuro, puede ser la misma botella del vino, para ayudar a que se conserve mayor tiempo.