Hija de contratistas, Yamila Antonella Peralta (26), conoce las tareas del viñatero desde su llegada al mundo. Entre pañales y mamaderas sus ojos fueron testigo de las labores de su mamá, Beatriz Yacopini (48) y su papá Walter Peralta (57) en la finca durante todo el ciclo de la vid. Cuenta orgullosa que su primera cosecha fue a los 15 años, pero que ya desde mucho antes sabía que quería ser enóloga. Está a pocas materias de recibirse de Técnica Enóloga y Frutihortícola, mientras recorre casi 150 km por día para trabajar con su familia 13 has en Junín y 12 has en El Carrizal, Rivadavia. Asegura que las distancias, el costo del transporte, las dificultades económicas y la falta de conectividad en la zona rural le hacen más difícil las cosas, pero no le impiden seguir adelante para lograr su sueño de trabajar en bodega. Esta nueva protagonista del ciclo «El Vino Las Une» -de Enolife y el Fondo Vitivinícola- celebra hoy 1/2 el Día del Viñatero, y defiende su espacio con uñas y dientes.
¡Cuánto amor a la tierra y orgullo de sus raíces salieron en palabras desde el corazón de Yamila! Ella es otra de las mujeres que hacen la vitivinicultura, una nueva protagonista entrevistada por Enolife para el ciclo «El Vino las Une», con apoyo del Fondo Vitivinícola de Mendoza.
-¿Se podría decir que naciste entre las viñas?
Sí, desde antes de nacer mis padres ya trabajaban en las viñas, siempre como contratistas y también en cosecha y acarreo. Desde bebés, mi mamá nos llevaba a mí y a mis tres hermanos a la finca con ella, porque no tenía con quién dejarnos… Apenas salí del primario, yo ya sabía que quería estudiar enología, y a los 15 hice mi primer cosecha.
¿Dónde y con quiénes vivís?
Vivo con mi familia en el Barrio Chivilcoy, Montecaseros, San Martín, Mendoza. Somos 6 adultos y 2 niños. Mis hermanos, mis ahijaditos, mi mamá Beatriz, que tiene 48 años y mi papá, Walter que va a cumplir 57 años… ´Él está contento porque con la nueva ley para trabajadores de viñas se va a poder jubilar este año.
Estoy hace 7 años de novia, él tiene 30 años, se llama Félix Cornejo, trabaja para la empresa Santa Elena de recolección de basura, es chofer y tenemos planes a futuro para convivir.
–¿En qué fincas trabajan?
-Trabajamos 13 hectáreas de la Cooperativa Ingeniero Giagnoni, en Junín, que tiene ciruelas y vid. Son uvas criollas en parrales y espalderos. y el riego es por surco.
Y también en las fincas de la Bodega Almahuar, una bodega que elabora en Montecaseros pero tiene sus fincas en El Carrizal, son 12 hectáreas de uva fina, malbec y cabernet en espalderos y con riego por goteo.
–¿Cómo es un día tuyo?
-En verano me levanto a las 6 de la mañana y en invierno un poco más tarde, desayuno y me voy con mi papá a las fincas de Giagnoni, que están a 18 km de mi casa, y las de Alamahuar en El Carrizal, a 46 km de distancia. Así vamos todos los días de una finca a la otra, es pesadito, pero es trabajo.
Las tareas que hago en la finca son muchas, levantar mangueras de riego, desbrote, poda, cosecha, todo lo que haga falta.
Una vez que vuelvo a casa, además de las tareas hogareñas, doy una mano cuidando a mis ahijados y después a estudiar…
–¿Estás estudiando para convertirte en enóloga?
-Sí, terminé el secundario, y ahora me quedan un par de materias para recibirme de Técnica en enología y Frutihorticultura. Cursé en el Instituto de Educación Superior Docente y Técnica N° 9-001 General José de San Martin, y también quiero estudiar para ser sommelier.
Ser enóloga es mi sueño, y no me es fácil terminar la carrera o perfeccionarme… Acá tenemos muy mala conectividad de internet, y es muy caro instalar el servicio; yo tengo suerte porque mis padres hacen el sacrificio para pagarlo, lo contrataron en 2018 para nuestros estudios, pero muchos de mis amigos no pueden hacerlo. Las distancias también dificultan porque movilizarse cuesta, los servicios de transporte tienen frecuencias horarias muy acotadas… A mí me han costado siempre un poquito más las cosas, pero acá estoy firme, y soy la persona que soy gracias a mis padres.
Con su hermano Emir Presentando los vinos de Almahuar Con su novio Félix
-¿Cuál es el trabajo que más te gusta hacer en la finca?
-Me gusta atar, me gusta mucho hacer la cosecha, compartir esos momentos con mi papá, con mi hermano y cuando vienen los cosechadores. Nos sacamos muchas fotos, siempre me gusta guardar esos recuerdos porque tal vez haya chicos que no vea más, que no vienen al año siguiente a hacer la cosecha.
Me gustaría aprender el oficio del riego, siempre le pido a mi papá si puedo acompañarlo, pero por los horarios y los lugares, que son lejanos, y fincas muy solitarias, él no quiere, siempre hay robos al azar y le da miedo llevarme.
Igual, me gusta todo, me gusta estar entre las viñas y en la bodega. Siento que es mi lugar, es lo que quiero hacer siempre para toda mi vida, ahí esta mi paz.
–Y ahora están preparándose para la cosecha… ¿Cómo viene el tema?
-Sí, ahora estamos trabajando en el desbrote, y a partir del 20 de febrero empieza la cosecha en la finca de Ingeniero Giagnoni, donde habitualmente se cosechan 1.000 quintales, pero este año no sabemos cómo va a ser porque nos afectó la helada y el granizo.
Tengo amigos que con la piedra del 16 de diciembre perdieron mucho. Y con lo poco que quedó, entre lo que deberían pagar el tacho y lo que sale mover un camión, les conviene dejar la uva en el parral. Es muy triste tener que dejar la uva en el viñedo, todo el trabajo de un año, este año se perdió un 45% de la producción. Eso hace también que no haya precio ni para la uva ni para el pago del tacho.
De todos modos nosotros ya convocamos a los cosechadores, vienen de Tucumán, ya hace varios años, y se van a quedar para la cosecha de las dos fincas. Mi papá alquila una casa para ellos, la paga de su bolsillo, pero imaginate que vienen de muy lejos, no se los puede dejar a la buena de Dios y además ya son parte de mi familia. Es una época muy linda, compartimos muchas cosas, charlas, risas, media tarde y muchas cenas, siempre con alguna guitarrita.
Me divierto mucho durante la cosecha, hay un personaje que es como un segundo papá, uno de los que viene de Tucumán, se llama José Domingo Mendiolar y le decimos Luluco. Un día, cosechando juntos, él acarreaba y yo cortaba, y como era en un espaldero, me dolía mucho la cintura, y ellos son rapidísimos para cosechar, así que yo me apuraba para llenar el tacho y cuando él lo llevaba, y no me veía, yo me tiraba acostada en el piso a relajar la espalda y cuando él venía me levantaba rápido para que no se diera cuenta, hasta que me vio mi papá… y fue motivo de muchas risas picarescas.
Con sus amigos cosechadores Luluco y Yamila
–Y de la cosecha, ¿qué margen de ganancia les queda a ustedes?
-Nos queda para vivir unos meses en el año, para comprar comida, o para reemplazar o arreglar cualquier herramienta que se rompa… Y cuando hemos podido, cambiamos el vehículo. Pero últimamente sólo alcanza para sobrevivir.
Así que para ir zafando trabajamos en las fincas en la labores de la vid. Yo por ejemplo, trabajé en otro lado, en una chacra, plantando tomate con una máquina. Son temporadas, es sacrificado pero yo me siento bien.
Además, en el 2013, mi papá empezó a trabajar también en la Bodega Almahuar, un emprendimiento personal de un contador de Buenos Aires, Julio Ramón Medina. Él ha sido muy importante en nuestra vida, nunca nos ha dejado solos. En nuestros peores momentos económicos él ha estado.
Y ahora sí me gustaría entrar a trabajar a una bodega, al menos de operaria.
-¿Ser mujer te condiciona para conseguir trabajo como operaria?
-En esta sociedad que no termina de cambiar completamente con respecto a la mirada hacia la mujer, me cuesta mucho conseguir trabajo. Es difícil que incorporen mujeres en las tareas de bodega. Yo he tenido compañeras que no les ha gustado la experiencia en bodega por el trato que han tenido, o se han recibido y no han ejercido.
Hay que lograr una equidad de género, que haya más mujeres trabajando como operarias y técnicas, yo siento que es algo que se va a ir superando.
-¿Para qué funciones de bodega te sentís preparada?
-Me gusta la parte técnica, recibir la uva, estar en la máquina despalilladora, hacer agregados al vino. Lo que me cuesta un poquito más es el análisis del vino, siento que me falta un poco de experiencia, pero en algún momento hay que arrancar. Lo que pasa es que no es fácil, química siempre me costó y he logrado sacarla gracias a estar horas estudiando y más horas mirando el mismo video, tuve profesores que me ayudaron mucho y también cuento siempre con el apoyo del enólogo de Almahuar, Walter Velázquez.
Trabajando en bodega Con Walter Velázquez, de Almahuar.
-¿Qué tipo de vinos querés hacer, qué vinos te gustan?
-Me gustan todos los vinos pero prefiero los vinos jóvenes, los rosados sobre todo. Disfruto mucho de los vinos que tomo, siempre me encanta, cada vez que tengo un poco de plata me compro vinos distintos para probar.
–¿Cómo imaginás tu futuro profesional?
-Me veo siendo una gran profesional, y espero serlo. Amo la enología y me cuesta, pero es lo que me gusta y lo que quiero hacer por el resto de mi vida, quiero perfeccionarme.
Me gustaría innovar, hacer vinos que también los consuma la gente joven y que reflejen el trabajo desde donde empieza todo esto, el sacrificio que hay detrás de una botella de vino, ahí están los sueños de mucha gente.