La vendimia terminó en casi todas las provincias del país. Sólo quedan algunas hectáreas de viña en Chubut. El fin de cosecha se adelantó entre 2 y 4 semanas, según las regiones. Y la merma en la cantidad de uva recolectada con respecto a 2019 fue del 23%. Según coinciden muchos productores, fue la vendimia con temperaturas promedio más altas en los últimos 50 años. ¿Cuál será el efecto en el vino? Dependerá del manejo que hayan hecho viticultores y enólogos. Y el genio saldrá cuando se descorche la primera botella.
En el siguiente Reporte de Cosecha 2020, divulgado ayer 14 de mayo por Wines of Argentina (WofA, la entidad que promociona el Vino Argentino en el exterior), 40 de los más destacados enólogos argentinos, junto a técnicos del gobierno de Mendoza y del INV y periodistas de Vinómanos analizan el fenómeno de esta vendimia que quedará en la historia.
Desafiante e inolvidable
Las puertas de casi todas las bodegas ya están cerradas. No quedan racimos que cosechar a lo ancho y largo de la Argentina -con la excepción del sur profundo, en Chubut- y la mitad de todo el vino del año está ya descubado. Nada está fuera de lugar en esta postal a no ser por un único dato: la fecha.
Estamos a principios de mayo y este cuadro suele darse bien entrado el mes para la Argentina. Es que la temporada 2019-2020 no ha sido normal. Y si algo la describe brevemente es su carácter desafiante para los productores de vino. Por dos motivos claros. Uno, ningún técnico entre los consultados recuerda haber vivido una vendimia así de anticipada, así de especial. Dos, nadie antes lo ha hecho en el marco de una pandemia como la crisis que supone el Covid-19.
Así, la imagen de las bodegas ya en la calma bucólica de las tareas post vendimia es un completo alivio. En buena parte de la Argentina, los equipos técnicos tuvieron que resolver verdaderos puzzles logísticos para moler en dos meses lo que normalmente procesan en cuatro.
La razón para esta carrera contra el tiempo, que en el marco de la pandemia fue una suerte, hay que buscarla en los registros climáticos. Como este mismo reporte da cuenta más adelante, el ciclo 2019-2020 tiene suficientes rasgos atípicos como para entrar en el hall of fame de las vendimias memorables.
Pero si hay un par de datos por los que conviene empezar a desmenuzar la serie de factores que la vuelven tan especial son los del calor y la falta de agua. En términos generales -después veremos cada terroir en particular- la vendimia que llega a su fin se caracteriza en el grueso de las regiones productoras -Mendoza, San Juan y Patagonia Norte- por un verano caliente y seco que trastocó las variables de madurez.
Para una estación meteorológica ubicada en Ugarteche, Luján de Cuyo, por ejemplo, diciembre, enero, febrero y marzo ofrecieron registros con temperaturas máximas promedio superiores a la media.
Pero si el dato podría parecer aislado, resulta todo lo contrario. Con la excepción del Valle Calchaquí y algunos otros puntos elevados en la geografía, todos los registros cuentan la misma historia de picos cálidos.
De hecho, se contabilizaron en la zona norte de Mendoza hasta cinco semanas de olas de calor con temperaturas superiores a 32°C. A esta situación hay que sumarle dos factores extras. Por un lado, las heladas en Patagonia, San Juan y Mendoza, que empujaron la producción a la baja. Por otro, que la restricción hídrica a la que se vieron sometidos los viñedos también adelantó la madurez.
Todos esos elementos -calor, caída de rendimientos y falta de agua- anticiparon la vendimia entre 2 y 4 semanas, según los lugares. El desafío fue cosechar e ingresar las uvas a las bodegas a velocidad récord, al tiempo que adaptar las vinificaciones a uvas cuyo comportamiento estuvo fuera de los manuales: una rara combinación de madurez azucarina rápida y fenólica en sintonía, que conservó una acidez natural soñada, en particular para los tintos cosechados en su punto justo.
En todo caso, una realidad sobrevuela esta vendimia: los equipos técnicos debieron interpretarla con claridad para no caer presos de preconceptos y fallar en la lectura de madurez. Con el diario del lunes, como se dice, quedará muy claro.
Menos es más: el volumen cosechado
Acumulado a la semana 22, con fecha 26 de abril, el último parte disponible del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) reporta 2.036,8 millones de kilos de uva cosechada y procesada: un monto que, comparado con el resto de la década, está por debajo del promedio para la misma semana, que asciende a 2618,7 millones de kilos. La merma, en consecuencia, trepa al 23%. Las razones para esta caída hay que buscarlas en tres factores:
1) El efecto invisible de las heladas
Si aún es prematuro para saber qué región o variedad fue la más afectada, no lo es para establecer algunas variables que marcaron esta cosecha y que explican la merma. Como dice la cueca, “lo mucho es poco, lo poco es mucho, todo depende de las heladas”: la razón para que este año haya una caída en la producción se debió a fenómenos de frío en el invierno y en la primavera.
Principalmente se produjeron en el Valle de Uco y en la Patagonia norte. Allí hubo eventos de heladas cercanos a la brotación -en particular en septiembre, con temperaturas de entre -9,1°C en Paraje Altamira, Valle de Uco, y -11°C en San Patricio del Chañar, que generaron pérdidas de yemas ya en estado algodón. Pero además el 17 sucedió una helada bastante generalizada, que afectó Valle de Uco, Primera Zona y el este de Mendoza, como también Pedernal y el llano en San Juan, y Patagonia, con registros de -1°C que impactaron en los brotes. En consecuencia, el rendimiento fue menor. Las heladas –en conjunto y para la provincia de Mendoza, donde hay datos disponibles– afectaron un total de 9630 hectáreas, de las que 2490 sufrieron daño total.
2) Pocas tormentas
Los eventos por granizo estuvieron dentro de lo normal para la región. Sorprendió, en todo caso, la frecuencia y la fecha con la que azotaron el Valle Calchaquí y Gualtallary, en Tupungato, donde dos y cuatro mangas de piedra, respectivamente, barrieron buena parte de ambas regiones cualitativas.
En total, y sólo para Mendoza, donde hay datos disponibles, el granizo barrió 7007 hectáreas al 100% y dejó unas 15.553 con algún tipo de daño significativo, según consigna la Dirección de Agricultura Contingencia Climática de la provincia.
3) Emergencia hídrica
En cuanto a las precipitaciones, el año fue particularmente seco en medio de una emergencia hídrica que azota a buena parte del oeste argentino. No sólo se registraron las nevadas más bajas de los últimos 20 años para Mendoza, cuyos ríos estuvieron en un 50% del caudal histórico (11% menos que la temporada pasada), sino que además las precipitaciones en general fueron escasas, mientras que en Patagonia Norte los valores estuvieron dentro de los estándares.
Si tomamos el caso de Mendoza con sus cuatro oasis, las lluvias en general durante el ciclo mermaron un 50% con respecto al promedio (113 mm contra 252).
En ese contexto, el agua de riego fue un bien preciado que no siempre llegó puntual y, particularmente en el este de Mendoza, la escasez se hizo sentir, principalmente en el peso de los racimos.
En el cuadro a continuación se muestra el registro histórico para la provincia de Mendoza con los valores 2020 de precipitaciones para el período vegetativo.
En el noroeste, sin embargo, se dio una situación especial, ya que las lluvias para la zona de Cafayate se dispararon durante el ciclo alcanzando la cota máxima de los registros para la región con 420 mm (el promedio es de 209 mm). Esto no ocurrió en el sur del Valle Calchaquí, en el área de Santa María, ni en la parte norte, donde los valores fueron normales.
En el cuadro que sigue se muestran los valores comparativos de dos fincas de El Esteco, en Cafayate y Chañarpunco (Santa María), que dan cuenta de la anomalía durante el período vegetativo.
El verano caliente
Si bien las series estadísticas no están completas, los productores afirman que esta fue la vendimia más caliente de los últimos 50 años. Y los promedios medidos parecen darles la razón.
Algunos datos que sustentan esta situación son los siguientes: Entre 5 y 7 olas de calor, es decir, hasta una semana con temperaturas mayores a 32°C, se registraron desde diciembre hasta marzo en buena parte del territorio vitícola, principalmente de San Juan al sur, particularmente en el llano. Luján de Cuyo, por citar un ejemplo, registró 55 días con temperaturas mayores a 32°C, cuando el promedio de la región es de 30 a 31 días.
Para el Valle de Uco, en tanto, marzo fue más caluroso que el de febrero. Paraje Altamira, por su parte, marca una excepción ya que en 2017 registró temperaturas más altas en promedio para diciembre y enero, aunque 2020 fueron superiores las de febrero y marzo.
En Patagonia Norte, el ciclo 2019-2020 fue más caluroso con un diciembre y enero particularmente cálidos. Cafayate y el Valle Calchaquí marcaron la diferencia al haber sido la excepción: tuvieron temperaturas cuyas lecturas no se salieron de la realidad habitual del Valle.
Ahora bien, estableciendo un cuadro comparativo mes a mes de las últimas 20 vendimias para el Viñedo Adrianna en Gualtallary, por ejemplo, y en particular para la variedad Pinot Noir, las temperaturas de la vendimia 2019-2020 se acercan al ciclo 2005-2006. Las llaves de la izquierda marcan las correlaciones entre las vendimias, mientras que los colores grafican el dato de temperatura promedio dentro de cada celda.
Para una discusión futura
Esta vendimia atípica deja algunas preguntas en suspenso acerca de cómo interpretar la madurez, y la forma en que en un año marcado por el calor las uvas ofrecen frescura. “Eso está fuera del manual”, dice Alejandro Sejanovich, enólogo de Manos Negras. Para Fernando Buscema, del Catena Wine Institute, “no hay concordancia entre las mediciones de temperatura y la realidad de los vinos; no se alcanza a explicar el fenómeno y en nuestra hipótesis la falta de agua es el factor clave para el adelantamiento y la conservación de la acidez. Ese escenario se ajusta más a la realidad”. Y agrega: “En un año tan seco, los picos térmicos se disparan pero la realidad de la planta no es exactamente así”.
Por su parte, Martín Kaiser, agrónomo de Doña Paula, observa un fenómeno similar. “Si bien fue un verano caliente, en general no vimos que se dieran bloqueos. Sí deshidratación, que podría aumentar la relación entre acidez y polifenoles. Las altas temperaturas de marzo podrían ser un factor clave en este escenario”.
Otra de las explicaciones la ofrece Marcelo Belmonte, director de viñedos del grupo Peñaflor. “En nuestro análisis, aunque no está terminado, el factor más decisivo para lograr el balance que hoy tienen los vinos viene de una relación hoja-fruto en favor de las hojas. Con las mermas de frutos y el calor, la mejor capacidad de las plantas para metabolizar compuestos puede resultar en mayores polifenoles”, dice.
Con todo, esta vendimia ofrece un marco singular de conservación de acidez, buenos colores y aromas frescos para una año caliente. La razón real aún está en estudio, aunque los técnicos apuntan a la sequedad del año como un factor clave.
Los barriles y la primavera
Ahora, algunos tintos están en la bodega terminando de fermentar, mientras que otros ya bajaron a la sala de barricas para comenzar el proceso de crianza.
En materia de blancos, salvo los que ya hacen sus malolácticas en barrica, el resto está casi terminado.
Como sucede siempre, hasta que las botellas no están envasadas, todo lo que se pueda decir de los vinos 2020 es precario o prematuro. Sin embargo, algunas intuiciones y datos preliminares aportados por agrónomos y enólogos permiten envalentonarse: como sucedió con la extremadamente fría cosecha 2016, en su opuesto, la 2020, los resultados dependen más que nunca de cómo viticultores y enólogos leyeron la añada.
Aquellos que tomaron decisiones acertadas, a la hora de descorchar sus botellas tendrán grandes anécdotas para recordar de esta vendimia apretada, seca y calurosa, bajo la sombra amenazante y creciente del Covid-19.
Hablarán de una cosecha desafiante y memorable, y brindarán por cómo la resolvieron. Deseamos que así sea para la mayoría de los actores de esta industria.
El presente Reporte de Cosecha 2020 fue desarrollado por Vinómanos, con los aportes y la colaboración de: Cecilia Acosta, Pamela Alfonso, Ezequiel Bellone Cecchin, Marcelo Belmonte, Fernando Buscema, Jorge Cabeza, Gonzalo Carrasco, Matías Ciciani, Luis Coita Civit, Pablo Cuneo, Raúl Dávalos, Thibaut Delmotte, Edgardo del Pópolo, Rafael Domingo, Pablo Durigutti, Ricardo Galante, Rodolfo Griguol, Martín Kaiser, Ignacio López, Francoise Lurton, Gustavo Matocq, Santiago Mayorga, Fernando Miniatelli, Juan Pablo Murgia, Lucas Niven, Jorge Noguera, Ezequiel Ortego, Leonardo Puppato, Francisco Tellechea, Matías Prieto, Laura Principiano, Pablo Richardi, Philipe Rolet, Fabián Valenzuela, Juan Martín Vidiri, Alejandro Vigil, Hans Vinding-Diers, Marcelo Yagüe, Sebastián Zuccardi, Martín Cavagnaro, Coordinador Red de Estaciones Agrometeorológicas Dirección de Contingencias Climáticas Subsecretaría de Agricultura y Ganadería Gobierno de Mendoza y al Instituto Nacional de Vitivinicultura.
Informe completo con detalles de todas las regiones vitivinícolas del país: Una cosecha inolvidable por WofA