La producción orgánica crece en Argentina y el mundo motivada por la búsqueda de sustentabilidad, la mayor conciencia del sector vitivinícola sobre la necesidad de cuidar el ambiente con un menor uso de agroquímicos, y sobre todo por las demandas del consumidor, que cada vez más opta por este tipo de vinos. Aquí, algunas pautas para conocer algo más sobre los vinos orgánicos y los principios que los sustentan. Y una invitación a probarlos, siempre.
¿A qué se denomina “vino orgánico”? ¿Qué características debe cumplir un vino para alcanzar esta categoría? ¿Cómo es posible diferenciarlo de uno que no lo es?
Son muchos los interrogantes que pueden surgir con relación a la vitivinicultura orgánica y es claro el creciente interés de consumidores y productores por acercarse a una aventura que para muchos, sigue siendo un descubrimiento.
En Argentina, las primeras bodegas que certificaron producción orgánica lo hicieron alrededor de 1995 y desde entonces el país ha ganado presencia en el mercado internacional mientras que en el mercado interno también se poblaban las góndolas de vinos orgánicos.
La viticultura orgánica representa una alternativa más equilibrada y saludable, además de una experiencia sensorial que guarda principios muy particulares. ¿Cuáles? Aquellos en los que también se basa la agricultura orgánica en general: respeto por la biodiversidad, sostenibilidad ambiental y cuidado del suelo.
En lugar de pesticidas y fertilizantes químicos y sintéticos, quienes se dedican a la elaboración de vinos orgánicos eligen alternativas naturales como compost o abonos verdes. Para reducir enfermedades y mantener la fertilidad del suelo, el camino es la rotación de cultivos, la protección de los ciclos naturales y la diversificación.
El manejo integrado de plagas, el uso eficiente del agua, la utilización de técnicas de riego sostenibles y la preservación de la biodiversidad alrededor de los viñedos son otras de las búsquedas orgánicas.
La tendencia lleva a cada vez más bodegas a sumarse al compromiso del cuidado del proceso, incluido el de las personas que trabajan.
Un sello de calidad
En la Argentina, para que un vino sea considerado orgánico, debe llevar el sello verde con la leyenda “Orgánico Argentino” (ley nacional 25.127). Para eso debe cumplir con la documentación requerida y una serie de auditorías y monitoreos por parte de organismos acreditados por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa). Este sello es el que le garantiza al consumidor que su producto es genuino.
Las exigencias para la certificación orgánica son claras: en un viñedo orgánico no está permitido el uso de productos químicos, ya sean pesticidas, herbicidas, fungicidas o fertilizantes. Todos sus tratamientos deben ser realizados con productos de origen natural y sin modificaciones genéticas.
A partir de este punto, el productor puede elaborar un “vino con uvas orgánicas” o un “vino orgánico”, esto último equivale a decir que no sólo las uvas provienen de un viñedo certificado, el proceso de elaboración también cumple las reglas que lo certifican como tal.
Las 4 condiciones básicas para hacer un vino orgánico
1. Las uvas deben provenir de un viñedo certificado como orgánico.
2. Se debe elaborar en una bodega con certificación orgánica, o sea, que en el establecimiento tampoco se utilicen insumos químicos que puedan tener contacto con los mostos o con los vinos en su período de estiba, esto incluye a los tapones que deben ser de origen natural. Algo a tener en cuenta: en una bodega certificada se pueden elaborar vinos no orgánicos, con sus sectores y tanques bien señalizados; pero no a la inversa. Y esto garantiza la coherencia y trazabilidad de todo el proceso.
3. La fermentación debe realizarse con levaduras indígenas (las propias de la uva) o con levaduras sin modificación genética.
4. El uso del anhídrido sulfuroso está limitado. Este componente se usa en la enología para proteger al vino, es el antiséptico más importante (combate bacterias y hongos) y también ayuda a prevenir la oxidación. En un vino convencional, la legislación autoriza el uso de hasta 150 miligramos por litro de vino; en un vino orgánico sólo está permitido 100 mg/l.
Argentina en el mundo de la producción orgánica
La producción de vinos orgánicos en Argentina ha experimentado un crecimiento notable en la última década. Según informes oficiales, como el del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), en 2021 el vino fue el segundo producto orgánico más exportado luego del azúcar de caña.
En 2021, en Argentina se cosecharon 9.300 hectáreas de vid certificadas como orgánicas: esto es el 4,4% del total cultivado en el país y representó un crecimiento de 76% respecto de 2012 y de 27% respecto del año anterior; en ese mismo año se exportaron 11,1 millones de litros de vino orgánico, 2,4 millones de litros de mosto concentrado orgánico y 887 toneladas de pasas de uva orgánica.
“En 2021, el mayor volumen exportado de productos vitivinícolas orgánicos se destinó a Estados Unidos, de la mano del mosto concentrado. Le siguieron Dinamarca, Suecia, Reino Unido y Alemania, los cuales importaron principalmente vino orgánico. Las pasas de uva se destinaron a Alemania, Países Bajos, Estados Unidos y Austria, entre otros”, detalla el informe elaborado por el Laboratorio Estadístico del INV.
Cómo reconocer un vino orgánico
El sello de “Orgánico” en la etiqueta es la principal garantía de estos productos. Y, aunque a ciegas es difícil diferenciar un vino orgánico de otro que no lo es, existen características sensoriales que los distinguen y que son valoradas por sus consumidores.
Es que los vinos certificados como orgánicos suelen tener un color más intenso; además poseen una acidez natural muy presente y una frescura notable con una textura más suave y equilibrada. Asimismo, la ausencia de pesticidas y químicos sintéticos hace que las uvas tengan una expresión más pura con sabores pronunciados y complejos.
La conciencia ambiental individual y colectiva y la disponibilidad de vinos orgánicos en todos los canales de comercialización contribuye al crecimiento del segmento, que celebra un número creciente de bodegas argentinas que se inclinan hacia una elaboración orgánica certificada.
Fuente: Fondo Vitivinícola Mendoza