La ciudad italiana de Florencia, cuna del Renacimiento, tenía un tesoro oculto que se redescubrió hace poco, en las actuales circunstancias trágicas. Se trata de las «finestrini» o «buchetti» (ventanitas o pequeños agujeros) abiertas en los muros de los negocios para expender vino, al principio -alrededor de 1530- como idea comercial ingeniosa y luego, entre 1620 y 1630, como resguardo para no tocar a los compradores y contagiarse de la peste negra, que tras estallar en Asia llegó a Europa y, en total, dejó 200 millones de muertos en todo el mundo. Hoy, además del uso sanitario, son un atractivo turístico en toda la región de la Toscana, donde hay unas 250.
Florencia, cuna del Renacimiento, se enorgullece de un patrimonio artístico impresionante, parte del cual es aún poco conocido. Entre esos tesoros se encuentran los «ventanillas del vino» (en italiano, buchetti) ideales para servir vino y otras bebidas «sin contacto», un concepto en boga hoy, en estos tiempos del coronavirus, pero que ya se conocía hace 500 años, cuando se construyeron primero para vender discretamente y luego para protegerse de epidemias comunes en esa época, como la famosa peste negra o peste bubónica.
Los pequeños «buchetti» (boquetes), de cerca 20 cm de ancho por 30 cm de alto eran utilizados por las familias nobles para vender vino directamente del productor al consumidor en el siglo XVI, época de plagas a repetición.
A lo largo de los siglos, ese detalle arquitectónico y su función cayeron en el olvido hasta que Massimo Casprini, un estudioso florentino, le dedicó un libro, «I finestrini del vino» («Las ventanillas del vino»), publicado en 2005.
Estas ventanas «se crearon a partir de 1532 después de la caída de la República, cuando la familia Medici regresó al poder y quiso impulsar la agricultura, lo que llevó a los grandes propietarios florentinos a invertir en olivares y viñedos, gozando además de las ventajas fiscales al vender directamente su producción en la ciudad», cuenta Casprini.
«Allí sólo podían vender vino de su propia producción y en un formato particular, de unos 1,4 litros», explica el especialista.
«La otra función de esas pequeñas ventanas era la social, al permitir que la gente común adquiriera vino a un precio más razonable que el ofrecido por los comerciantes, sin intermediario», señala. «En ese momento el consumo de vino era enorme», comenta.
Foto: Tiziana Fabi / AFP
La pandemia recupera la tradición renacentista
En plena época de coronavirus y de distanciamiento social, Massimo Casprini recuerda que gracias a ese sistema de distribución del vino se evitaba el contacto directo entre las personas, clave para no enfermarse.
«Las epidemias y las pestes eran muy frecuentes en el siglo XVI», subraya.
«La ventanilla del vino solía estar cerrada con un panel de madera. El cliente se presentaba, golpeaba con una aldaba, y desde adentro el comerciante de vinos preparaba la botella, que llenaba para el pedido.
Massimo Casprini, especialista en «buchetti». Foto: Tiziana Fabi / AFP
«Así que no había contacto directo!», sostiene el especialista, amante de las motocicletas antiguas y autor de unos 70 libros dedicados a la capital toscana.
Hasta ahora, han sido registradas 267 ventanillas en Toscana, incluidas las 149 del centro histórico de Florencia.
«¡Pero había muchas más!», sostiene Casprini, que cree que «casi todos los terratenientes de la región tenían una ventanilla, aunque muchas desaparecieron, especialmente durante los bombardeos en la Segunda Guerra Mundial», reconoce.
Algunas han sido clausuradas, pero gracias al experto, aún se pueden reconocer los contornos en piedra serena, una arenisca gris, o en piedra de Fiesole, una localidad cerca de Florencia.
Tras el libro del profesor Casprini, surgió una asociación, llamada «Le buchette del vino», que identifica cada ventanilla y le coloca una placa en el exterior con su ubicación y otros datos de interés para el turista. La página web (https://buchettedelvino.org/) ofrece un mapa interactivo para explorarlas, así como una galería de fotos y una presentación histórica de esos pequeños tesoros arquitectónicos.
Foto: Tiziana Fabi / AFP
En una guía en francés de Florencia de 1892 se menciona la ventanilla de un palacio: «Era una bodega muy famosa por sus vinos porque provienen de las propiedades de la marquesa Leonia degli Albizi Frescobaldi».
En desuso por siglos, las ventanillas del vino recuperan hoy protagonismo, volviendo a la vida tras estar escondidas o disimuladas como pasaplatos en un restaurante o pequeños altares dedicados a la Virgen.
Pero a pesar de estar protegidas por la ley, Casprini lamenta «la desaparición de tres ventanas» desde su primer censo en 2005.
Fuente: eluniversal.com.mx