Hace 5.000 años que distintos envases nos permiten almacenar y madurar el vino: desde las ánforas de barro en la Grecia antigua hasta los bag in box y las latas de aluminio actuales, pasando por las barricas y toneles de madera y los botellones de cerámica alemanes del siglo XVI. Pero fueron los artesanos y viticultores flamencos e ingleses quienes empezaron a fabricar botellas de vidrio para embotellar los vinos procedentes de Francia y España.
La botella fechada más antigua se remonta a febrero de 1657, fue hallada en Northampton, Inglaterra y se atesora en el Central Museum & Art Gallery de esa ciudad.
Antes de la botella, el vino se almacenaba en barricas y antes de eso en ánforas de arcilla y barro. En las civilizaciones romana y griega las ánforas de arcilla fueron el recipiente más extendido durante siglos ya que anteriormente ya se usaban en el antiguo Egipto y otras civilizaciones previas a la romana y a la griega.
Desde el siglo XVII, el vino se convirtió en una bebida más selecta, consumida sobre todo en celebraciones y banquetes. Por lo cual se precisaba de otro tipo de envase más sencillo de manejar en los hogares.
Aunque su irrupción sucedió a mediados del siglo XVII -la botella de vidrio para vino más antigua que se conserva está datada en febrero de 1657-, lo cierto es que la aparición de las botellas de vidrio fue resultado de siglos de evolución que se remontan a la Venecia del siglo XIII, donde estudiosos y científicos empezaron a estudiar el vidrio. Aprendieron primero su composición y posteriormente a manipularlo.
Las botellas que por aquel entonces se elaboraban no tenían la misma forma que las botellas que conocemos actualmente. En esa época, las botellas eran más redondas y las paredes de la botella, por lo general eran mucho más finas, ya que se hacían con la técnica del vidrio soplado.
Más adelante, cuando empezó el consumo del champagne y otros vinos espumosos, las técnicas de fabricación tuvieron que mejorar y evolucionar para que las botellas pudiesen soportar la presión producida por el gas carbónico tan característico de este tipo de bebidas. No fue hasta un siglo después, en el XVIII, cuando se empezaron a fabricar botellas más alargadas.
En cuanto a la capacidad de las botellas de 750 ml, existen varias teorías. Se dice por ejemplo que para los romanos del siglo I la ración diaria de vino mezclado con agua que se consumía por persona era de 750 ml. Otra teoría dice que los sopladores de botellas de aquella época podían fabricar botellas de entre 700 y 800 ml de una sola soplada, porque si intentaban hacerlas de mayor tamaño debían tomar aire de nuevo y todo el proceso se hacía mucho más lento y trabajoso.
De todas las teorías, la más aceptada es la que se instauró en la época medieval. Durante esa época la medida estandarizada era el galón inglés, y 750 ml es la quinta parte de un galón inglés. Fue entonces cuando los comerciantes se dieron cuenta de que esa medida era perfecta para el transporte en carretas, el almacenaje en grandes cantidades y la venta posterior.
No fue hasta 1821 cuando H. Ricketts & Co. Glass Works Bristol patentó el método de elaborar botellas de vidrio de forma mecánica y así nació la botella de vino que hoy en día vemos en todos los supermercados.
En 1970, a través de un tratado internacional, se estableció la medida de 750 ml para el comercio global del vino. Posteriormente hemos visto la aparición de otros formatos de botella, como la magnum (1,5 l) o las botellas de 375 ml y 500 ml, pero esto ya han sido cuestiones de puro márketing.
El color oscuro verdoso característico de las botellas de vino tiene la intención de preservar las características de la bebida evitar que la luz lo estropee. Tras varios estudios se llegó a la conclusión de que el color verde es el color que mejor tapa los rayos ultravioletas del sol.
El corcho también es uno de los elementos clave que forman parte de la botella de vino. Hasta el siglo XVII las botellas de vidrio se tapaban con tacos de madera recubiertas con fibras aceitadas. Fue el monje Dom Perignon quien a través de sus estudios descubrió el método más efectivo para tapar las botellas de champagne, sin que éstas estallasen por la acción producida por el gas. Y así es como descubrió el corcho de alcornoque que hoy día conocemos para todas las botellas de vino y champagne. Curioso además que Portugal y España sean los principales productores mundiales de corcho, debido a la gran cantidad de bosques de alcornoque que tienen en la península Ibérica.
Antes de que apareciesen las botellas de vidrio, el vino se almacenaba en recipientes donde quedaba muy expuesto al oxígeno. El vino se oxidaba muy pronto, por lo que había que consumirlo pronto.
En el siglo XIX, concretamente en el año 1821, como antes detallamos, la firma inglesa H. Ricketts & co. Glass Works Bristol patentó una forma de elaborar mecánicamente botellas de la misma forma, dando lugar al nacimiento de la botella actual. La medida de 75 ml se estableció en 1866 y no fue elegida al azar. Una caja de 6 botellas (4,5 litros) equivalía a un galón del sistema imperial británico, por lo que fue el estándar que se adoptó.
Como yapa para este informe -como decimos popularmente en Argentina para indicar un plus o un valor agregado- transcribiremos unos párrafos imperdibles de la entrada «botella» del clásico «Gran diccionario del vino», del maestro Mauricio Wiesenthal:
Un invento revolucionario
«Cuando la botella se impuso como recipiente para el transporte, el almacenamiento y la comercialización, nadie se dio cuenta de que la enología estaba viviendo un cambio extraordinario. Efectivamente, se acababa de inventar un nuevo ciclo en la evolución del vino. Hasta entonces el vino se guardaba en toneles o en barricas, y luego se vendía y se consumía durante el año. Su precio disminuía progresivamente, y se liquidaba el fondo del barril cuando el vino nuevo llegaba al mercado. Se comprende perfectamente la razón de este descenso de los precios: los vinos que se dejaban en el fondo, es decir, que se oxidaban fuertemente bajo la acción del aire, eran cada vez peores.
«Protegido del aire, el vino ya no se oxida. En términos científicos, se diría que, en la barrica (en contacto con el aire), el vino soporta un ambiente oxidativo, mientras que en botella este ambiente es reductor por carencia de oxígeno. Pues precisamente es este paso reductor, que se dilata varios años, el que lo cambia todo. En la botella bien tapada, con un corcho sano, se produce una reducción que desarrolla el bouquet del vino. Los aldehídos, ésteres, cetonas y ácidos grasos contenidos en el vino evolucionan continuamente en la botella. A los aromas primarios de la variedad de uva se superponen los aromas secundarios de la vinificación y los aromas terciarios de la maduración en botella. Así se constituye lo que se podría llamar la ‘perspectiva aromática’ del vino, desarrollada a lo largo de su elaboración y crianza.»
Con la aparición de las botellas de vidrio, el vino se pudo almacenar durante más tiempo sin que sus propiedades químicas se viesen alteradas. Al dejar almacenado el vino más tiempo en botellas, la gente empezó a darse cuenta que el vino sabía y olía mejor.
Es entonces cuando se hizo popular entre las altas clases guardar las botellas de vino en cavas y experimentar con el envejecimiento de éstas.
Fuentes: totalsafepack.com, bodegasalcasor.com, vinetur.com y Gran Diccionario del Vino de Mauricio Wiesenthal. Foto principal: iStock para www.alimente.elconfidencial.com