Las uvas para vino europeas pueden haberse originado a partir de la «cruza» (hibridación) entre uvas de mesa «domesticadas» (conducidas, adaptadas y cultivadas para el consumo doméstico) de Asia occidental y vides silvestres europeas locales. Al respecto, es muy interesante la investigación realizada por la Universidad de Udine (Italia) y el Instituto de Genómica Aplicada de Udine, publicada en la revista científica Nature Communications, que reveló el origen de estas vides, reconstruyendo la historia evolutiva de las variedades.
El estudio arroja luz sobre la historia evolutiva de la uva para vinificación en Europa, así como identifica el gen que pudo haber sido decisivo en la transición de la planta de vid silvestre a cultivada, como responsable del aumento de tamaño y cambio en la morfología de la baya, lo que hace que la uva sea más atractiva para el consumo humano y más adecuada para la vinificación.
El trabajo, titulado «Los genomas de 204 variedades de Vitis vinifera revelan el origen de las uvas para vinificar europeas», fue coordinado por Michele Morgante, genetista del Departamento de Ciencias Agroalimentarias, Ambientales y Animales de la Universidad de Friuli y director científico de Iga; y por Gabriele Di Gaspero, investigadora de Iga. Gabriele Magris, Irena Jurman, Alice Fornasiero, Eleonora Paparelli, Rachel Schwope y Fabio Marroni también participaron del estudio. Pero, ¿cómo surgieron estas conclusiones?
Todas las uvas cultivadas (hoy en Europa) proceden de un solo evento de ‘domesticación’ que tuvo lugar en el actual territorio de Georgia, pese a algunas teorías de que hubo un segundo evento de domesticación en Europa occidental»
Michele Morgante, director del estudio de la Universidad de Udine
La investigación se inició con la secuenciación de más de 200 variedades de uva, con el objetivo de reconstruir la historia evolutiva de las uvas de vinificación en Europa.
Entre las principales conclusiones extraídas del análisis realizado, «se supo -destaca Michele Morgante- que todas las uvas cultivadas proceden de un solo evento de domesticación que tuvo lugar en el Cáucaso, en la actual zona de Georgia, a pesar de algunas teorías de que había habido un segundo evento de domesticación en Europa«. De este único evento se derivaron inicialmente las variedades de uva de mesa, de las que luego se obtuvieron las vinícolas. La información obtenida por los investigadores es de gran importancia para la viticultura y enología internacional, así como para la vitivinicultura italiana en especial.
Por ejemplo, el estudio mostró que la gran diversidad varietal encontrada en Italia, de la que la enología italiana puede enorgullecerse, encuentra una correspondencia genética muy específica a nivel genómico.
«En el acervo genético de la vid cultivada -explica Morgante- reconocemos cuatro aportes ancestrales, o más bien cuatro poblaciones ancestrales de vid que el hombre en un pasado lejano ha ayudado a seleccionar y luego mezclar. Italia es el único país en el que estas cuatro contribuciones ancestrales están significativamente representadas en la herencia varietal de las uvas para vinificación, y en el que la mayoría de las variedades tienen una mezcla de dos, tres y, a menudo, cuatro contribuciones».
Descargar la investigación publicada en Nature Communications: AQUÍ
El ADN silvestre, presente en las actuales vides domésticas
Además, se ha descubierto que algunas de las variedades de uva para vinificación más extendidas y valiosas, en general variedades del centro-norte de Europa (Traminer, Sauvignon, Riesling, Pinot, Cabernet, Merlot) «derivan de cruces entre viñedos cultivados traídos de Oriente y Vides silvestres europeas -dice Gabriele Di Gaspero- y llevan dentro de su genoma tramos de ADN derivados de vides silvestres: un poco como nos sucedió a los humanos con los neandertales. Son precisamente estos eventos de hibridación que se han producido varias veces de forma independiente en Europa los que justifican el uso del término autóctonas para referirnos a aquellas variedades que consideramos originarias de nuestro país o región, pero que en realidad tienen sus raíces más lejanas en los países donde se especie fue originalmente domesticada».
En lo que respecta a las uvas especiales, hay que decir que algunas de las variedades cultivadas en Italia y Francia todavía tienen la mitad de su genoma salvaje en la actualidad, es decir, son los llamados híbridos entre vides cultivadas y silvestres. «Entre estas variedades -especifica Morgante- en Italia encontramos, por ejemplo, Enantio, también conocida como Lambrusco con hojas dentadas, y Lambrusco Grasparossa. Esta evidencia concuerda con lo ya escrito por Plinio el Viejo, quien utilizó el término vitis silvestris o vitis labrusca, y de la etimología del nombre, como los romanos generalmente indicaban las enredaderas silvestres espontáneas que encontraban en los bordes, llamadas labrum, de los campos cultivados, bruscum, con la palabra latina labrusca vitis, que luego se convirtió en italiana Lambrusco».
Fuentes: el www.vinosano.com y Organización Internacional de la Vid y el Vino (OIV)