La autora, sommelier y especialista en pisco, es la principal embajadora de la bebida nacional peruana en el mundo. Escribió varios libros sobre el tema y da clases en las universidades San Martín de Porras, San Ignacio de Loyola, Universidad del Pacífico, Universidad de Piura y en el Instituto de Alta Cocina D’Gallia. En febrero último, con organización del Consulado de Perú en Mendoza y del Instituto Nacional de Vitivinicultura, ofreció una cata para chefs, periodistas y sommeliers en la capital mendocina.
Con esta nota, especialmente escrita para Enolife, Villagarcía continúa con su serie de artículos sobre el aguardiente de uvas típico del Perú, donde se destiló por primera vez a principios del 1600. En esta ocasión, la autora recorre la ruta pisquera de Lunahuaná, dentro de la región de Lima y a sólo 140 km al sur de la capital peruana.
El pisco es un maravilloso destilado que se puede elaborar en cinco regiones del Perú: Lima, Ica, Arequipa, Moquegua y Tacna. En cada una de esas regiones hay una gran cantidad de bodegas pisqueras, que dan cuenta de la historia y tradición que hay detrás de este gran espirituoso. Son más de quinientos productores los responsables de mantener vivo este legado, que se viene elaborando desde hace más de cuatrocientos años, poniéndole alma, vida y especialmente su corazón a cada botella.
La gran mayoría de las bodegas pisqueras son artesanales y familiares, y para mí eso tiene un encanto inigualable, porque hay una gran variedad de piscos y de muy buena calidad. Además, si hay algo que valoro mucho es que cuando se visitan estas bodegas, son precisamente los productores quienes reciben y atienden personalmente a los visitantes. Son ellos quienes cuentan la historia de su bodega, explican el proceso de elaboración y dan a probar sus piscos, con esa pasión que sólo puede transmitir quien lo hizo.
Es importante resaltar que menos de la cuarta parte de los piscos que se producen están en el circuito comercial; por lo tanto, si uno quiere conocer y disfrutar de estas joyas pisqueras, tiene que ir a las mismas bodegas a darse ese gusto. Además, es una manera de apoyar a los productores que se han visto severamente afectados por esta pandemia.
Por esa razón, este fin de semana fui, muy bien acompañada, a Lunahuaná; uno de los distritos más encantadores del Perú. Este hermoso lugar, que está a menos de tres horas en auto desde Lima, se ubica en la vera del río Cañete y del antiguo Camino Inca. La ruta pisquera incluyó la visita a cuatro viñedos y bodegas pisqueras y a una ruina preincaica. Además, paseo en cuatrimoto, canotaje y disfrute al máximo con la envidiable gastronomía.
Pasaje San Roque, donde reina la uvina
La primera parada fue en el Fundo El Molino, ubicado en el pasaje San Roque, en el km 36,8 de la carretera Cañete-Lunahuaná. Aquí están los hermosos viñedos de uvina, variedad con la que se elabora el pisco Puro Jita, uno de los mejores que hay de esta uva, que sólo se produce en esta zona. Estos viñedos tienen 30 años y le pertenecen a don Rubén Vicente, simpatiquísimo y muy querido personaje, quien los maneja con total destreza y cariño. La destilación la hacen en la bodega La Palma, que es de un familiar, conocida por sus buenos piscos, con lo cual la calidad está asegurada.
La hija de don Rubén, Rossmery, junto a su esposo “Chicho”, se hacen cargo de la promoción y comercialización del pisco, así como de organizar las visitas a sus viñedo, lo que garantiza una atención de primera. Esta vez, nos recibieron con exquisitos pancitos a la leña, tamales y camarones, tan típicos de la zona, menú que magnificó la experiencia.
Segunda parada: Catapalla
Nuestra segunda parada fue en la bodega La Rinconada, ubicada en Catapalla, a la altura del km 45 de la carretera. Los productores son Elizabeth Cortez y Carlos Augusto Sánchez. Esta linda pareja se conoció en un curso de cata de pisco y se enamoró. La dupla resultó inmejorable, ya que Elizabeth, viene de una familia de mucha tradición pisquera. Su abuelo hacía pisco y le transmitió el conocimiento y la pasión a su hija y esposo. Con los años, es la madre de Elizabeth quien asumió la producción con su apoyo. Así que fue ahí cuando, junto a Augusto, excelente maestro destilador, decidió sacar adelante la marca Cortez, de probada calidad. Actualmente, tienen piscos de quebranta, uvina e italia, todos son muy buenos.
Cuando llegamos, tuvimos una cálida bienvenida y, luego de iniciar el ritual del tradicional plato pachamanca, metiendo las carnes bajo la tierra para que se cocinen lentamente, nos fuimos a pasear en cuatrimotos en medio de los viñedos, hasta llegar al sitio arqueológico La Rinconada, el cual es preincaico y se encuentra a tan solo 15 minutos de la bodega. Está de más decir que tomar una copa de pisco en estas ruinas, desde donde se pueden apreciar los viñedos donde nació ese pisco, es una experiencia única. Luego de unos minutos retornamos a la bodega, donde nos esperaba la espectacular pachamanca de cuy, cerdo y pollo, y unas deliciosas copas de piscos.
El anexo Romaní, tierra de quebranta
De Catapalla nos encaminamos hacia al anexo Romaní, en el km 51,5 de la ruta, donde nos esperaba Pierre Sablich, productor del pisco Killa, para hacernos un recorrido por sus lindos viñedos de quebranta. Estas viñas fueron sembradas por sus padres, quienes decidieron tener una casa de campo en la zona, para disfrutar de la naturaleza. No fue difícil que rápidamente se enamoraran del pisco y le contagiaran el amor por este destilado a Pierre. Ahora es él quien se hace cargo de manejar la marca que consta de un quebranta, un acholado y un vino seco de quebranta y uvina, con muy buena calidad y hermosa presentación.
Antigua Bodega Rivadeneyra, un viaje en el tiempo
Finalmente, y ya al final de la tarde, nos dirigimos hacia Antigua Bodega Rivadeneyra, actualmente manejada por Julio Rivadeneyra y su hija Paola, quienes le ponen todo el corazón a su bodega y piscos. Sus orígenes se remontan a 1756 y uno de sus atractivos es su museo pisquero, así como sus excelentes piscos de uvina, quebranta e italia, destacándose principalmente su mosto verde italia. La bodega se ubica en el km 44 de la carretera a Yauyos, y en su segundo piso se emplaza un bar con un balcón que ofrece una vista privilegiada, donde nos quedamos tomando un capitán de lujo, clásico cóctel peruano. Para terminar el día, en el tercer piso de esta bodega nos acomodamos en su cálido hospedaje.
Al día siguiente, luego de un exquisito desayuno y para complementar el placer del viaje, hicimos canotaje en el hermoso río Cañete, con toda la seguridad del caso. Y luego de esta aventura, para disfrutar el resto del día, nos fuimos al “Refugio de Santiago”, hermoso ecolodge, ubicado en Paullo, en el km 31, para gozar del sol, la piscina, el río, sus deliciosos platos y cocteles y la clásica fogata nocturna.
Otras bodegas que se pueden visitar en la zona
Lunahuaná: El Paraíso, Hijo del Sol, D’La Cruz, La Palma, Santa María, Los Reyes, De La Motta y Mi Rosedal.
Pacarán: Bodega Guizado Portillo, Don Camilo, Buena Vista y El Fundador de Cañete.
Zúñiga: Vallelindo Inversiones y Viñedos Ángel Negro.
Fueron dos días llenos de aprendizaje, sorpresas, risas, aventuras y, por supuesto, excelentes piscos. Sin duda, no hay como vivir la historia y tradición del pisco, así como tomar una copa en el mismo lugar donde nace la bebida. Es una experiencia única.