Sabemos que durante muchos siglos, las mujeres romanas no tuvieron permiso para beber vino, cuya ingesta era vista como algo moralmente deleznable. Los esposos estaban amparados por la ley romana y tenían permiso legal para matar a sus esposas o divorciarse de ellas si eran sorprendidas bebiendo alcohol.
Plutarco, historiador griego, en su obra “Vidas Paralelas” relata que los romanos y romanas comenzaron a besarse a partir de la promulgación de la ley que prohibió a las mujeres beber vino y que en vista de que no se cumplió de manera efectiva acabó por endurecerse. Los maridos obligaban sus esposas a exhalarles su aliento, pero por si acaso, acercaban también sus labios a los de ella, para comprobar que no había ingesta de alcohol.
Según Plutarco y otros autores como el historiador griego Polibio o los romanos Aulus Gellius y Publio Valerio Máximo, -que vivieron entre los dos últimos siglos de la vieja era y el primero de la actual-, esta ley que prohibía a las mujeres beber el “temetum” -vino puro- estableció para ellas la absoluta abstinencia. La mujer podía ser castigada con penas tan severas como las que se aplicaban por cometer adulterio.
La ley venía de los tiempos de Rómulo, primer rey de Roma, y según recogieron estas fuentes, se modificó convirtiéndose en una norma muy rígida:
“Mulier si temetum biberit domi ut adulteram puniunta”, algo así como como “si una mujer bebe vino en casa, ha de ser castigada como una adúltera”.
Polibio importantísimo historiador griego también cuenta en su Historia de Roma que la Ley obligaba a las esposas a exhalar diariamente su aliento ante parientes y marido, para demostrar que no habían bebido el terrible “temetum”.
Tanto es así que el escritor Publio Valerio Máximo en sus libros Factorum et dictorum memorabilium, –compilación de anécdotas del S.I dc-, se refiere a un tal Egnatius Matellus quien para entonces ya se había convertido en un mito popular:
“mató a golpes de fusta a su esposa, porque había bebido vino, hecho por el que ni se le acusó ni se le reprendió” porque “la mujer que toma cierra la puerta a las virtudes y la abre a los vicios”.
Existe otro mito que cuenta la truculenta historia de una mujer condenada a morir de inanición como castigo impuesto por los suyos por coger las llaves de la bodega.
Absoluta abstinencia femenina que sólo les permitía beber vino cocido o hecho con pasas y mezclado con azafrán, aloe y mirra, para dar buen aliento.
Por su parte también Aulo Gelio (escritor romano del Siglo II) en su única obra conocida “Noches Aticas”, donde iba anotando aquellas curiosidades que, bien oía o leía en otros libros, destacó al respecto que:
“las mujeres de Roma y del Lacio debían ser toda su vida abstemias, y abstenerse del uso del vino llamado temetum en la antigua lengua. El beso que daban a sus parientes servía de prueba: si habían bebido vino, el olor las delataba y recibían reconvenciones.”
Progresivamente, ya en el Siglo I a.C. al I d.C., la sociedad se volvió algo más tolerante, en este sentido, con las mujeres, ya que el vino pasó a formar parte de la alimentación básica. El último divorcio registrado por esta cuestión se produjo en el 194 a. C.
Finalmente el emperador Tiberio terminó prohibiendo el beso, pero en sus crónicas, los historiadores no se ponen de acuerdo si fue a raíz del escándalo provocado por la ley de abstención femenina de vino que duró algunos siglos. No faltan otras razones que apuntan a que en tiempos del emperador hubo una epidemia de herpes que hizo necesaria la prohibición de tan saludable acto.
Fuente: Arquehistoria.com