En el agro se habla de genética, de fertilización, de riego, de manejo, de suelo. Se hacen inversiones enormes en plantas, alambre, infraestructura y productos. Pero hay algo que casi nadie ve, nadie mide y nadie gestiona: el aire.

El microclima no se enseña en la facultad, casi no se estudia en profundidad, y en la toma de decisiones queda relegado a suposiciones. Mientras tanto, las pérdidas siguen ocurriendo. Y no son menores. Antes de escribir esta nota, busqué en los libros técnicos de mi biblioteca y no encontré un solo capítulo dedicado al tema.
¿Por qué nadie habla del aire?
Porque muchos creen que no se puede hacer nada. Y eso, sinceramente, me sigue sorprendiendo.
En Indegap nos cruzamos todos los años con frases como: “Ya conozco mi finca, en el cuartel 2 siempre hace más frío.” Entonces preguntamos: “¿Cómo mediste la temperatura ahí?” Y la respuesta suele ser: “No, no la medí. Pero siempre encuentro daños.”
Ese es el problema de fondo. Lo que no se mide, no se conoce. Y lo que no se conoce, no se puede gestionar. El resultado: decisiones productivas tomadas a ciegas, con una falsa seguridad que termina saliendo cara.
El aire no sólo mata: también desgasta
Una helada puede matar brotes o yemas, eso lo sabemos todos. Pero el aire también puede causar un daño más silencioso y acumulativo: el desgaste.
No destruye de golpe, pero debilita. Una planta que atraviesa años de frío excesivo, estrés térmico o acumulación de eventos extremos, sin llegar a morir, empieza a rendir menos. Menos vigor, menos brotación, menos racimos.
Esta temporada lo vimos claramente en la viticultura. En la zona núcleo no hubo heladas posbrotación fuertes después del 3 de octubre de 2024. Sin embargo, la producción fue apenas superior al año anterior, cuando las heladas se extendieron hasta noviembre y causaron daños evidentes.
¿Qué pasó entonces? Que el daño ya estaba hecho antes. El aire venía desgastando a la planta de forma invisible, dejando una huella que se acumula campaña tras campaña: metros lineales de canopia que no están, malas brotaciones, menor vigor.
Cuando el aire mata, retrasa o daña plantas, los planes de recupero del Excel dejan de cerrar. Y con ellos, se desordenan las finanzas del negocio agrícola. Aun así, muchos productores dicen: “el año que viene me irá mejor”, pero no hacen nada distinto. Es como tirar una moneda al aire, pero con mucha plata en juego.
No es sólo saber, es medir donde importa.
Saber que un lugar es frío no alcanza. Tampoco sirve tener una estación meteorológica “en la zona”. Lo que importa es entender cómo varía el microclima dentro de la propia finca. Puede haber diferencias térmicas de más de 4 °C entre un cuartel y otro en una misma noche. Y eso cambia por completo el manejo.
La pregunta no es si uno mide. La pregunta es: ¿Medís en cada sector crítico de tu finca? ¿Tenés datos propios o seguís usando promedios de casilla? ¿Sabés dónde están los mínimos reales, o sólo los suponés? ¿Estás tomando decisiones con evidencia o con intuición?
Una finca de 100 has probablemente contenga 2 o 3 fincas térmicas distintas.
Todos esos datos definen si una inversión rinde o se pierde. Y hoy se pueden obtener con sensores accesibles, robustos y simples. Lo que falta no es tecnología. Lo que falta es el cambio de chip.
El aire no es estático, es lo más variable que hay en la finca
Una de las creencias más arraigadas (y erradas) del agro es pensar que el aire “se comporta igual” en toda la finca. Pero el aire no es homogéneo. No es obvio. Y no es estático. Es el factor más dinámico y variable que tenés.
Aun así, en proyectos de 100 hectáreas o más, sigue siendo común ver un solo sensor térmico. Como si eso pudiera representar toda la variabilidad real. La verdad es otra: una finca de 100 ha probablemente contenga 2 o 3 fincas térmicas distintas. Cada una con diferente riesgo de helada, distinta acumulación de horas frío, y tasas de enfriamiento únicas.
Y sin saber eso, estás manejando todo igual cuando deberías diferenciar. Curiosamente, muchos productores creen que el suelo es más variable que el aire. Pero en realidad, es al revés.
La misión de Indegap
Indegap no es la continuación de mi carrera académica. Es una empresa construida para tener impacto. Decidí transformar lo que sabía en una propuesta concreta, rentable y estratégica. Estamos creando una nueva categoría en el agro: la gestión del microclima como variable productiva.
Porque si el aire define tu producción, no podés seguir gestionándolo con suposiciones. Y si nadie más lo estaba haciendo, era hora de asumir el desafío.
Todavía me cuesta explicarlo del todo. Doy más de 20 charlas al año a productores, empresas, estudiantes… y aún siento que falta mucho camino.
La inercia del agro es pesada. Pero estoy seguro de que en un par de años este será un tema del que se hable con claridad. Y espero que podemos liderar ese cambio.
