En una reciente charla en el marco del Congreso agrícola Aapresid,en Buenos Aires, el enólogo, empresario y dirigente vitivinícola mendocino Alejandro Vigil (51) transmitió al público sus experiencias y métodos para alcanzar sus metas, que incluyen exitosos emprendimientos vitivinícolas y gastronómicos, en Mendoza, Argentina y próximamente en España. Vigil destacó lo importante que ha sido para él romper paradigmas y tratar siempre de impactar positivamente en la comunidad y el lugar donde ha llevado adelante sus proyectos, es decir, tanto en lo social como en lo ambiental. En este sentido, contó cómo encaró desde los inicios su proyecto enogastronómico en la zona de Chachingo, Maipú, Mendoza.
Alejandro Vigil, criado en el seno de una familia de agricultores, es ingeniero agrónomo y enólogo, jefe de Enología de la bodega Catena Zapata; cofundador de El Enemigo Wines; propietario de una empresa enogastronómica que cuenta con 21 locales; dueño de una fábrica de cerveza que lleva el nombre del lugar en el que se arraigó; líder de una empresa de tecnología que desarrolla un software para la eficiencia en la logística; y desarrollador de un proyecto vitivinícola en las Sierras de Gredos, España.
Vigil sostiene que todo lo que logró ha sido «gracias a enfrentar los miedos, a no escuchar los ‘no se puede, no va a funcionar’, a cambiar, a romper paradigmas», a hacer lo que le parece que está bien sin molestar al otro, «al trabajo en equipo y fundamentalmente a incluir en los proyectos a la sociedad que rodea el lugar del emprendimiento».
Durante la charla el pasado 9 de agosto, Vigil contó: «Comenzamos en un sitio que se llama Chachingo, todo el mundo me decía ‘acá no va a a venir nadie’, ‘no va a pasar nada’, no va a funcionar´’ Ahí, junto a mi mujer María Sanse, hicimos nuestra casa. Comenzamos con una sala de degustación en un pueblo que tiene 500 habitantes, a donde hoy llegan 500 personas por día. Eso significa impactar positivamente en la sociedad».
Al respecto, en una entrevista periodística, su esposa María Sance relató que sus primeros objetivos fueron «hacer de Chachingo un destino sustentable, donde cada habitante se sienta orgulloso y feliz del lugar donde vive». Esta idea fue reafirmada por el empresario, quien en su charla amplió: «Cuando uno se introduce en un sitio siempre impacta positiva y negativamente, y lo que estamos intentando siempre es que lo positivo sea mayor que lo negativo».
Un proyecto ambicioso con protagonismo de los lugareños
Según contó el empresario, junto a su esposa llegaron a la localidad maipucina de Chachingo en cumplimiento de su sueño de tener su casa familiar entre viñedos y cultivos. Años más tarde, con la llegada de sus dos hijos, Juan Cruz y Giuliana, comenzaron a imaginar «un lugar mágico que recibiera a lugareños y turistas de los lugares más remotos del mundo». Hoy, tal como lo consignan en su sitio web, «esta bodega familiar que mixtura el arte local, el entorno natural y la vida en familia se ha convertido en líder en experiencias del mundo del vino». Inspirados en la Divina Comedia de Dante Alighieri, buscaron crear «un mundo fantástico entre el infierno, el purgatorio y el paraíso».
Cuando arrancamos, enfrente de nuestro emprendimiento vivía una chica que contratamos como guía de turismo mientras estudiaba, después se recibió de contadora y entró en la administración… Hoy es nuestra gerenta de Sustentabilidad. Del otro lado vive Viviana, que hacía empanadas y nosotros se las comprábamos… Hoy Viviana es una empresaria de las empanadas que vende a todo Mendoza… Eso es lo que consideramos impactar positivamente».
Alejandro Vigil
El enólogo agregó sobre sus actuales empresas: «Tenemos 148 personas que trabajan en estos emprendimientos, y 112 de ellos viven en un kilómetro a la redonda. Cuando quisimos lograr que el 80 o 100% de las verduras fueran cultivadas por nosotros, comenzamos a trabajar con organizaciones del campo, pequeñas cooperativas a las que nos acercamos, nosotros les damos el apoyo tecnológico, ellos nos cultivan y hemos logrado esta simbiosis que hoy se está convirtiendo en un programa que se llama Labrar, y hemos empezado a vender en todo el país, verdura de alta calidad para la gastronomía.»
El proyecto de cultivos saludables «Labrar» fue impulsado por Sance -doctora en Ciencias Biológicas, docente universitaria y directora de Casa Vigil– con el objetivo de acompañar el trabajo de pequeños productores locales, de forma tal de contar con un adecuado volumen de materias primas, directo del productor a la mesa, fomentando el desarrollo en un marco de comercio justo. También de la mano de Sance, en mayo de 2024, se creó la Fundación Chachingo.
Además de su espacio enoturístico y la bodega, Vigil emprendió la elaboración de cerveza y fundó la fábrica «Chachingo», en el mismo predio de su finca, emprendimiento que comenzó junto a un grupo de amigos y que hoy distribuye a nivel nacional y exporta. «Le pusimos el nombre de nuestro sitio, como una muestra del orgullo que sentimos por él», contó en la charla.
«Hacer vinos es una sucesión de pequeños milagros»
«Frente al permanente «es difícil» que nos dicen, se puede hacer un aprendizaje profundo -sostuvo el emprendedor-; porque es un tema en el que tenemos que ahondar y no aceptar que nos lo digan, menos a nosotros que trabajamos con el vino, que como siempre digo, hacer vino y ponerlo en la góndola es una sucesión infinita de pequeños milagros… Hay que plantar un viñedo, soportar heladas, granizo, viento zonda, que haya agua, necesitamos una etiqueta, un camión que lleve el vino de un lado al otro, un barco y que finalmente llegue a una góndola, que alguien lo vea y lo compre …. Si logramos eso, todo lo demás es fácil».»
También hizo referencia a sus logros en enogastronomía: «La provincia de Mendoza tiene como segunda actividad principal el turismo, que para el país representa la quinta actividad en términos de PBI. Y en Mendoza ese turismo está destinado a la enogastronomía, hemos logrado crear un cluster que no existía en los últimos 10 años que cambia el sitio donde vivimos, es otra forma de trabajar en función de la mejora continua de nuestra comunidad.»
Sobre su confianza en la gente que trabaja con él y sobre cómo ha buscado incluirlos en sus proyectos, Vigil manifestó: «Siempre cuento que cuando empezamos a mí se me ocurría hacer bife de chorizo para la gente que venía, distribuidores, importadores, y la chica que estaba en exportaciones les hacía degustar el vino, les contaba lo que iba a ser el proyecto, porque en ese momento era un quincho y la gente creyó en eso, fue una cuestión de fe. Y yo sin creer en nada , aprendí a tener fe. Y cuando uno hace a la comunidad y a las personas que se acercan, parte del proyecto, el proyecto se potencia, tan potente fue que hoy contamos con una estrella Michelín verde y otra roja, tenemos vinos de 100 puntos. Y la verdad es que yo creo que ha sido mas bien la fuerza que nos ha empujado de toda esta gente que se sintió parte, la comunidad y nuestro cliente. Cuando el cliente pasa a ser parte de nuestro proyecto es fundamental, y para hacer el vino, o para construir un proyecto es necesario vivir el sitio.»
El enólogo no quiso dejar fuera de su charla el concepto de terroir, al que definió como «la experiencia centenaria de cultivar y elaborar vino con las uvas de un determinado lugar, en el que debe haber habido por lo menos dos generaciones de personas viviendo en allí, donde el esfuerzo del hombre es fundamental porque es quien traspasa esa cultura de generación en generación para entenderlo, transmitiendo la importancia del origen y la identidad».
Hacer vino significa podar en invierno con temperaturas bajo cero, caminar en el verano el viñedo con el sol, el viento zonda, sentir el barro, entender, crear una comunión con ese viñedo, saber cuándo cosecharlo porque has vivido todo el proceso de hacer el vino, es la única forma de entender la agricultura para mí. Es sentirlo, es vivirlo y poder transformarlo, es pasar de la nada a una botella de vino, o a un tomate, y para eso tenés que estar presente y ser parte de eso que le llamamos terroir.»
Alejandro Vigil
En busca de la sostenibilidad ambiental
Los Vigil pusieron el foco en el cuidado del ambiente: «Hacer vino no es fermentar, no es ponerlo en una botella y brindar, no es comprar una botella y ponerle una etiqueta; hacer vino es una forma de vida y la forma de vida es como un respeto a nuestra comunidad y al medioambiente. Nosotros lo primero que nos dimos cuenta es que necesitábamos sostenibilidad en nuestra comunidad para luego poder hablar de sostenibilidad ambiental.»
Por otro lado, Vigil relató que trabajan con el barrio cercano a su emprendimiento, buscan insertarse en las escuelas, colaborando no solamente en los requerimientos alimenticios sino también en la parte recreativa, la cual sostuvo que es fundamental para el desarrollo de los niños. También, contó, están trabajando con la secundaria para luego hacer un terciario, «ya que cuando salen -expresó el emprendedor- podemos contratarlos nosotros, siempre necesitamos personal calificado y queremos que sea de nuestro barrio, darles la posibilidad de viajar, de aprender, y lo más importante es que entiendan que creemos en ellos».
«Mañana seguimos, empecemos de nuevo»
Al término de su exposición, Vigil contó una anécdota sobre un hecho que, aseguró, lo marcó para siempre: «Yo tendría 6 años, celebrábamos la Navidad en la casa de mis abuelos, faltaban 15 días para la cosecha del tomate. El techo de la casa era de chapa, y era la alarma número uno ante la caída de granizo, y de golpe empezamos a sentir ‘tac, tac, tac’, cada vez más intenso. Mi abuelo se paró sin decir nada, se puso en la puerta a contemplar los 5 minutos de granizada y avanzó, todos fuimos tras de él. Entró al campo de tomate, cayó de rodillas y contempló el desastre… En ese momento apareció mi abuela, le hizo una caricia, lo levantó, lo abrazó y le dijo: ‘la comida ya está lista, mañana seguimos, empecemos de nuevo’, y yo no me saco esa frase de mi cabeza».