El ingeniero agrónomo Aarón Pavlovsky llegó a Buenos Aires desde San Petersburgo en 1883. Tras ser contratado por el gobierno de Julio A. Roca como inspector general de Agricultura, se afincó en Mendoza, fundó una familia y dirigió la Escuela Nacional de Agricultura, con sede en la provincia.
Por Miguel Títiro (*)
La historia de la familia Pavlovsky está muy ligada a Mendoza. Se inicia en Rusia, a mediados del siglo XIX. Con el paso del tiempo, 2 de los 8 hijos de Santiago Pavlovsky y Agafia Guershova (ambos enterrados en el Cementerio de la capital mendocina) se destacarían en Mendoza por diversos motivos. Aarón, el mayor, debido a su trascendencia en los estudios agronómicos y la vitivinicultura, y una de sus hermanas, Rosa, por haber aliviado padecimientos como enfermera durante la mortal epidemia que azotó la provincia a fines de 1886.
Los dos hermanos más grandes, Aarón e Isaac, fueron arrestados muy jóvenes en 1875, en la Academia de Medicina de San Petersburgo, por hacer propaganda en contra del régimen zarista de Alejandro II, quien con las redadas policiales llamadas progroms, invadía los hogares judíos, que se hallaban identificados con la cultura francesa, tan difundida por entonces en las familias más cultas de Rusia.
Ambos hermanos fueron desterrados y enviados al norte de Rusia, de donde lograron escapar, Isaac a Francia y Aarón a Bélgica. El primero toma contacto con escritores, artistas y bohemios. Aarón se vincula a la vitivinicultura y luego se muda a Estados Unidos, involucrándole con la secta de los cuáqueros. Retorna empobrecido a París en 1879. Tenía entonces 22 años.
En la Ciudad Luz, Aarón conoce al escritor ruso Iván Turgueniev (1818-1883), quien se interesó por su situación y lo impulsó a ingresar a la Escuela Nacional de Agronomía de Montpellier, donde finalmente se recibiría como ingeniero agrónomo especializado en vitivinicultura.
En 1883, bajo la presidencia de Julio Argentino Roca, el gobierno argentino lo contrató para ocupar el puesto de inspector nacional de Agricultura y poco después fue nombrado director de la Escuela Nacional de Agricultura, en Mendoza, al frente de la cual estuvo 4 años.
Según el libro «La vitivinicultura en 1910», del ex Centro Vitivinícola Nacional, Aarón Pablovsky dio un gran impulso al establecimiento. Su primera preocupación fue dotar a la Escuela de profesores competentes, para cuyo fin llamó a varios especialistas de su confianza. Esto le trajo resistencias, pero el resultado práctico se vio pronto, pues al año y medio de su dirección «se diplomaban los 8 primeros agrónomos argentinos, después de rendir brillantes exámenes», según consta en la obra citada.
Su idea no era quedarse en Mendoza por mucho tiempo, pero echó raíces aquí al casarse con María Luisa Molina y Videla Correas, nieta del ex gobernador mendocino Luis Molina y bisnieta del también ex gobernador Pedro Molina.
Aarón vivió alternativamente en Mendoza y Buenos Aires, entre los años 1883 y 1918, cuando se produjo su muerte, a la edad de 63 años.
En 1884 fundó la bodega La Purísima, en Guaymallén. Sus vinos llegaron a ganar en 1907 una medalla de plata en un certamen realizado en Saint Louis, Estados Unidos.
Aarón volvió dos veces a Europa, una en 1907 y la otra en 1913. En uno de esos viajes dio una conferencia en el Museo Social de París, sobre la región de Cuyo y su futuro. Incluso escribió libros mencionando el gran porvenir que le atribuía a no sólo a nuestra provincia sino a toda esta parte del país.
Debido a sus comentarios, charlas y conferencias, impulsó una importante inmigración europea a estas tierras cuyanas, sobre todo francesa.
Pionero en la búsqueda de nuevos mercados
En enero de 1915 se realizó la «convención de notables» una reunión de bodegueros en Mendoza . La preocupación pasaba por dedicarle al encuentro un diagnóstico y solución a la crisis vitivinícola. “En esa ocasión el señor Pavlovsky se opuso a los proyectos presentados al gobierno por varios industriales”, ya que entendía que estaban “basados en la destrucción de los productos, entendiendo que era anti-económico formar industrias para no aprovechar luego de sus frutos”.
Su posición contrastó con la de los 40 allí presentes, que resistían “la conveniencia de ensayar la exportación de los vinos, como también su destilación para la obtención de cognac (…) y la de reservar el producto elaborado de mayor calidad, sin perder ni tirar un solo grano de uva”. Sin embargo no se desanimó el empresario de origen ruso. Y un mes más tarde, en febrero, “suscribió un contrato con el gobierno de Mendoza comprometiéndose a exportar al extranjero”. Para ello le propuso al gobierno mendocino hacerse cargo de las exportaciones de vino, en lo que puede considerarse el primer paso institucional hacia la apertura de nuevos mercados.
De este modo, “ha venido a abrir amplios horizontes de progreso y a resolver el problema de la superproducción que amenazaba infligir severas pérdidas a los grandes productores de las provincias de Cuyo”. Pavlovsky era consciente que la crisis del sector se debía, en buena medida, al desequilibrio entre la oferta y la demanda. Y la situación no era más que desesperante, a punto que el gobierno mendocino había aprobado, en 1914, una ley que prohibía nuevas plantaciones de vid. Y más aún todavía: al año siguiente el mismo gobierno debió comprar buena parte de la producción, que en muchos casos ni siquiera llegó a cosecharse. Los únicos beneficiados fueron los bodegueros sanjuaninos, que arrasaron con la compra de las mejores vides producidas en las fincas mendocinas. Pavlovsky fue uno de los pocos bodegueros que entonces alertó sobre aquellos inconvenientes. Práctico, les propuso un nuevo esquema para el comercio de vinos, que también padecía el impacto negativo de la crisis económica producto de la Primera Guerra Mundial. De ese modo logró firmar un contrato con el gobierno por el cual se comprometía a exportar 50 mil hectolitros en el plazo de 12 meses. Por lo que de inmediato viajó a distintas ciudades en otros varios países: Brasil, Uruguay, Paraguay, Inglaterra y Francia. Y aunque no fuera un país sino un confín también se propuso llevar el vino de la región a la indómita Patagonia argentina, hasta entonces consumidora de vinos españoles.
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El primer movimiento comercial de exportación en manos de Pavlovsky se produjo hacia Río de Janeiro (500 hectolitros). El segundo hacia San Pablo (250 hectolitros), lo que supuso un avance en mercados dominados hasta entonces por caldos portugueses. Al Paraguay y Uruguay se enviaron 8000 hectolitros. En el viejo continente las gestiones no fueron menores: en Inglaterra se comenzaron las primeras negociaciones de la industria, y a Francia, por gestión de la importadora Casa Portalis & Cía, se llevaron 15 mil bordalesas. El éxito de la misión obligó a que este país nombrara una comisión encargada de comprar vino mendocino para los soldados de su ejército. En consecuencia, Pavlovsky no sólo cumplió los términos del contrato con el gobierno sino que además colocó buena parte de su producción en aquellos mercados. Y la evidencia mayor de lo positivo del contrato fue que el gobierno mendocino decidió liberar de todo impuesto los productos destinados a exportaciones, políticas que también fueron adoptadas rápidamente por el gobierno nacional.Al ser consultado sobre otras medidas para “levantar” la industria de la crisis, Pavlovsky demostró ser un hombre de convicciones simples: “Equilibrio entre la oferta y la demanda, manejo racional de los sobrantes, ya sea exportándolos, destilándolos o haciendo vinos seleccionados de reserva, ampliar las bodegas actuales, construir depósitos para vinos estacionados, establecer venta directa al consumidor, fabricar vermut, jugo de uvas, vinos concentrados, vinos de postre, mistelas…”. Y pensaba que una vez concluida la Primera Guerra Mundial, el secreto era “organizar la venta de uva fresca en el Brasil y en Europa”.
Una abnegada enfermera
Una de las hermanas de Aarón e Isaac, Rosa, se recibió de enfermera en París y comenzó a estudiar medicina. En 1886 se desató la epidemia de cólera en Mendoza y rápidamente hizo crisis la falta de médicos y enfermeros para atender la emergencia. El entonces gobernador Rufino Ortega le pidió ayuda a Aarón (el mandatario era pariente de la esposa del ruso, María Luisa Molina). Aarón mandó a llamar a su hermana Rosa, quien llegó a la provincia con un grupo de enfermeros. La joven trabajó cuidando a los enfermos de cólera, dando muestras de una abnegación y entrega totales. Permaneció aquí hasta que la situación se normalizó.
En poco tiempo ganó fama por su profesionalidad y dedicación. Vivía en aislamiento junto a los pacientes, muchos de ellos moribundos. Luego de esta triste experiencia, Rosa regresó a Buenos Aires, donde intentó proseguir los estudios de medicina, pidiendo el régimen de equivalencia para iniciar el tercer año de la carrera, dado que ya había cursado 2 años de medicina en París, pero la solicitud le fue denegada.
Entonces, Rosa volvió a la Ciudad Luz para terminar su aprendizaje. Se graduó en 1891 con una tesis sobre las enfermedades infecciosas del aparato reproductor femenino. Fue condecorada con la Legión de Honor por su trabajo en Mendoza.
(*) El autor es periodista de Diario Los Andes de Mendoza.
Investigación: Matías Capillas Martín.
Fuentes: Jacques Pavlovsky (residente en Francia) y Silvina Herz de Beazley