La poda es la eliminación de las partes vivas de la vid para modificar el hábito de crecimiento natural de la cepa, adecuándolo a las necesidades del viticultor. Gracias a ella se puede regular la cantidad y la calidad de la cosecha. Su historia se remonta al siglo X a. C. Las primeras menciones a esta práctica, entre la técnica y el arte, aparecen en poemas del célebre escritor romano Virgilio, en el siglo I a.C. Y los primeros testimonios certeros y documentados en una crónica del agrónomo griego Florentino, del siglo III d.C.
Los sistemas de poda evolucionaron a su paso por las distintas culturas, desde la tierra de Zeus a los etruscos, los romanos y los americanos. Aquí reproducimos una breve historia de esta técnica, «La poda de la vid», escrita por los especialistas Gustavo Alquiló, Aníbal Catania y Germán Aguado, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
Del siglo X al siglo VI a.C. el cultivo de la vid tomó en Grecia destacable importancia. Los griegos trabajaban y abonaban sus viñedos con esmero. El desarrollo de los viñedos griegos consiguió superar las fronteras, gracias a que en su afán colonizador llevaron la técnica del cultivo por todo el Mediterráneo hasta alcanzar las costas de Francia y España.
Si bien se estima que la aplicación de la poda a la planta de vid data de tiempos remotos, la primera documentación cierta de la misma recién aparece en la literatura griega. Florentino, agrónomo griego de la primera mitad del siglo III d.C. escribió haciendo alusión a las vides que se plantaban usando como punto de apoyo los árboles: «Se debe tener presente que este tipo de vides, o sea, las que trepan por los árboles, han de dejarse largas en la poda, de forma que los sarmientos queden no más cortos de dos codos».
Al parecer los griegos fueron pioneros en adoptar la poda para mejorar la producción de la vid, llegándose a practicar como un verdadero ritual. La misma se iniciaba a fines de febrero, antes de la ascensión de la savia, 60 días después del solsticio de invierno (Mo, 1979). Desde la península helénica esta práctica se difundió hacia Italia. Los etruscos al observarla y convencerse de su eficacia finalmente la terminaron adoptando a sus prácticas culturales.
Estos antiguos pueblos fueron creadores de dos concepciones vitícolas completamente opuestas. Por su lado los etruscos, seleccionaban vides selváticas del bosque provenientes de Vitis vinífera ssp. sylvestris conduciéndolas sobre sostenes vivos, frecuentemente árboles bastante altos, dejando que la vid exprese su crecimiento libremente, sin podarla o haciéndolo a intervalos prolongados. Como resultado se obtenían plantas muy productivas pero los vinos eran de muy baja calidad.
Los griegos, en cambio, formaban viñedos de alta densidad obteniendo plantas pequeñas, “arbolillos”, sin sostén o con pequeños sostenes muertos, practicaban una poda corta y anual. Utilizaron variedades de Vitis vinífera subsp. sativa (moscatel, malvasía, etcétera), provenientes de la zona del Cáucaso traídas a través de Egipto (Fregoni, 1998). La calidad enológica de estas uvas era superior a la obtenida con las cepas y manejo del sistema etrusco.
Estas dos filosofías vitícolas coexisten en la actualidad en gran parte del mundo y han evolucionado hasta lo que hoy conocemos como Sistema Griego, de alta densidad de plantación y baja producción por planta como por ejemplo los sistemas de conducción en vaso o Gobelet y en espaldero y Sistema Etrusco, de baja densidad de plantación y plantas voluminosas con altas producciones como los sistemas en parral.
Los romanos heredaron de los griegos todo el saber a cerca del cultivo de la vid y la elaboración del vino, extendiendo dichas prácticas hasta los confines del Imperio.
El célebre poeta Virgilio (siglo I a.C.), hizo referencia en sus obras a la fuerte poda que requería la vid adulta para poder dominar sus ramas desbordantes, eliminándose prácticamente toda la vegetación del año anterior, mientras que a las plantas jóvenes sólo se les hacía una poda muy leve.
Por su parte Columela, agrónomo romano del siglo I d.C, en sus obras de agricultura se refiere a la poda de la vid expresando: “Siempre que el viñero ha de dar esta labor, ha de observar tres cosas principalmente. La primera llevar la mira de que produzca fruto, la segunda escoger ya desde entonces para el año siguiente los sarmientos más fértiles, y por último asegurar a la viña la más larga duración”.
Además ya hacía referencia al concepto de poda equilibrada diciendo: “No es fijo el número de sarmientos que se les ha de dejar. La vid viciosa, si no se la reprime dejándola llevar fruto, deja mala flor y toda se vuelve madera y pámpanos; la endeble por el contrario padece cuando se carga mucho”.
Pocos años después, Plinio el Viejo (siglo I d .C), en su obra Naturalis Historiae, dejó escritas varias instrucciones sobre la poda de la vid; una de ellas hace referencia al período de inicio, el cual si se comenzaba antes de tiempo muchas veces era causa de que el vino luego saliera malo. Además, enfatizó los beneficios de la poda sobre la producción afirmando que “todo aquello que se quita a la madera, se da al fruto”.
Con la caída del Impero Romano, el comercio del vino fue interrumpido y las plantaciones comerciales de vid declinaron.
En la Edad Media, la Iglesia Católica reemplazó a los romanos en la difusión de cultivo de la vid a nuevas regiones, intercambiando germoplasma a través de las cruzadas y la difusión de su religión en el norte de Europa.
Los monjes cistercienses de Borgoña fueron los primeros en estudiar el suelo de la Cóte d’Or, en transformar los viñedos seleccionando los mejores cultivares, eligiendo las parcelas no expuestas a las heladas, que eran las que daban las uvas más maduras y experimentando con la poda.
El desarrollo de la vitivinicultura en Cuyo comenzó a partir de la segunda mitad del siglo XVI (Lacoste, 2013). En 1581 ya habrían existido viñedos en San Juan, mientras que en Mendoza existen documentos que refieren que para 1588 ya se elaboraba vino en cantidad.
Prontamente San Juan se especializó en la producción de aguardientes, mientras que Mendoza en la de vinos (Draghi Lucero, 2005). La poda era una práctica habitual y bien desarrollada por los viticultores del Nuevo Mundo, siendo muy parecida a la que se llevaba a cabo en los países tradicionalmente vitícolas como Francia y España.
Existen documentos escritos del sacerdote jesuita Juan José Godoy que datan del año 1787, en los que se hace referencia a la manera de podar los viñedos en la región de Cuyo, Argentina. En ellos, el cura expresa: «En Mendoza se corta a la cepa todo sarmiento inútil e infructífero, sólo se dejan aquellos que muestran más robustez y vigor y estos no pasan de tres o cuatro. Al sarmiento cortado fructífero no se le dejan sino dos o tres yemas, lo demás se corta. En San Juan se dejan más sarmientos a la cepa y más yemas al sarmiento diciendo que es necesario hacerlo así, porque pueden los brotes resistir a la fuerza de los vientos que son allí fuertes y frecuentes y que cuando se venga a quebrar y así a perderse uno u otro, siempre le queda a la cepa donde echar nuevo sarmiento y nuevo fruto en él”. (Lacoste, 2010)
Durante todos estos siglos de historia de la viticultura y hasta principios del siglo XIX, los sistemas de poda evolucionaron poco; cada zona vitícola desarrollaba sistemas de poda y conducción locales, caracterizados de acuerdo a sus costumbres y materiales que comúnmente poseían. Que si bien estaban en perfecta armonía con las condiciones agronómicas locales, a veces solían ser poco prácticos para trabajar.
Con la llegada de los arados al viñedo, la reconstitución filoxérica y lucha contra las enfermedades en Europa a mediados de siglo, las introducciones del alambre en la década de 1850 y de la tijera de podar en 1890, más los avances en los estudios de la fisiología y comportamiento de la vid, pudieron desarrollarse tecnologías de conducción y manejo más apropiadas a las distintas condiciones edafo-climáticas y objetivos comerciales de cada viticultor.
No obstante, la poda sigue siendo una de las operaciones de manejo del cultivo más antigua y cuyos principios se han mantenido a lo largo del tiempo. De hecho, como hemos visto, Virgilio, Columela y Plinio el Viejo, al comienzo de la era cristiana, dieron instrucciones para la guía y poda de vides que en muchas partes, con excepción de pequeños cambios empíricos, aún se mantienen. No sólo su concepto y filosofía sino también la forma de ejecución. Únicamente ha variado la herramienta utilizada y se ha sustituido la podadera de los romanos por la tijera, aunque pueda ir provista de dispositivos neumáticos o eléctricos para disminuir el esfuerzo físico.
Fuentes: Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y ACE enología