El reciente descubrimiento de tres cuerpos de los antiguos habitantes romanos de la zona del Penedès, junto a restos de ánforas que contenían vino e instrumentos de labranza demuestran, según los arqueólogos, que allí se asentaron por primeros viñateros de Cataluña. Y luego, a través de los siglos, en ese mismo terruño se han cultivado de manera ininterrumpida cepas de la variedad autóctona charelo.
Bajo un viñedo de la zona catalana del Penedès han aparecido recietemente restos arqueológicos de un asentamiento humano datado entre el final de la época íbera y la romana republicana (siglos III-I aC) y la romana imperial (siglos I dC-IV dC) que certifican que Avinyonet del Penedès es el origen de la viña y el vino en Cataluña.
En Cal Bou de Sant Sebastià dels Gorgs se desenterraron en 2021 silos íberos y tumbas de la época romana. Desde 1932 se sabía de la existencia de unos restos arqueológicos descritos por Pere Giró, quien, posteriormente, descubrió en la zona restos de doliums de vino y tejas.
El 31 de enero de 2000 la zona fue decretada espacio de protección arqueológica tras presumirse la existencia de estos restos. La actual intervención arqueológica se realizó tras una abertura con una máquina retroexcavadora con pala (sin garras) de unos 255 m² en la zona con mayor presencia de material arqueológico a nivel superficial.
La excavación, que superó un presupuesto de 25.000 euros, fue financiada por el viticultor propietario del viñedo, Albert Valldosera, por el Servei d’Arqueologia del Deparament de Cultura de la Generalitat de Catalunya y por el Ayuntamiento de Avinyonet del Penedès. Tras finalizarse los trabajos arqueológicos y la exhumación de tres cadáveres romanos, Albert Valldosera volvió a plantar en este yacimiento un viñedo de la variedad autóctona charelo con 40.000 vides. Esta pasada vendimia ya cosecharon las primeras uvas de esta nueva viña que fue la primera de España plantada con vides de 80 centímetros.
Los resultados arqueológicos de la excavación de 2021 se presentaron el 19/1/25, con una pequeña exposición de los hallazgos más destacados. La cooperativa Arqueovitis dio con lo que parece ser un asentamiento humano junto a la antigua Vía Augusta, que fue una de las vías de comunicación más largas construidas durante la romanización.
Desde Arqueovitis se apunta que “teniendo en cuenta la ubicación del yacimiento de Cal Bou y su cronología provisional, nos lleva a sugerir que nos encontramos en un territorio donde predominaba la presencia de las villas romanas y que, por tanto, esta parte del territorio del Penedès está ocultando una red de villas que posiblemente tenían una vinculación muy estrecha con la Vía Augusta y sus cañadas”. Creen haber demostrado que “no se trataban de zonas de paso sino en las que se habían llegado a establecer estratégicamente poblaciones íberas y romanas”.
En el yacimiento, además de tres cadáveres en fosas de una necrópolis romana, han encontrado mucho material cerámico, una podadora de hierro de viña o árboles frutales o una moneda de bronce en cuyo anverso se intuye el perfil del emperador Constantino. La moneda es del siglo IV dC, entre los años 335 y 343 dC.
También se han desenterrado muchos fragmentos de al menos 15 ánforas de vino de 28 litros de capacidad, restos de tégulas (tejas) o de cerámicas de uso doméstico (vasos, enócoes, platos, boles), una fusayola para hilar, una aguja de pelo de hueso, un rascador de piel e incluso material de importación, como una pieza de vajilla de mesa con barniz negro procedente del sur de Italia (Campania).
Algunas de las piezas están siendo recompuestas por parte de alumnos de conservación y restauración de bienes culturales de la Universitat de Barcelona. Los silos excavados, que creen que hubieran podido contener cereales, podrían ser de los siglos II a I aC. La necrópolis sería de los siglos I a IV dC.
Según la arqueóloga Sofía Aldeco Cobo, quien ha dirigido la intervención en Cal Bou, los cadáveres de esta necrópolis romana -al menos uno de los cuales se corresponde a una mujer- fueron enterrados sin sarcófagos en posición de decúbito supino (yacían boca arriba). Sospechan que los esqueletos de estas inhumaciones puedan corresponder a fallecidos que fueron amortajados y sujetos con clavos de hierro a una litera fúnebre de madera. No descartan que en Cal Bou o en sus inmediaciones pueda haber más cadáveres romanos. Los esqueletos han revelado que los individuos sufrieron pérdidas y desgastes de piezas dentales en vida y que adolecieron enfermedades como la artrosis, desgaste de los extremos epifisarios de los huesos o la soldadura de vértebras.
Se han hallado muchas similitudes entre este yacimiento y el próximo de Font de la Canya, de la primera Edad del Hierro, el considerado como origen de la vitivinicultura en Catalunya. El asentamiento de Cal Bou podría ser de la parte final de la época íbera, cuando ya existía contacto de los pobladores cosetanos con los romanos.
El arqueólogo Carles Solé no tiene dudas de que Cal Bou estaba conectado con otros poblados íberos de la zona, y que desde entonces se ha cultivado viña en la zona de forma ininterrumpida. También recordó que una columna del cercano monasterio románico de Sant Sebastià dels Gorgs, del que se está celebrado su milenario, está rematada por un capitel con decoración vegetal de época romana.
Fuente: Diario La Vanguardia. Por Ramon Francàs