A sus jóvenes 42 años, la licenciada en Bromatología Laura Bree puede mostrar una carrera brillante y productiva dentro del mundo del vino. Y también como mamá feliz de Nahuel, Uriel y Tiziano. Actualmente es una de las queridas y respetadas «profes» del Wine Institute de Mendoza, a la vez que ejerce como máxima responsable del Departamento de Investigación, Desarrollo, Innovación y Sustentabilidad de Vivero Mercier, empresa de origen francés establecida hace décadas en Mendoza. Estudió y se perfeccionó en la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) y en la Universidad Juan Agustín Maza de Mendoza, para luego trabajar dejando su impronta en varias importantes bodegas de esta provincia, entre ellas Norton, Pribocar, Mendoza Vineyards y Séptima. En esta entrevista realizada por la periodista especializada Gabriela Fernández para Wine Institute, Laura cuenta cómo y por qué está donde está, agradecida a la vida por su trabajo.
Por Gabriela Fernández
de Wine Institute.
Licenciada en comunicación,
periodista especializada en contenidos de marca.
-(Gabriela Fernández): Laura, ¿cuáles son tus formaciones profesionales?
-(Laura Bree): Soy Licenciada en Bromatología. A los pocos años de recibirme, al ver que mi camino laboral avanzaba por el fascinante mundo del vino, decidí especializarme por medio de un posgrado en Enología y Viticultura, que realicé en la Universidad Juan Agustín Maza.
Luego, al trabajar durante varios años con normas relacionadas a la sostenibilidad, decidí que sería bueno tener algunas herramientas más en esta maravillosa área con la cual me siento fascinada y el año pasado, después de muchas horas de estudio, me diplomé en Desarrollo Sostenible en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNCuyo.
-¿Qué te llevó a interesarte por la Bromatología y cómo la uniste al mundo del vino?
-¡Me gusta mucho la química! Cuando era chica soñaba con vestir esos guardapolvos blancos de científicos y hacer esas reacciones que cambian de color (risas). Siempre me gustó mucho explorar, crear e innovar, por eso me incliné por una carrera que tenga mucha química y así llegue a la Bromatología.
Al recibirme, en el año 2005, realicé mi pasantía curricular en la Bodega Norton y desde allí me recomendaron para el que fue mi primer empleo en la Bodega Pribocar, que se dedicaba exclusivamente a la elaboración de vinos Kosher.
Luego, trabajé en la Bodega Mendoza Vineyards durante 5 años; en ese momento era una bodega que recién estaba comenzando en Argentina y por ello tuve la oportunidad de diseñar y poner a punto su laboratorio enológico. También trabajé mucho con normas de calidad y posteriormente en el sector enológico de la mano de mi querida amiga Jimena López.
Posteriormente estuve un año trabajando en Bodega Séptima, hasta que giró el rumbo de mi vida laboral al ingresar a trabajar hace más de 12 años a Vivero Mercier Argentina. Allí estoy a cargo del Departamento de Investigación, Desarrollo, Innovación y Sostenibilidad y tengo la posibilidad de trabajar con todo aquello que anhelaba de niña.
-Además de todo esto, sos profe del Wine Institute… ¿Qué significa para vos poder transmitir tus conocimientos a tus alumnos?
Hace unos años sentí la necesidad de compartir con otras personas las cosas que fui aprendiendo a lo largo de mi carrera. Creo que aprender es algo infinito y poder trasmitir lo que sabemos es una bendición.
Me encanta la educación, apuesto a la educación, me motiva aprender cosas nuevas y siempre incentivo las personas para que aprendan y se capaciten continuamente. Mi mamá -mi admirada educadora con 40 años en las aulas- siempre me dice: “Lo único que nos llevamos de este mundo, es todo lo que aprendemos” y creo que si se lo podemos dejar de alguna forma a los demás, eso, también es una forma de trascender.
Así surgió la posibilidad de dar clases en Wine Institute, gran instituto de formación vitivinícola que tengo el gusto de acompañar hace dos años y medio y en el que comparto todo lo que he ido aprendiendo del mundo del vino. Para mí, poder trasmitirles a mis alumnos todo lo que sé es muy importante y lo hago con mucho amor.
–¿Cómo hacés para que tus clases sean más dinámicas y amenas?
No es tan difícil, porque tengo a cargo las clases prácticas de análisis sensorial de la carrera de sommelier y los diplomados en enoturismo y márketing vitivinícola, ¡y estoy más que segura que son las más esperadas por los alumnos!.
Me gusta que mis clases sean dinámicas y participativas, que los alumnos se expresen y puedan compartir también sus vivencias, porque de hecho el gran trabajo de trasmitir un vino a otras personas tiene una cuota importante de subjetividad. Entonces, siempre los incentivo a adentrarse en el conocimiento del vino desarrollando el don y la capacidad de abrirse al “mágico mundo de los sentidos”.
Creo que ver, oler, escuchar y sentir son maravillas de la vida y tenemos que aprender a hacerlas conscientes y valorarlas como tales en este mundo que va tan de prisa.
-¿Qué opinás de estas nuevas camadas de profesionales que se están formando en el mundo del vino?
Mmm ¡siempre se los digo! Ellos son el último eslabón de una gran cadena productiva que comienza con una planta de vid, sigue con la elaboración de los vinos, continúa con un canal de comercialización y distribución hasta llegar a quienes tienen el noble trabajo de contar la historia detrás de cada botella.
En el medio, hay miles de manos laboriosas, accidentes climáticos, tiempos de cosechas, rutinas de bodegas, logística, transporte, distribución… Y estas nuevas camadas de profesionales tienen la responsabilidad de transmitir y contar todo esto, porque hoy por hoy los consumidores finales son cada vez más exigentes y están dispuestos a escuchar la historia detrás de cada variedad y detrás de cada vino.
Creo que los consumidores, más que probar un rico vino, hoy buscan vivir la experiencia detrás de ese vino, buscan conocer su historia y aprender de sus atributos sensoriales y con qué maridarlo. Pero también buscan experiencias y vivencias como pueden ser cosechar con sus propias manos, pisonear un hollejo o sentir el aroma de vendimia, y los nuevos profesionales deben estar preparados para acompañar todo esto.
-¿Qué les dirías a los jóvenes y no tan jóvenes que quieran adentrarse en este fascinante mundo acerca de las posibles salidas laborales?
Les diría que se animen, que se capaciten, que estudien, que investiguen, que sientan y que amen lo que hacen, porque es muy difícil trasmitir bonito lo que no se ama… Sin dudas, en el mundo del vino las cosas salen bien cuando se hacen con mucho amor y dedicación.
También que sepan que las posibilidades laborales son infinitas, porque es una industria que permite crear, innovar, y en donde cada vez más el enoturismo está jugando en las grandes ligas. No olvidemos que vivimos en Mendoza: ¡no por nada la llamamos la tierra del sol y del buen vino!
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