Compartimos con nuestros lectores esta nota de opinión publicada en diario Los Andes el 8/2/20, en la que el maestro de enólogos, productor y fuente de consulta del periodismo y la «intelligentzia» del vino propone recetas prácticas para enfrentar la crisis de la vitivinicultura.
«Debemos pensar en la cadena, de la uva al vino, pero también al mosto y la pasa de uva. Del productor a la bodega, porque tampoco sirve pagar vinos a granel a $10 o $20 por litro a los productores si los consumidores tienen que pagar $300 o más por una botella», advierte Mendoza. Y defiende una medida tan razonable como irrefutable: «Deberíamos pactar un precio mínimo de la uva que cubra los costos de producción y una rentabilidad moderada que al menos empate la inflación anual».
Se acerca una nueva Vendimia. Ya se empezó con la cosecha de los primeros racimos de las variedades más tempranas y las coyunturas tapan lo estructural. Los problemas graves de la macroeconomía de Argentina, alta inflación con devaluaciones recurrentes, cambios en las reglas de juego, desempleo y pobreza que duelen, no deberían provocar disensos a los protagonistas de la industria vitivinícola argentina.
Las luchas intestinas no dejan ganadores. “Ni sacar trapitos al sol”, “ni lavar trapitos sucios fuera de casa” sirven para unir las fuerzas vivas de la cadena vitivinícola. Porque debemos pensar en la cadena, de la uva al vino, pero también al mosto y la pasa de uva. Del productor a la bodega, porque tampoco sirve pagar vinos a granel a $10 o $20 por litro a los productores si los consumidores luego tienen que pagar $300 o más por una botella.
Debemos ser más sensatos. Y en la sensatez está el equilibrio y la sustentabilidad del sector en el corto, mediano y largo plazo. No hay lugar para oportunismos. No se puede vender una cosecha por debajo de los costos de producción. No hay un futuro posible.
Para consolidar y sostener a los productores primarios deberíamos pactar un precio mínimo de la uva que cubra los costos de producción y una rentabilidad moderada que al menos “empate” la inflación anual. Aplicando las mismas pautas paritarias que sostienen el salario de los operarios vitivinícolas.
No podemos especular más con el azar de construir un negocio de “un año para los viñateros y 5 años de bodegueros”. La sustentabilidad de la producción está en juego y la calidad de nuestros vinos es la variable de ajuste.
La sustentabilidad está en juego.
No podemos plantear discordias entre los eslabones de la cadena vitivinícola. Las luchas intestinas son inconducentes. El viñatero rezonga del bodeguero. El bodeguero rezonga del distribuidor mayorista. Y éste rezonga con la vinoteca, el restaurante y el supermercado. En la sumatoria, toda la cadena pierde.
Ahora bien, el consumidor no está dispuesto a pagar mayores precios si se plantea una crisis de producción como en 2016/2017, donde algunos valores de la uva superaron el 150% y el vino perdió una importante porción de mercado.
La industria debe proteger la producción primaria, la seguridad jurídica y la sustentabilidad de los viñateros. Sin uvas no hay negocio. Los productores son los verdaderos centinelas y los cuidadores del paisaje vitivinícola. Cada vez que el consumo pierde un punto porcentual se abandonan mil hectáreas de uva y muchas familias de agricultores pierden su arraigo, su sustento y su forma de vida.
Enfrentamos un problema social. Debemos ser más sensatos.
Necesitamos mejor relación calidad/precio y más exportaciones
La industria vitivinícola y sus enólogos no pueden elaborar “vinos sin alma”, “al límite de tolerancias analíticas de genuinidad y originalidad”. Debemos producir vinos con mayor ética y sabor por unidad de precio (mejor relación calidad /precio). Necesitamos exportar más pero no podemos exportar lo que sobra.
Hay muchas bodegas que ofrecen “elaboración a terceros” sin la tecnología contemporánea necesaria. Y lamentablemente sin capacidad de refrigerar los grandes volúmenes de mostos en fermentación. Superar los 30°C en fermentación es jugar a la “ruleta rusa” con la estabilidad microbiológica del vino. Estos establecimientos deberían integrar una “lista de Veraz” para que los productores no elijan más bodegas con “riesgo tecnológico”.
La Coviar es la institución creada, por ley N° 25.849 sancionada el 26 de febrero de 2004, para el análisis estratégico del vino argentino y de toda la cadena vitivinícola. No perdamos el consenso y el compromiso de estar unidos más que nunca, para que la crisis nos brinde oportunidades antes que arrase con todo. La institucionalidad ganada en estos 15 años de trabajo está en juego. Ningún sector por separado ostenta la representatividad de la vitivinicultura argentina. La representatividad del sector está dada por la sumatoria de las partes, el consenso y la institucionalidad.
Jamás tuvimos vinos tan ricos como hoy. Pero mejor serán los de mañana con sensatez, cooperación, cordura, entendimiento y raciocinio. La Vendimia siempre es esperanza, es fuerza renovada, es una nueva oportunidad.
El Vino Argentino, nuestra bebida nacional, ante la crisis económica debe mostrar buen juicio, prudencia, madurez en sus actos y decisiones. Necesitamos dirigentes que se manejen con sensatez y que no despilfarren el gran potencial del vino argentino. No hay lugar a oportunismos cuando hay tanto en juego.
Debemos vender más para lograr mejores equilibrios. Debemos diversificarnos más en mercados y en nuevos productos. La innovación debe ser un objetivo estratégico, al igual que la incorporación de tecnología. Y para ello, una condición indispensable es el consentimiento de todos los integrantes de la cadena de valor vitivinícola, respetando al consumidor que es el único actor que pone en marcha la rueda.
Porque sin consumidores no habrá vitivinicultura.