La producción de vino en la Unión Europea (UE) cayó en 2024 al mínimo histórico en lo que va del siglo XXI, con 138,3 millones de hectolitros, -3,5% con respecto a los ya bajos niveles de 2023. Esta caída fue consecuencia directa de eventos climáticos extremos y la tendencia descendente a largo plazo del consumo de vino (-2,8%, hasta los 103,6 mhl), un volumen no visto en más de seis décadas. En este informe, realizado por Vinetur y difundido por el Observatorio Vitivinícola Argentino, se describen los factores que contribuyeron a esta crisis.

El mercado europeo del vino en 2024 se definió por una policrisis, resultado de una confluencia de presiones graves e interconectadas que pusieron a prueba la resiliencia del sector y aceleraron las transformaciones estructurales. El año 2024 estuvo marcado por un déficit de producción histórico impulsado por el clima, un continuo descenso estructural del consumo exacerbado por las persistentes dificultades económicas, y una paradójica estabilidad en el valor total del mercado, que se mantuvo precariamente gracias a precios récord.
El Informe del Mercado Europeo del Vino 2024: Producción, Consumo y Precio ofrece un análisis exhaustivo del rendimiento del mercado, proporcionando perspectivas basadas en datos para los profesionales del sector que navegan por este complejo y volátil panorama.
Las métricas clave para 2024 pintaron un panorama desolador ante los desafíos enfrentados. La producción vinificada en la Unión Europea (UE) cayó a un mínimo histórico para el siglo XXI, estimada en 138,3 millones de hectolitros (mhl), un descenso del 3,5% con respecto a los ya bajos niveles de 2023. Esta drástica caída fue consecuencia directa de eventos climáticos extremos y erráticos en todo el continente. Simultáneamente, el consumo de vino en la UE continuó su tendencia descendente a largo plazo, contrayéndose un 2,8% adicional hasta los 103,6 mhl, un volumen no visto en más de seis décadas. El descenso fue evidente en la mayoría de los principales mercados de la UE:
- Francia, aunque sigue siendo el mayor consumidor de la UE, vio caer su consumo un 3,6% hasta los 23,0 mhl.
- Alemania, el tercer mercado más grande, experimentó un descenso significativo del 3%, con una caída del consumo a 17,8 mhl.
- Italia, el segundo mercado más grande, resultó ser una excepción, con un consumo que se mantuvo estable en 22,3 mhl (+0,1% vs 2023).
- España y Portugal también desafiaron la tendencia, mostrando modestos aumentos del 1,2% (a 9,9 mhl) y 0,5% (a 5,6 mhl) respectivamente.
Las cifras de consumo per cápita iluminan aún más estas tendencias. Portugal sigue liderando el mundo en consumo per cápita con unos notables 61,1 litros por habitante, seguido de Italia (42,7 l) y Francia (41,5 l). En contraste, el consumo per cápita en Alemania para personas de 16 años o más cayó de 22,5 litros en 2023 a 22,2 litros en 2024, reflejando la contracción más amplia del mercado.
El descenso sostenido en los mercados más grandes y tradicionales de Europa, particularmente Francia y Alemania, indica que la crisis de la demanda no es un fenómeno temporal, sino un cambio estructural profundo. Este descenso fue impulsado por la erosión del poder adquisitivo de los consumidores debido a la inflación y a profundos cambios en el estilo de vida y las preferencias generacionales.
Factor económico
El mercado europeo del vino en 2024 continuó navegando en un entorno económico desafiante, caracterizado por una inflación persistente y el aumento de los costos operativos. Estos factores ejercieron una presión significativa tanto desde el lado de la oferta como de la demanda de la cadena de valor. Para los productores, los efectos persistentes de la inflación en la energía, el transporte y materiales esenciales como el vidrio y los fertilizantes continuaron elevando los gastos de producción. Esta presión de costos sostenida dificultó que las bodegas, especialmente las pequeñas y medianas empresas, obtuvieran crédito y financiaran las inversiones necesarias en la gestión del viñedo y la tecnología de bodega, obstaculizando su capacidad para adaptarse a otros desafíos del mercado.
Simultáneamente, los consumidores se enfrentaron a una erosión de su renta real disponible, lo que condujo a un comportamiento de compra más cauteloso y sensible al precio. Esta presión económica fue uno de los principales impulsores del descenso de los volúmenes de consumo general, ya que los hogares redujeron el gasto en artículos discrecionales, incluido el vino. Esta tendencia fue particularmente evidente en el canal off-trade, donde los consumidores optaron cada vez más por alternativas de menor precio o simplemente redujeron la frecuencia de sus compras. Esta dinámica creó una significativa «brecha de valor» dentro del mercado.
Volatilidad y variabilidad meteorológica
El cambio climático pasó de ser una amenaza futura a un agente presente y poderoso de disrupción del mercado en 2024. Los volúmenes de producción históricamente bajos registrados en toda Europa fueron atribuidos de forma abrumadora por los principales organismos del sector, incluyendo la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) y Copa-Cogeca, a «condiciones climáticas extremas y la consiguiente presión de enfermedades de la vid».
El año no se definió por un único tipo de evento meteorológico, sino por su pura volatilidad y variabilidad regional. Zonas con graves sequías y estrés hídrico y por otro lado regiones que fueron inundadas con lluvias torrenciales sin precedentes, granizadas destructivas y dañinas heladas de primavera que crearon un ambiente ideal para las enfermedades fúngicas.


Francia, azotada por heladas, granizo y enfermedades, sufrió un catastrófico colapso del 23% en su producción, cediendo su tradicional posición como principal productor mundial a Italia, que experimentó una recuperación parcial de su propia mala cosecha de 2023. España también experimentó un significativo repunte en volumen, aunque la producción se mantuvo por debajo de su media de 5 años.
Cambio de gustos
El descenso general del consumo de vino no es uniforme en todas las categorías; está afectando de forma desproporcionada a los vinos tintos. Esto refleja un cambio fundamental y continuo en las preferencias de los consumidores hacia estilos percibidos como más ligeros y frescos. A nivel mundial, el consumo de vino tinto ha caído un 15% desde su pico en 2007, mientras que el consumo de vinos blancos ha aumentado un 10% en el mismo período. Esta tendencia fue particularmente visible en Francia en 2024, donde las ventas de vino tinto en supermercados -un canal clave en volumen- disminuyeron notablemente.
En contraste, los vinos blancos, rosados y, especialmente, los espumosos demostraron una mayor resiliencia. El aumento de las importaciones de Prosecco italiano en el mercado francés es un poderoso indicador de este cambio. Los consumidores, especialmente los grupos demográficos más jóvenes, recurren cada vez más al Prosecco como una alternativa más accesible y económica al champán para celebraciones cotidianas y aperitivos, desafiando el dominio tradicional del vino espumoso francés. Esto no es simplemente un cambio cíclico en la moda, sino una evolución estructural en el gusto.
La preferencia por «estilos más ligeros y frescos» tiene profundas implicaciones para el paisaje vitivinícola de Europa. A pesar de esta contracción en los volúmenes, el panorama del comercio internacional reveló una historia más matizada. Mientras que los volúmenes de exportación globales se mantuvieron estancados en 99,8 millones de hectolitros, el valor total de las exportaciones se mantuvo notablemente firme en 35.900 millones de euros. Esta estabilidad se logró gracias a un precio medio de exportación global récord de 3,60 euros por litro, una cifra que mantuvo el pico establecido en 2023 y subrayó la dependencia de la industria de una estrategia de «valor sobre volumen».
La bifurcación del mercado -un tema clave de los últimos años- se intensificó drásticamente. Los segmentos de vinos premium y espumosos, especialmente el Prosecco, demostraron una considerable resiliencia e incluso crecimiento, impulsados por una fuerte demanda de exportación. En marcado contraste, las categorías de gran consumo y, muy notablemente, las de vino tinto, se enfrentaron a una grave crisis de sobreoferta y caída de la demanda, especialmente en mercados tradicionales como Francia. Este desequilibrio estructural ha forzado una reconsideración estratégica para los productores de todo el continente, impulsando programas de arranque de viñedo respaldados por los gobiernos y acelerando la consolidación del sector.
Premiumización o polarización
El año 2024 también fue testigo de una importante reordenación de la jerarquía de producción tradicional de Europa. A pesar del fuerte descenso en los volúmenes de consumo, el valor general del mercado europeo del vino ha mostrado una notable resiliencia. Una estimación valoró el mercado en 78.500 millones de dólares en 2024, con previsiones que proyectan una tasa de crecimiento anual compuesta (TCAC) del 4,1% hasta 2033. Otros análisis sugieren un tamaño de mercado aún mayor, con algunos situando el mercado europeo del vino en más de 231.000 millones de dólares en 2024.
Esta aparente paradoja -volúmenes en descenso junto con un valor estable o creciente- se explica por dos tendencias interconectadas: precios medios elevados impulsados por la escasez de oferta en algunas categorías, y un cambio de comportamiento a menudo denominado «premiumización» o «beber menos, pero mejor». Un segmento significativo de la base de consumidores, aunque reduce la frecuencia de consumo, está al mismo tiempo optando por vinos de mayor calidad y precio. Este comportamiento sostiene el valor total del mercado, compensando la pérdida de volumen en el extremo inferior. Por lo tanto, el mercado está experimentando una clara polarización.
En un extremo, los segmentos premium y super-premium están prosperando, impulsados por conocedores y un enfoque en la calidad y la procedencia. En el otro extremo, un gran segmento de consumidores muy sensible al precio está impulsando la demanda de productos orientados al valor, incluyendo vino a granel e importaciones accesibles como el Prosecco. Esta dinámica ejerce una inmensa presión sobre la categoría de gama media, que está siendo presionada por ambos lados. Las bodegas que no pueden competir en el espacio premium o en los puntos de precio más bajos corren el riesgo de quedarse atrás en un mercado cada vez más dividido.
Punto de inflexión
El sector vitivinícola europeo se encuentra en un punto de inflexión crítico, donde la adaptación a los imperativos del cambio climático y la evolución de los gustos de los consumidores ya no es una cuestión de elección, sino de supervivencia. La «policrisis» de 2024 parece estar actuando como un poderoso catalizador para una consolidación mayor y más rápida. La combinación de rendimientos históricamente bajos, una demanda interna en descenso y costes operativos persistentemente altos ha creado un entorno en el que los productores más pequeños, menos capitalizados y menos diversificados luchan por seguir siendo viables. Esto no es meramente anecdótico; indicadores específicos de 2024 apuntan a un sector bajo una tensión severa:
- En Francia, un total de 211 bodegas se declararon en quiebra en 2024. Esta cifra representa un dramático aumento del 55% sobre las 136 insolvencias registradas en 2023, lo que indica un fuerte deterioro de la salud financiera para muchos productores.
- En Italia, el número de bodegas continuó su tendencia a la baja, disminuyendo a aproximadamente 30.000 a medida que el sector continúa consolidándose.
- En España, actualmente hay más de 4.300 bodegas, con una notable tendencia hacia la certificación ecológica, que ahora se aplica a más de 1.300 de ellas.
La narrativa que emerge de estos datos es clara. El declive gradual y a largo plazo en el número de productores de vino europeos está transitando hacia una fase más aguda de salida del mercado y consolidación. Los desafíos extremos de 2024 están acelerando esta tendencia preexistente, favoreciendo a las entidades y cooperativas más grandes y financieramente resilientes que pueden absorber mejor los choques climáticos y económicos. La estructura de la viticultura europea se está remodelando activamente, con un resultado probable de menos explotaciones vitícolas, pero más grandes y gestionadas de manera más profesional, en los próximos años.
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