La celebración del vino nuevo este año estuvo marcada por las crisis. Los productores en lucha por los precios de la uva, las instituciones vitivinícolas divididas y la discusión entre “reina sí» o «reina no”, sin mencionar un diciembre de manifestaciones a favor y en contra de la minería a cielo abierto, dejaron su marca en la Vendimia.
Entre desfiles y fiestas, entre desayunos y almuerzos, en medio de protestas de productores en la ruta, esta Vendimia fue más escenario de dualidades que de unión. Quizás los miles de turistas que arribaron a Mendoza no lo notaron. Los colores, el brillo, la música, los palcos y sus uvas, caramelos y melones al cielo conformaron el cuadro ideal. Entre viñas verdes y montañas azules, la Tierra del Sol y del Buen Vino les dio lo que vinieron a buscar. Mendoza, una vez más, se convirtió en una excelente anfitriona. Pero el glamour pour la galerie no fue el mismo que para los actores de la noble industria vitivinícola.
El comienzo de esta Vendimia estuvo marcado, en primer lugar, por disconformidades de los productores, quienes salieron a reclamar su precio justo para el trabajo de un año con severas contingencias climáticas, en un país con inestabilidad económica y futuro incierto.
El valor de las uvas fue protagonista de comunicados, reclamos y negociaciones. La inflación en el último año del 53,8% (DEIE) y el precio de la uva entre $7 y $8 -cuando el valor mínimo según el INTA debería ser de $9,30 y según los productores de al menos $12- subieron a escena enturbiando los festejos.
La crisis institucional no fue menor. Durante el mes previo a la Vendimia Bodegas de Argentina, junto al Centro de Viñateros y Bodegueros del Este y otras agrupaciones de provincias productores, comenzaron con una interminable lluvia de comunicados en contra de la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar), sus nuevas autoridades y el proyecto de un Plan Estratégico Vitivinícola (PEVI) hasta el 2030.
Entre acusaciones de mala administración de fondos y de funcionar sólo como una entidad gremial, y el rechazo de los bodegueros a pagar la cuota obligatoria que establece la ley 25.849, las instituciones vitivinícolas se dividieron en función del apoyo brindado a una u otra parte. La dualidad del momento fue: ¿Bodegas o Coviar? Quién representa a quién comenzó a ser el tema central de las notas periodísticas, dejando a un lado el espíritu festivo de la Vendimia.
El Desayuno de la Coviar y el Almuerzo de Bodegas de Argentina fueron los espacios principales donde cada parte pudo exponer su opinión y posición.
Reinas sí o reinas no
Llegando al tema de las soberanas, la discusión no fue ni política ni institucional. Se trató, más bien, de una controversia entre los opositores acérrimos de la “cosificación femenina” y un público que defiende la tradición sin cuestionar la afectación de los «derechos de la mujer». El debate sobre “reina si» o «reina no» se venía instalando ya hace tiempo, quizás antes de la elección de las reinas departamentales, en diciembre pasado. De hecho, una de las secciones de la Capital mendocina decidió no elegir su reina argumentando que el criterio de selección está basado sólo en la estética, sin tomar en cuenta la totalidad de la persona de cada candidata.
Y aquí está precisamente el punto. En ese barrio consensuaron entre todos realizar una fiesta sin reina. Fue una “elección” de los vecinos.
Elegir es un derecho, es un camino que nos lleva a definir nuestro futuro, y cada uno es dueño de cumplir sueños, objetivos y forma de vida con las elecciones que realice. Las reinas también gozan de ese derecho.
Todos los municipios, menos uno, eligieron su reina, y cada una de las jóvenes que se presentó lo hizo voluntariamente, sin «cosificarse», sólo con su gran ilusión. Casi como en un juego, decidieron candidatearse a la corona, llevar sus capas con orgullo y soñar con esa gran noche en la que podrían convertirse en la máxima soberana. Ellas disfrutan del proceso, son mujeres independientes, que estudian, trabajan y persiguen sus objetivos.
Además de la libertad de elegir de cada una de estas jóvenes, pesa la tradición popular, la aspiración de los vecinos de cada Departamento de contar con una embajadora nacional. ¡Cuántas mujeres, hombres y niños esperan el final de la Fiesta con ansias para saber si su preferida es coronada! ¡Cuántas niñas sueñan con estar algún día sobre el carruaje real saludando a su público! Y no se trata de sueños utópicos, ni de esperar un príncipe azul como las princesas de Disney. Son sólo legítimas aspiraciones, elecciones de vida.
Minería sí o minería no
A principios de diciembre pasado, otro debate conflictivo se instaló en el tablero vendimial: la Comisión de Reinas Nacionales de la Vendimia (Corenave) amenazó con no participar de la Fiesta de la Vendimia si se derogaba la ley 7.722 que prohibe el uso de sustancias contaminantes en la minería a cielo abierto. “El agua de Mendoza no se toca” fue el lema principal de las manifestaciones masivas en contra de ese proyecto del gobierno, y las ex reinas se encolumnaron a ese reclamo. “Minería sí” fue el lema de la contraparte, que defendía de manera ferviente la apertura de una nueva matriz productiva para Mendoza, con sus consecuentes puestos de trabajo. Durante días, cada grupo exigíó frente a la Legislatura el reconocimiento a su postura. Fueron y vinieron. Ganaron unos y perdieron otros. Finalmente la ley «antiminera» quedó vigente y la paz reinó. Aquellos que defendían el agua, las viñas, la tierra de Mendoza lograron su objetivo pacíficamente.
La convicción de las reinas en su reclamo ambientalista desembocó en una paradoja: llamaban a rebelarse contra la elección cuando ellas mismas, en su momento, eligieron ser reinas. Su libertad de elegir las colocó en un riesgoso extremo… Pero, al final, otra vez los hechos se alinearon con el espíritu vendimial. Porque una Vendimia sin reinas hubiese sido ¡una catástrofe! ¡Un imposible!
Sólo el Departamento de Malargüe, donde la minería es un recurso económico clave, decidió no participar de la Fiesta, en protesta por la vigencia de la prohibición antiminera.
No hubo una Reina 18, fueron 17 las que siguieron su ilusión de alcanzar la corona, con una sonrisa y una manito saludando al «pueblo» que las ovaciona.
Sucede que las fiestas a veces no son tan festivas. Basta con mirar dentro de uno cuando llega la Navidad y el Año Nuevo: familia sí, familia no, la tuya o la mía, acá o allá… A fin de cuentas, somos «humanos, demasiado humanos».