El dictador alemán era vegetariano, abstemio y no fumaba, pero mandó a sus tropas a saquear las bodegas de Burdeos y La Borgoña, de donde se llevaron más de medio millón de botellas del mejor vino galo. El tesoro fue a parar a la fortaleza Nido del Águila, en los Alpes bávaros. Allí, con la anuencia del Führer, sus generales solían descorchar en las reuniones valiosos Rothschild, Mouton y Lafite, algunos con más de 50 años de añejamiento. Cuando el 5 de mayo de 1945 las tropas francesas tomaron el búnker, brindaron con esas botellas. Pero fueron los soldados estadounidenses, unos días después, los que arrasaron con miles de botellas en el festejo de su hazaña bélica. El escritor y periodista Pedro Escobar contó la historia en la web buenosvinos.org, en la nota que a continuación reproducimos íntegramente.
Adolf Hitler era vegetariano, abstemio y no fumaba. Sin embargo, sentía una profunda obsesión por rodearse de arte y buenos vinos franceses.
Aunque el dictador no bebía, los generales nazis que lo rodeaban disfrutaban de las botellas de vino que el ejército alemán saqueó a su paso por Europa. Muy particularmente en las provincias francesas durante la ocupación de Vichy en la Segunda Guerra Mundial.
Hitler tenía en su famosa residencia Nido del Águila una colección privada con más de medio millón de botellas del mejor vino francés. Los Rothschild, los Mouton, los Lafite. Los mejores vinos de Burdeos, y también de La Borgoña, además de champañas Bollinger, Krug, Pommery y Moët, entre otros.
No es casual que la liberación más codiciada por la coalición aliada, con Estados Unidos al frente, fuera la toma del Kehlsteinhaus, el búnker personal de Hitler, construido en la cima de una montaña en los Alpes Bávaros, cerca de Berchtesgaden, Alemania.
Lo que encontraron los soldados franceses que tomaron la residencia el 5 de mayo de 1945 fue un tesoro insospechado: miles de botellas de los famosos vinos Premier Cru de la casa Château Mouton Rothschild de Burdeos, Francia, considerados como uno de los mejores tintos del mundo.
Fotografías y archivos del Ejército francés demostraron que los galos llegaron antes que los americanos al Nido del Águila. El general Georges Buis declaró que sus tropas arribaron temprano en la mañana, rescataron lo que pudieron y se escabulleron pocos días después, cuando vieron que llegaban las tropas estadounidenses.
Los franceses consideran al vino como arte. Para ellos, reclamar las botellas como parte de su acervo cultural era motivo de especial orgullo. Los soldados norteamericanos, en cambio, eran jóvenes rurales que desconocían por completo lo que tenían frente a ellos.
Para sus generales, el objetivo principal era tomar el Nido del Águila por el valor simbólico que tenía para Hitler, ya que el chalet había sido un regalo de cumpleaños para el Führer. Para los estadounidenses, el destino del vino era totalmente intrascendente.
Las tropas norteamericanas descorcharon miles de botellas celebrando la caída de los alemanes sin saber el valor de lo que bebían. Las fotografías del 10 de mayo de 1945 atestiguan su presencia en el Kehlsteinhaus. Además, la escena ha sido recreada en más de una ocasión en películas y series como «Band of brothers» de Steven Spielberg.
Los yankis, sin saberlo, tuvieron una de las borracheras más caras de la historia. Se estima que lo que se bebieron eran en su mayoría vinos y champañas de crianza con un añejamiento superior a los 50 años.
Hoy en día, el Nido del Águila, ubicado en la provincia alpina de Buswendeplatz, está abierto al público como atracción turística. Un estrecho sendero pavimentado conduce en varios caminos de terrazas hasta Kehlsteinhaus. Al pie del risco que corona la mansión fortificada que alguna vez perteneció al Führer se ubica el ascensor Kehlstein, un elevador de 124 m de altura que termina directamente en el vestíbulo de Kehlsteinhaus. La entrada al ascensor es una puerta hecha de bloques de granito, que conduce a un túnel también de 124 m de largo y 3 m de alto. El ascensor está cubierto enteramente con bronce y finos cristales.
Del destino de las botellas no se sabe casi nada. La escritora Virginia Gasull sugiere en su novela «In vino veritas» que posiblemente muchos de esos valiosos vinos se encuentren hoy en las cavas de coleccionistas millonarios, luego de los intríngulis del comercio y del mercado negro de posguerra. Aunque la trama de su novela es ficción, la escritora española pasó muchos meses de investigación siguiendo las huellas de las botellas en museos y archivos franceses.
Entrada de los yanquis al Nido del Águila, película Band of Brothers
Extracto de la novela In Vino Veritas, de Virgina Gasull
“Abril de 1945. Las tropas aliadas ya han desembarcado en el continente y están liberando Francia junto con tropas del ejército francés. Se han internado en Alemania y están a punto de llegar a Berchtesgaden. Hace calor, el camino es muy complicado, y tienen que detenerse con frecuencia por el peligro de minas y trampas.
«El aire es demasiado tenue y les cuesta respirar. Cuando llegan a la cima, están exhaustos. Entran en la casa, y en el sótano se encuentran con una puerta blindada. Colocan una pequeña carga de explosivos. La detonan, y una vez que se despeja el polvo y el humo, la puerta aparece ligeramente abierta. Y Bernard se cuela por la pequeña apertura.
«Está muy oscuro. Enciende la linterna, ilumina la enorme estancia, y le cuesta unos segundos darse cuenta de lo que allí hay. No se lo puede creer. Apunta con la linterna a las paredes de la estancia, y se queda abrumado. Sólo se ven botellas y más botellas. En las estanterías de las paredes, en cajas de madera… Están todos los grandes vinos, todas las añadas legendarias. Los Rothschild, los Mouton, los Lafite… los mejores Burdeos, los más extraordinarios vinos que ha visto nunca. Echa una cuenta rápida. Por lo menos hay medio millón de botellas.”
Fuente: buenosvinos.org (Pedro Escobar)