Como político, economista y hombre del vino, Gabriel Fidel tiene una visión panorámica que le permite analizar la realidad de la industria con fundamento en la historia y perspectiva de futuro.
Fidel ha ocupado todos los cargos públicos apropiados para potenciar la bebida nacional y capitalizar su irradiación en beneficio de Mendoza: subsecretario de Turismo, ministro de Gobierno, ministro de Economía, director de Medio Ambiente y Servicios Públicos de la Municipalidad de Mendoza y, actualmente, parlamentario del Mercosur en representación de Cambiemos. Desde la actividad privada, también se puso la camiseta del vino y jugó para la provincia: director de Wines of Argentina, ejecutivo de Bodegas de Argentina, consejero del BID y de la Consejería Agrícola de la Embajada de Argentina en los Estados Unidos y gerente de bodegas locales como Piattelli.
Entrevista: Lorena Mellone y Pedro Straniero
Su libro “Turismo del vino: la experiencia argentina” (Mendoza, Ediunc, 2016) puso en escena en el mundo los museos del vino y establecimientos enoturísticos de Mendoza.
Desde la docencia en la UNCuyo, hoy comparte su saber con estudiantes que mañana conducirán la industria, diseñarán políticas y comunicarán el vino.
En entrevista exclusiva y a fondo con Enolife, Fidel advierte sobre los límites del mercado interno y visualiza los alcances de la estrategia exportadora. Cómo beneficiará a la vitivinicultura el tratado de libre comercio Mercosur-Unión Europea, cómo se revierte la crisis relativa del sector y cómo se aprovechan las oportunidades, son temas que Fidel, desde el profundo conocimiento, aborda con claridad.
¿Cuándo y cómo te empezaste a interesar en el mundo del vino?
Yo empecé a meterme en el tema a principios de los ’90. Pero la vitivinicultura ha tenido distintos momentos de transformación desde la época de la colonia, nada menos. A las primeras viñas las plantaron los conquistadores españoles, y después hubo distintas fases de cambios, la última con la primera ola inmigratoria europea y la llegada del ferrocarril. Primero se plantaron cepas francesas, luego se renovaron y esa actualización condujo a una vitivinicultura industrial. Con los trenes y la construcción de grandes bodegas, se logró mejorar la comercialización… Y así hasta los años ’90, cuando hubo otra transformación muy importante, no sólo en la vitivinicultura sino también en otras industrias, por la apertura económica, por la posibilidad de importar bienes de capital y la llegada de inversores extranjeros. En esa época se produjo una gran reconversión de la vitivinicultura. Por entonces, yo daba clases de economía regional y estudié el tema, hasta que me tocó estar al frente de la Subsecretaría de Turismo, con 36 años, y luego como ministro de Economía, con 38. Allí tuve que ocuparme de la parte regulatoria, y años después, ya del lado privado, me ocupé de la parte empresarial de la vitivinicultura… Así que tuve la suerte de estar en los tres mundos, el académico, el estatal y el privado.
Con la mirada que te da haber trabajado varios años en esos tres ámbitos, ¿cómo ves la evolución de la vitivinicultura en los últimos 20 años?
No podés analizar lo que paso en la década del 2000 y en la actual si no analizás primero lo que paso en la década de los 90. A la par de la transformación de la que hablaba antes, al producirse la devaluación del peso hubo un tipo de cambio muy conveniente para exportar, y ya la vitivinicultura estaba muy preparada, tanto a nivel del viñedo como de las bodegas y los recursos humanos. El sector enfrentó con mucha fortaleza el desafío de la exportación, y por eso se dio un auge enorme, con tasas de crecimiento en el sector del 20% anual hasta el año 2010, más o menos. Ahí fue cuando logramos entrar en los mercados más exigentes y que el mundo hablara de nuestro malbec.
Pero despues, en esta última década, la cosa se le puso más difícil a la vitivinicultura, porque no hay buenas condiciones para la exportación, con un tipo de cambio atrasado y una economía que, en general, no estaba orientada hacia la exportación. A ello se le suma la competencia internacional, porque los países exportadores se ponen más agresivos. Frente a esta realidad, la vitivinicultura argentina debe plantearse cuáles son los límites del mercado interno… Porque si bien el mercado interno nacional es muy importante porque el argentino es un gran consumidor, y sería una tontería descuidarlo, ese mercado tiene un techo. Además, con nuestra vitivinicultura de altísima calidad, es un imperativo abordar los mercados externos más exigentes. Este ha sido un poco el devenir de la industria en los últimos años…
¿Por qué hoy la mayoría de los dirigentes de las organizaciones del sector hablan cada vez con mayor insistencia y tono crítico de la “crisis de la vitivinicultura”?
La vitivinicultura, así como la producción en general, viene de años muy difíciles, se juntaron muchos factores adversos. Hasta el 2015, hubo un gobierno con una orientación de la política-económica que no favorecía las exportaciones. Y la vitivinicultura, hasta el 2010, venía creciendo en producción y acompañaba el crecimiento del comercio, con una buena combinación entre mercado interno y crecimiento externo. Pero del 2010 al 2015 deja de crecer hacia afuera, y en los últimos tiempos se detiene hasta la última devaluación, que de algún modo favoreció las exportaciones… Pero las empresas no estaban preparadas de un día para otro para salir a exportar, no es algo automático, todo lleva su proceso. Entonces, creo que a los empresarios les han afectado estos vaivenes de la política económica, la falta de previsibilidad, la falta de una política de largo plazo para abordar los mercados internacionales, la falta de fondos suficientes para la promoción y la falta de acuerdos comerciales que permitan ingresar en los otros países en igualdad de condiciones con los competidores. También hay que tomar en cuenta la competitividad interna, los costos internos que tenemos, más altos que en otros países. Son una serie de factores que generaron una gran caída del consumo interno en general, no sólo del vino.
¿Y cómo se arregla esto?
Bueno, primero es importante la recuperación del mercado interno y segundo, hace falta una política mucho más agresiva en cuanto a exportaciones. También que Argentina tenga más acuerdos internacionales. Y el otro factor que no hay que olvidar es lo que ha pasado en Brasil… Si vos vivís en un vecindario y el líder del vecindario es Brasil, si Brasil está en crisis a vos también te impacta. Y Brasil viene de varios años de caída del consumo, de recesión. Ese es otro de los problemas que tenemos.
En suma, yo creo que hay que poner a la vitivinicultura donde tiene que estar, con una combinación entre mercado interno y externo, y ver qué productos son los que te demandan, dónde los podes colocar, hacer negociaciones inteligentes, políticas a largo plazo más estables. La verdad es que si la macroeconomía no es sana, si es tan inestable, siempre va a afectar a las economías regionales y a la producción en general.
El Mercosur somos nosotros, no es una entidad separada de cada país. La Unión Europea negocia en bloque, y nosotros también debemos negociar a través de una relación intergubernamental, los negociadores son del Mercosur, no de un país en particular. Esa es la mecánica de negociación al ser parte de un bloque comercial. Yo creo nos conviene ser parte del Mercosu, pero tenemos que tener un Mercosur más moderno, más abierto. Pero fijate la paradoja: por un lado miramos a nuestros vecinos y decimos “¡cuántos acuerdos internacionales que tienen!”. Sin embargo, cuando vamos a avanzar a un acuerdo comercial, muchos en la industria se asustan.
Pero no solamente hay que mirar el tema del acuerdo con la Unión Europea… Hay que consolidar una Sudamérica totalmente integrada, una Sudamérica bioceánica, donde tengamos cero barreras de ingreso entre los países. Y esto es complicado, porque las barreras no son solamente arancelarias, son paraarancelarias y fitosanitarias, a veces por temas administrativos, y entonces, de una u otra manera, se entorpece el comercio. Por eso, hoy nosotros tenemos condiciones desventajosas de acceso a los mercados asiáticos, comparándonos con otros países del Nuevo Mundo como pueden ser Chile, Australia o Nueva Zelanda.
Pero volviendo a nuestro país, Argentina es un mercado de tamaño medio, no somos ni un mercado gigante ni un mercado chico, hay que aprovechar y cuidar la característica que tenemos. Pero si vos te quedas encerrado en el mercado interno, después te sobra todo, entonces tenes que buscar el equilibrio entre el mercado interno y el externo.
En los últimos 15 o 20 años han proliferado las bodegas chicas, las bodegas boutique. Algunas subsisten, pero muchas otras han desaparecido o han cambiado a otro negocio… ¿Cómo se analiza ese fenómeno?
Y… Muchos creen que el negocio es fácil, pero hay que saber llevarlo adelante. En realidad, con la calidad de enólogos y trabajadores que tenemos en Mendoza, es posible hacer muchos vinos buenos, casi todas las bodegas tienen vinos buenos. Cuando a mí me dicen que aconseje un vino, yo digo que tengo que mencionar por lo menos quinientos, hay muchos vinos buenos… Sin embargo, el problema está en la comercialización. Las bodegas grandes tienen la capacidad de establecer una política comercial más fácilmente, pero las bodegas chicas no la tienen… Entonces, en el caso de las bodegas chicas, lo que siempre uno recomienda es planificar el negocio y la demanda hacia atrás, es decir, no de la oferta hacia la demanda sino de la demanda hacia la oferta. Primero ver cuál va a ser tu nicho de mercado, donde vas a vender el vino, a quién, cómo. Cómo, qué y dónde son las tres preguntas básicas que hay que hacerse. Si uno encuentra un mercado determinado donde hay facilidades para acceder, entonces hay que meterse en ese mercado, por ejemplo armando un consorcio de exportación con otras bodegas chicas y vender en conjunto. O puedo optar por sólo hacer un producto para el mercado interno. O bien, si uno ha desarrollado un proyecto de enoturismo, producir un vino para vender en el propio establecimiento… La clave es la planificación y la demanda “hacia atrás”. Otra clave es la diferenciación y la innovación. Y finalmente, si no encontrás tu nicho de mercado, lo más probable es que te vaya mal.
Los que han cerrado o fracasado es porque creyeron que este era un negocio muy fácil, y la verdad es que es tan fácil o tan difícil como cualquier otro negocio. Los que lo piensan sólo del lado del glamour se equivocan, en el negocio del vino hay un espacio para el glamour, pero es muy chiquito, la mayoría de los consumidores están en otro lado, entonces eso también puede llevar a la confusión y a los errores.
¿Cómo ves la política de retenciones del gobierno? ¿Podrán estabilizarse las cuentas del Estado y bajar las retenciones?
A mí me parece que cuando se habla de un acuerdo político, hay que hablar de esos temas. Acá en la Argentina necesitamos un gran acuerdo político para estas cosas. Necesitamos primero tener una macroeconomía sana. El gobernador Alfredo Cornejo, en todos sus discursos, siempre habla de la necesidad de una macroeconomía sana, y yo estoy de acuerdo. Porque la mejor política de atracción de inversiones es que los gobiernos logren sanear su macroeconomía. Esta discusión se ha dado en la economía desde hace muchos años. No hay economía sana y que crezca con los niveles de inflación que tiene Argentina, con la imprevisibilidad y los virajes tan violentos de políticas económicas. Vos planificás con un determinado tipo de cambio y de golpe se atrasa, de golpe se devalúa, ambas cosas con la misma violencia… Cuando la dirigencia política haga esa tarea de ponerse de acuerdo, la economía se va a arreglar, la carga tributaria va a bajar en la medida en que baje la inflación.
Necesitamos una Argentina que apueste a una economía sana, que apueste a no tener inflación, y eso va a llevar a generar más ahorro, tasas de interés más bajas y donde hacer negocios sea mas fácil, esa es la mejor política de atracción de inversiones. Por supuesto, después tenés que tener algún tipo de políticas de desarrollo regional, de desarrollo de pymes. Este es un país que tiene mucho desequilibrio regional, entonces hay que tratar de que en el mediano plazo no siga creciendo sólo la Pampa Humeda y el Gran Buenos Aires, si no que crezca más el resto del país. Si no tenemos políticas urgentes de descentralización y de desconcentracion, vamos a tener cada vez más gente viviendo en el Gran Buenos Aires. Lo mismo pasa con la brecha social: si Argentina no resuelve sus problemas de pobreza y de inequidad, cada vez vamos a tener consumidores más pobres… Si no tenemos una economía sana, vamos a tener menos emprendedores que pongan negocios nuevos y se va a concentrar más la economía.
También la política tiene que hacerse responsable de esto. En nuestro país siempre la culpa la tiene otro. Esto es fundamental: en el acuerdo político, tiene que acordarse de que todos nos hagamos cargo del problema.
Vayamos a un tema en el que sos especialista: enoturismo. Además de las grandes bodegas que tienen restaurante y alojamiento, ahora se está viendo que también pequeños productores, con 3 o 5 hectáreas, desarrollan emprendimientos enoturísticos, como por ejemplo de mostrar sus viñas, las tareas culturales, permitirles cosechar y degustar uvas y vinos, etcétera. En San Rafael, por ejemplo, hay un plan de pequeños productores asociados con este objetivo…
-Está bueno. Para esos emprendimientos, primero hay que tener creatividad, saber diferenciarse y ver bien quién es el cliente. Hay muchos tipos de mercados, no hay un solo mercado para el enoturismo, no sólo la visita guiada en la gran bodega… También puede ser el viñedo. Y también puede ser una forma de enoturismo que no esté ligada directamente al viñedo o a la bodega. Por ejemplo, vos podés ser un artista, un poeta reconocido, un pintor o un chef con un pequeño viñedo, y con sólo tener una casita linda, cuidada, una casa antigua con una buena enramada, ya podés generar una razón para ir a visitarte, que no esté ligada necesariamente a la producción del vino.
Yo siempre cuento que visité dos veces Jerez de la Frontera, en España, y fui a dos bodegas y la verdad es que no me acuerdo qué vino tomé… De una, me acuerdo del espectáculo de caballos andaluces que ofrecían, y de la otra, de una pinacoteca espectacular de pintores medievales… O sea, me acuerdo de la experiencia, de la emoción que me provocó esa experiencia, no del vino que tenían.
Otra idea que sé que están desarrollando es ofrecer fincas con alguna instalación para los cumpleaños de 15 de las chicas. Está bueno eso de enfocar en los jóvenes, es una franja etaria descuidada en el enoturismo. Se de otras bodegas que cuando vas te dan un canastito con lo necesario para hacer un picnic en los jardines. Y algunas que ponen juegos infantiles para entretener a los más chiquitos mientras los grandes visitan las instalaciones… Lo que yo les diría a los pequeños productores que encaran esos proyectos, es que sepan diferenciarse, que hagan un mínimo estudio de mercado, que tengan un esquema de cooperación con otros productores de la región… Porque si somos 20 en una zona, y los 20 ofrecemos lo mismo porque no hablamos entre nosotros, entonces no nos irá bien. Es importante generar una plataforma asociativa en cada destino.
La mejor manera de hacer crecer una marca es con el enoturismo, porque tracciona gente, fideliza, es muy importante fidelizar a los clientes, aunque seas una bodega chiquita, porque eso va a impactar favorablemente en las ventas.