Aunque muchos en este país y el mundo lo desconocen, la provincia argentina limítrofe con Paraguay y Brasil, cubierta en un 35% por la vegetación exhuberante de la selva paranaense, alberga -además del yaguareté, la yerba mate y las famosas Cataratas del Iguazú- viñedos cuya implantación crece alentada por programas de gobierno, pequeñas inversiones de pymes y el reconocimiento del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) de 10 localidades con Identificación Geográfica (IG).
La historia de la vid en Misiones tiene más de 400 años, desde 1608 cuando los jesuitas llevaron al territorio sus misiones y sus técnicas de cultivo de vides. En 1700, el padre Antonio Sepp dejó los primeros registros escritos en Argentina sobre cómo elaborar el vino en Misiones. Entre 1995 y 2005, la vitivinicultura tuvo su auge con unas 100 ha de viñas y parrales y producción de vino para consumo provincial y nacional. Tras la caída de la actividad, en los últimos dos años recobró fuerza y actualmente hay 50 familias productoras de vino, uva en fresco, jugos y mermeladas.
En los últimos años, el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), con sede en Mendoza, ha reconocido y homologado 10 Indicaciones Geográficas (IG) en las localidades misioneras de Santa Ana, Concepción, Apóstoles, Alba Posse, Aristóbulo del Valle, 25 de Mayo, Cainguás, Alem, Andrade y Cerro Azul.
Alrededor del año 2000, había unas 100 familias misioneras dedicadas a la viticultura, y unas 100 hectáreas cultivadas. En la actualidad, esas cifras se han reducido a la mitad, con una productividad media de 13.000 a 15.000 kilos de uva por hectárea.
Esta validación del organismo nacional regulador de la actividad vitivinícola premia el trabajo de pequeños productores que mantuvieron sus viñedos y sus bodeguitas artesanales pese a las sucesivas crisis económicas en los últimos 20 años. También es un reconocimiento a la larga historia de vitivinicultura artesanal, iniciada a principios del siglo XVII, cuando los misioneros jesuitas españoles fundaron 15 establecimientos o misiones para evangelizar a los aborígenes guaraníes, tarea que resultó en parte infructuosa debido a la rebeldía de los nativos, arraigados en sus costumbres durante siglos, pero que dejó enseñanzas sobre las técnicas de cultivos agrícolas y otros saberes. Allí se encuentra el origen de la actividad.
Elaboración de vino artesanal, en la currícula escolar
Sobre la clasificación de esas 10 IG, que en la práctica significan una denominación de origen, el sacerdote jesuita a cargo de la huerta jesuítica-guaraní, Agustín Borzi, consultado por el diario misionero Primera Edición, explicó: “Hay que recordar que las denominaciones de origen son sellos o signos distintivos que permiten diferenciar productos con características especiales dadas por el territorio o por factores humanos y que cuentan con una reputación entre los consumidores que prefieren estos productos por ser los originales”. La huerta se desarrolla dentro del ámbito del Instituto Gentilini, donde también se elabora vino artesanal como parte de la currícula de los estudiantes, actividad incluida dentro del proyecto del “vino misionero”.
Desde el INTA Mendoza están investigando los orígenes de nuestra famosa uva chinche, que no es tan chinche sino que tiene una madre francesa… Con ella se puede hacer un vino distinto».
Agustín Borzi, docente jesuíta del Instituto Gentilini de Misiones
“Con el trabajo y el esfuerzo casi personal de algunos productores -dijo Borzi- el objetivo también es mostrar que la provincia tiene historia y tiene trayectoria con este tipo de producción”. Y agregó: “Actualmente, casi todas las provincias argentinas tienen producción vitivinícola, incluyendo Misiones, con variedades como Malbec, Isabella y otras. Además, la indicación geográfica es un paso importante para el futuro de la denominación de origen controlado”.
Y concluyó: “El gran descubrimiento fue que la famosa uva chinche que nosotros siempre teníamos, no era tan chinche sino que tenía una madre francesa. Desde el INTA de Mendoza lo están investigando a ese tema, porque antes se la consideraba una uva de baja calidad y ahora resulta que no, que es una uva totalmente distinta para un vino totalmente distinto”.
Vinos, jugos y dulces de Niágara y Paraguayita
Según el Ministerio del Agro de Misiones, consultado por la periodista Tatiana Tangredi del diario El Territorio de esa provincia, actualmente se producen variedades como las uvas Niágara rosada y blanca, Venus, Isabella (de origen francés), y la conocida como chinche o paraguayita. Los cultivos están distribuidos principalmente en los municipios de Aristóbulo del Valle, San Vicente, Almafuerte, Cerro Azul y Colonia Andrade, donde se elabora vino artesanal, jugo de uva y venta en fresco del producto.
El productor Rolf Smid, asentado en la zona, apuntó que en la actualidad son alrededor de 50 familias las que se dedican a esta producción en Misiones, número que entre 2000 y 2005 había llegado a 100. Hoy en día, hay un total de 30 hectáreas asentadas sobre la típica tierra colorada de la zona, que producen entre 5.000 y 20.000 kilos por hectárea, según los tareas culturales y la variedad implantada en cada viña.
El primer registro escrito sobre la vitivinicultura que se tuvo en el antiguo Virreynato del Río de la Plata lo realizó en Misiones, en el año 1700, el sacerdote jesuíta italiano Antonio Sepp. Allí, les indicaba a los nativos cómo elaborar vino artesanal.
Sobre esta relativa baja cifra de rendimiento, Smid explicó: «Esto se debe a que no todos se animan a este tipo de producción… La inversión del sector privado o de los grandes productores debe permanecer en el tiempo para que esta producción de vid pueda avanzar. También la tecnología y el asesoramiento con la que se cuenta o se adquiere es importante”.
Por su parte, la ingeniera agrónoma y directora de Fruticultura en la Subsecretaría de Desarrollo y Producción Vegetal perteneciente al Ministerio del Agro, Paula Sánchez Kunin, expresó en diálogo con El Territorio: “El cultivo de la vid en Misiones se debe asumir con gran responsabilidad ya que requiere de un adecuado manejo para que el parral genere rendimientos óptimos, sobre todo se debe tener en cuenta que por las características climáticas que presenta la provincia hay que realizar un exhaustivo monitoreo y control de enfermedades”. Y añadió: “Desde el Ministerio se manejan listados parciales en cuanto a los productores basados en las actividades que se realizan como asistencia técnica, líneas de financiación, capacitaciones, visitas a las chacras”.
«No hay una política de precios ni una Cámara que regule la actividad»
El productor Rolf Smid, que produce uvas desde hace 13 años en Ruiz de Montoya, tiene 10 variedades criollas y 2 subvariantes de uvas con material genético suministrado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Además de una hectárea de parrales de vid, tiene 5 hectáreas de ciruelas y 3 de maracuyá. Al respecto, manifestó: “En Misiones hay proyectos con los parrales, pero no son permanentes porque no existe continuidad, tampoco hay una política de precios ni cómo estabilizarlos porque no tenemos una Cámara que regule eso”.
Smid brindó interesantes detalles sobre las modalidades de producción y la rentabilidad del cultivo: «La uva tiene variantes que acompañan al clima misionero, al igual que la ciruela, la uva es un cultivo noble. También la uva se utiliza en una nueva industria, la de la fruta fresca y las pulpas. Allí la uva se utiliza para elaborar jugos, mermeladas, helados, entre otros subproductos”.
Por su parte, la directora de Fruticultura Sánchez Kunin contó una de las iniciativas gubernamentales: “El año pasado estuvimos entregando plantines para que los productores puedan iniciarse en el cultivo, se entregaron como aporte no reintegrable en el marco de la emergencia agropecuaria. Y contamos con importante material de base para iniciarse en el cultivo de uvas”.
Fuentes: Diarios primeraedición.com.ar y elterritorio.com.ar