El 2,4,6-tricloroanisol (TCA) sigue siendo un problema persistente en la industria vitivinícola, porque confiere a los vinos afectados el conocido sabor a corcho o un perfil aromático caracterizado como mohoso. Según los datos proporcionados por el organismo internacional Cork Quality Council (CQC), el TCA afecta a 1 de cada 36 botellas de vino (2,8%) y se origina en el corcho de alcornoque en un 95% de los casos.
La consultora y editora Wine Enthusiast informó en un artículo reciente que entre el 3,5% y el 6% de los vinos muestreados en catas a ciegas se consideran contaminados por TCA o presentan un perfil aromático mohoso. El problema de la contaminación por TCA debido a los corchos de alcornoque o a base de corcho en los vinos está lejos de resolverse. Y este problema puede ser aún más impactante según el tipo de vino.
El impacto del TCA difiere según las categorías de vino
Las investigaciones académicas sobre el impacto del TCA en el perfil sensorial de los vinos muestran que algunas categorías de vinos son más afectadas por la contaminación con TCA que otras. Los vinos blancos, los vinos sin crianza en madera, los vinos espumosos y las bebidas desalcoholizadas o parcialmente desalcoholizadas, comúnmente llamadas No-Low, muestran una sensibilidad aumentada a esta contaminación.
Los vinos espumosos son más afectados por el TCA, porque basta una mínima proporción para que el desagradable gusto a corcho sea percibido en las catas. Según estudios realizados por el Comité Interprofesional del Vino de Champagne (CIVC), el umbral de percepción del TCA es particularmente bajo en los vinos espumosos, alrededor de 0,5 ng/L. En comparación, para los vinos tranquilos, en general, el umbral de percepción se sitúa entre 1 y 4 ng/L. El perfil aromático de los espumosos es uno de los principales criterios de calidad, por lo que es crucial proteger estos vinos de una alteración causada por el TCA.
En los vinos o bebidas desalcoholizadas o parcialmente desalcoholizadas (comunmente llamadas no-low), que pueden asemejarse a soluciones acuosas, el umbral de percepción del TCA es aún más bajo, alcanzando valores tan bajos como 0,03 ng/L. La ausencia total de TCA es, por lo tanto, indispensable para respetar el perfil aromático de este tipo de vino.
Los efectos del sabor a corcho
El TCA inhibe la transducción de la señal olfativa, creando así una inhibición del olfato. En otras palabras, interfiere con la capacidad de oler. Una contaminación elevada por TCA provoca un sabor a corcho pronunciado, es decir, la aparición de un aroma desagradable a moho, cartón mojado. En cantidades menores, el TCA reduce la capacidad de percibir los aromas, volviendo el perfil sensorial del vino apagado y soso. Un perfil alterado por el TCA puede comprometer la percepción global de la calidad de los vinos y esto, más particularmente en el caso de vinos espumosos y no-low.
Para evitar la contaminación por TCA, es indispensable que los productores de vinos no-low y vinos espumosos adopten soluciones de cierre libres de TCA. Los corchos sintéticos y los tapones de rosca ofrecen una alternativa eficaz y confiable del mercado. Y también se están desarrollando corchos de alcornoque aglomerados en los que, por lixiviación, se elimina el TCA, como los de la empresa francesa DIAM Bouchage. Estas soluciones permiten garantizar la preservación de las cualidades aromáticas de cada botella.