En esta nota publicada originalmente en el diario El Memo de Mendoza, el historiador y docente Pablo Lacoste y el escenógrafo, docente y patrimonialista Alejandro Aruj dan cuenta de un rescate económico e histórico: el de la bodega Gargantini, en el que la familia Carbonero tiene un rol decisivo. Es otro aporte de los autores al proyecto de potenciar la vitivinicultura, el enoturismo y la historia sanmartiniana de la zona Este de Mendoza.
Después de 40 años de soledad y silencio, Bodegas y Viñedos Gargantini se está preparando para regresar, en gloria y majestad, para volver a ocupar un papel como polo de desarrollo y prosperidad para Mendoza en general y Rivadavia en particular.
Esta vez, con otros actores y protagonistas, principalmente la Familia Carbonero y la Municipalidad de Rivadavia. Ellos se han articulado también con Pepe Valenti, que está reconstruyendo el palacio Gargantini, de modo tal de recuperar el conjunto residencial-industrial, y ofrecer a los visitantes una experiencia completa, emocionante y única. El proceso de recuperación y reconstrucción del tradicional establecimiento tiene su propia historia épica.
Carbonero y la recuperación de la bodega Gargantini
La historia de Gargantini se cruza con la de los Carbonero, familia con un siglo de arraigo en Rivadavia. Don Mario Carbonero había trabajado en Gargantini como transportista de vino durante gran parte de su vida, había recorrido más de 1,5 millón de km por todo el país para distribuir los vinos de la empresa y en ese cavilar cansino de miles de entradas y salidas a la bodega cargado con el néctar mágico del vino en su camioncito, cuantas veces pensó soñó fantaseó que era el dueño de la Bodega Gargantini y se le inflaba el pecho de solo soñarlo, en silencio. Su mujer pensaba si vos lo soñaste tu compañera lo vivió.
¿Qué diría su familia, su mujer, sus hijos, sus nietos, si ya en su casa hablaba de la Bodega como si fuera suya y en los lugares donde descargaba los vinos en todos los rincones del país se refería a ese lugar como «nuestro»?
Ese lugar ya era de él también, así como de tanta gente que pasó gran parte de su vida allí empujando, tirando el carro del esfuerzo diario para aumentar la producción. Es así que se forjó la pertenencia que pasó de generación en generación, y es así como las familias que se iban multiplicando compartirían un ADN en común.
A través de alianzas familiares, los Carbonero se entroncaron con los Impellizzieri, familia liderada por Cayetano, fundador de la bodega Don Cayetano en el centro de Rivadavia en la década de 1930. Con los años, la Familia Carbonero-Impellizzeri diversificó sus actividades, incluyendo emprendimientos en Córdoba, dedicados a la producción y exportación agropecuaria. En Rivadavia se dedicaron también a la producción y comercialización de ciruelas, motivo que los llevó a buscar un galpón para el secado de la fruta. Esta necesidad impulsó a Emmanuel Carbonero a visitar el predio de la antigua Bodega Gargantini.
«Necesitábamos un galpón para armar los secaderos y la parte industrial de la ciruela y me muestran uno que estaba en el complejo de la bodega, fue lo último que se construyó, pero nunca se utilizó» -recordó Emanuel Carbonero-; cuando voy a ver un galpón en la antigua Bodega Gargantini, le pedí a mi abuelo Mario -que en ese momento tenía 91 años- que me acompañara… Fue muy loco eso, porque el comisionista que nos mostró el galpón nos insistía en que también viéramos la bodega. Yo estaba apurado, pero él insistió y la recorrimos».
El joven empresario observaba emocionado cómo a su abuelo le brillaban los ojitos, y de repente volvía a ser joven, volvía a fantasear, soñar. Y a sus 91 años no pudo guardarse lo que era una crónica anunciada en el imaginario popular de la gente del vino.
Mi abuelo me dijo que hiciera una oferta por la Bodega, y yo le decía que ni loco… Justo en ese momento -año 2017- estábamos armando un proyecto para la ampliación de la bodega Don Cayetano y estaba por hacer una fuerte inversión en tanques de acero inoxidable, así que después de estudiar la oferta, de hacer revisar las instalaciones por ingenieros civiles y especialistas en restauración de bodegas, tomamos la decisión de comprarla. El universo conspiró una vez más porque si mi abuelo no estaba ese día conmigo hoy no estaríamos acá… Mientras veíamos la bodega él me contaba la historia, en primera persona, reviviendo su momento de gloria».
Emmanuel Carbonero, actual dueño de la Bodega Gargantini y líder del proyecto familiar de recuperación.
Para conocer más sobre la Familia Carbonero y la recuperación de la antigua Bodega Gargantini, linkeá en la siguiente entrevista de Enolife a Emmanuel Carbonero (setiembre 2023): Emmanuel Carbonero: «Mi abuelo me inspiró para reactivar la histórica bodega Gargantini»
Aquel abuelo pertenecía a esa casta de titanes del Este de Mendoza compuesta por hombres y mujeres, capaces de emprender misiones de utopía eternas como El Zorro (Don Diego de la Vega), como Don Quijote, como San Martín, como Belgrano, como Juana Azurduy, como Martina Chapanay, como tantos de este lado del mundo.
Así eran las familias de esa época, eran capaces de lograr lo imposible, tenían una cultura del trabajo que emocionaba y que llamaba a imitarlos. Pues bien, aquí apareció el Rizoma una vez más, con tres generaciones de dos familias temerarias capaces de todo por la utopía.
El entusiasmo de los Carbonero-Impellizieri se encontró con un obstáculo: el dueño del predio era un inversor que había adquirido el predio 5 años antes en un remate, y sólo aceptaba vender la totalidad, no una parte. Ellos podían adquirir la parte de bodega, pero no el resto de la propiedad. Entonces surgieron dos socios, dispuestos a invertir y resolver el problema: el viticultor Gilbert, otro titán que compró las 23 hectáreas de terreno inculto, para plantar nuevamente los viñedos tradicionales; y la Municipalidad de Rivadavia, verdaderos representantes temerarios del pueblo, que pudieron resumir el deseo de Rivadavia y de toda la Mendoza Este y adquirió la parte anterior de la propiedad.
Como resultado, el Grupo Familia Carbonero pudo avanzar con su proyecto; y después de 7 años, ha realizado fuertes inversiones en la propiedad, para restaurar buena parte de sus instalaciones (Figura 1). También se han incorporado tanques de acero inoxidable, equipamiento e instalaciones vitivinícolas de avanzada, con la denominación Carbonero Wines.
La gestión municipal y la recuperación de los edificios emblemáticos
Resulta notable el papel que ha asumido la municipalidad de Rivadavia. En 2017, el intendente Miguel Ronco decidió la compra, por U$S 150.000, del predio anterior del complejo, incluyendo los edificios más emblemáticos: escritorios, planta de elaboración de espumante, laboratorios, salas de cata, estacionamiento y herrería, además de la antigua Maternidad. Después del cambio de gobierno, el nuevo intendente, Ricardo Manzur, a través del director de Turismo Daniel Aguilera, puso en marcha un proyecto de restauración y puesta en valor (Figuras 2 y 3).
«Estamos haciendo el rescate de la historia de Gargantini», ha señalado Daniel Aguilera, director de Turismo de Rivadavia. Para ello cuenta principalmente con el apoyo de los vecinos que, a partir de la noticia de la restauración de las instalaciones, ha comenzado a aportar con documentos, afiches, carteles, barricas, botellas, cajones y demás objetos originales de la empresa, a partir de los cuales se está formado una rica colección.
La gente, cuando se enteró que se iba a desguazar la bodega, fue y comenzó a retirar cosas para salvarlas. Barricas, cubas. Y ahora, al saber que la estamos restaurando, las están trayendo: cajones de madera con botellas de vino y espumante. A algunos les cuesta desprenderse porque es parte de sus vidas; hay mucho material. Papeles, afiches».
Daniel Aguilera, director de Turismo de Rivadavia
«En esa bodega trabajaron muchos enólogos importantes. El primero enólogo de Gargantini fue Genio Carrascosa (su nieta trabaja ahora en la Dirección de Turismo de Rivadavia y se encuentra al frente del rescate testimonial de los vecinos). Pasaron grandes enólogos, como Jorge Ricitelli, reconocido como mejor enólogo del mundo en 2012 por Wine Enthusiast; el mismo Ricardo Manzur, actual intendente de Rivadavia, también fue enólogo de Gargantini», acotó Aguilera.
«También estamos realizando rescate de fotografías y videos. Estamos reuniendo los datos para que todo quede para las futuras generaciones. Vamos a dejar todos los antecedentes en un archivo digital. Es un proyecto a largo plazo; comenzó a principios de este año y al final de 2024 pensamos tener la primera parte en funcionamiento. Sería el edificio de la Administración de la empresa donde se encuentra el mobiliario de la época, incluyendo un escritorio que usaba don Bautista Gargantini», añadió Aguilera.
También se está reconstruyendo las cavas subterráneas. Se espera reparar el montacarga para facilitar la visita de las personas que no puedan acceder por sí solas. La idea es poner la cavas nuevamente a funcionar, para que aquel vecino que quiera y con un permiso de por medio pueda elaborar el espumante con el método champenoise, en el mismo lugar y con el mismo equipamiento donde se elaboraba el Garré.
«El objetivo es contar la historia con todos estos elementos -explicó Aguilera-; vamos a hacer un Centro de Interpretación para exhibir las instalaciones y equipamiento que se usaron en la época«. Se espera que para fines de 2024 se podrá librar al público la primera parte de esta reconstrucción.
Se ha logrado la articulación entre los cuatro actores involucrados: la Municipalidad de Rivadavia, Pepe Valenti (Palacio), Emmanuel Carbonero (bodega Gargantini) y Gilbert (antiguos viñedos). De modo tal de ofrecer un polo turístico que de alguna manera pueda evidenciar la grandeza de esta empresa y realizar una visita guiada a los turistas para que comprenda la magnitud explorando todas las áreas: viñedos, bodegas, cavas de espumante, administración y palacio. «Ese es el ambicioso proyecto que tenemos con respecto a Gargantini», sintetizó Daniel Aguilera.
Conclusión
Después de 40 años de invernar, la tradicional Bodega Gargantini, con su palacio y su épica, se está despertando, para volver en gloria y majestad, al servicio del desarrollo territorial de Mendoza Este.
Este resurgimiento es un caso testigo del significado del patrimonio cultural. Ilumina la discusión sobre el concepto. ¿Qué es patrimonio? Ahora se entiende que el patrimonio es lo que la comunidad valora y decide preservarlo para transmitirlo a las generaciones futuras.
El patrimonio es la propiedad de un bien, tangible o intangible, de irradiar un campo de fuerza, dado por su valor simbólico, capaz de significar algo más que sí mismo, y que se proyectó hacia el Rizoma – tejido social, para impregnarlo de sentido. Es también una madeja del mágico «hilo de Ariadna» de la mitología griega, esa hebra que construye vínculos entre las personas, más allá de lo material. Ariadna dio a su amado Teseo un hilo de oro para que lo desenrollara a medida que ingresara al Laberinto y así no se perdiera en el regreso. Para él, el hilo significaba llegar a lo insondable del misterio, la utopía y seguir conectado con el exterior.
Los hechos de 2017 son una prueba elocuente de este fenómeno, cuando se puso en marcha un proceso de movilización de emociones, generado por un establecimiento valorizado por la comunidad como un patrimonio cultural del territorio. La antigua bodega Gargantini se encontraba en ruinas, pero se mantenía intacto su valor simbólico. Algo vivo estaba todavía allí, debajo de los escombros, como pidiendo ayuda, con un susurro de voz temblorosa. Hasta que un oído sensible fue capaz de escucharla. El alma de un antiguo camionero estaba allí, para rescatarla del olvido. Se llamaba Mario Carbonero.