Según analizan los autores Kym Anderson y Vicente Pinilla en una reciente nota publicada en IVES Technical Review, hasta mediados de la década de 1970 en Europa el vino era producido y consumido casi exclusivamente en la región del Mediterráneo y el Levante cercano (Turquía y Cercano Oriente). Hoy es disfrutado en un rango de países mucho más amplio. Aún considerando la drástica y reciente globalización de este producto, el volumen total consumido hoy en día es muy similar a lo que era en la década de 1960.
La aparente inconsistencia entre estos dos hechos –la rápida y creciente globalización y el consumo sin mayor crecimiento en los últimos 60 años– se explica por un enorme declive en el consumo de vino en la mayoría de los países vitinícolas, el rápido crecimiento en la producción de vino y las exportaciones de los países del Nuevo Mundo, el movimiento gradual de los consumidores de otras bebidas alcohólicas hacia el vino en culturas donde previamente se consumían cervezas o licores, y más recientemente un drástico auge de Asia del Este como región importadora de vino.
Anderson (2015) proveyó un estudio de un caso intentando explicar este lento desarrollo en Australia, pero carecía de datos exhaustivos sobre otros países y el mundo previo a 1961 para efectuar comparaciones útiles. Por lo tanto, Pinilla se unió a Anderson y ambos compusieron un equipo de académicos con el fin de explorar empíricamente la historia del mercado del vino de otros países clave, y en el proceso compilaron una base de datos global que fue recientemente sintetizada y actualizada al 2022.
La base de datos revela un alza en el intercambio internacional de vino durante la segunda mitad de la primera ola de globalización (fines de la década de 1840 a 1913), pero que se debió principalmente al diminuto insecto filoxera que migró desde los Estados Unidos a Europa y que devastó la mayoría de los viñedos de Europa, comenzando por Francia a mediados de la década de 1860. Esto condujo a que los viticultores franceses importaran materias primas desde otros países de Europa para completar sus suministros de uva que disminuían, mientras construían nuevos viñedos en la Argelia colonial (la que para el Gobierno de Francia era parte de éste). Pero luego, durante 1920-1960 las exportaciones globales de vino volvieron a caer a su promedio previo a 1870, de no más del 5 % del volumen de la producción global de vino (Figura 1).
Las exportaciones globales de vino pertenecieron casi totalmente a los 10 exportadores principales (todos europeos) tanto a inicios como a fines de la primera ola de globalización, y su contribución era aún del 92 % para inicios de los 1960s. El volumen de los tres principales exportadores siguió creciendo en una base per cápita hasta finales del siglo XX (y el de España incluso más). No obstante, eso se debió principalmente a que su consumo de vino doméstico se estaba reduciendo rápidamente: su consumo anual combinado cayó en 4 mil millones de litros (de un poco más de 12 mil millones) durante dos décadas hasta 1990, mientras sus exportaciones anuales aumentaron de 1 a 3 mil millones de litros. Mientras tanto, desde inicios de la década de 1990, Australia y Chile, y luego Argentina, Nueva Zelanda y Sudáfrica, súbitamente despegaron como exportadores de vino (Figura 2).
El surgimiento del Nuevo Mundo comenzó en Australia desde finales de los 1980s, ayudado por el bajísimo valor de la divisa del país en ese entonces.
Una gran devaluación real a fines de 2001 gatilló el despegue de las exportaciones de vino en Argentina, ayudado por el declive del consumo doméstico local, tal como en España e Italia.
Luego, la competitividad internacional de las bodegas australianas durante la década de 2010 decayó debido a la apreciación de la tasa de cambio real asociada con el boom de las inversiones mineras masivas de Australia. Esa apreciación relativa a las divisas de otros países exportadores de vino permitió a estos últimos expandir sus ventas en países terceros a expensas de Australia.
Nueva Zelanda se vio especialmente beneficiada, incluso exportando más vino blanco a Australia. Este es un claro ejemplo de cómo, en un mundo globalizado, los infortunios temporales de una industria en un país -especialmente de las fuerzas económicas fuera de esa industria- pueden ser un boom para la industria en otros países.
En la década de 1960, las tres bebidas alcohólicas tenían un reparto similar del mercado alcohólico global registrado, pero en las tres décadas subsecuentes la proporción del vino en ese mercado general se redujo a la mitad y representa ahora menos de un tercio del reparto de las cervezas y licores, que se han elevado a poco más del 40 %.
Desde 1960 a la actualidad, globalmente, el volumen total del consumo de vino ha cambiado poco, mientras que las cervezas y licores se han prácticamente triplicado.
El siglo XXI ha visto a Asia del Este convertirse en una región significativamente importadora de vino a medida que sus economías siguen creciendo y sus consumidores adoptan hábitos más occidentales. China dominó ese crecimiento hasta mediados de los 2010s, pero desde entonces su mercado se ha reducido a la mitad. No queda aún claro qué tan temporaria será esa recesión en China porque, aún con el fin de las restricciones impuestas durante 2020-22 en respuesta al coronavirus Covid 19, su mercado se ha mantenido plano.
Información extraída del artículo de investigación “Wine’s belated globalization, 1845 to 2025” (Applied Economic Perspectives and Policy, 2022). Esta es una traducción de un artículo técnico escrito originalmente por Kym Anderson y Vicente Pinilla y publicado el 28/3/24 en IVES Technical Review.