En su carácter de presidente de la Cámara de Comercio, Industria, Agricultura y Turismo de Tunuyán (CIAT), el autor de esta opinión -publicada el 6 de marzo en el canal de Youtube de la Cámara- reclama que las bodegas aumenten de 25 a 55 centavos de dólar el precio del kilo de uva para vinos varietales pagado a los productores primarios. También expresa el decidido apoyo de su organización a las nuevas conducciones de la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar) y del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV).
Pasó una vendimia más y seguimos discutiendo los mismos temas recurrentes de todos los años: precios bajos para los productores, un sobrestock en la oferta de vinos y, al mismo tiempo, una notable ausencia de liderazgo por parte del Estado y de las cámaras gremiales empresarias en la resolución de los problemas de fondo de la vitivinicultura.
Hablamos de una vitivinicultura que produce 24 millones de quintales de uva anuales, con escasas regulaciones y deficientes controles en los procesos industriales. Estos dos últimos factores son, precisamente, los principales causantes del sobrestock que tanto agobia a los mercados y presiona hacia la baja los precios que reciben los productores primarios.
A los productores primarios, a los que reconvierten, a los que tecnifican, a los que hacen los deberes, hay que estimularlos y protegerlos con regulaciones claras. En el Valle de Uco hay productores que se tecnificaron, que reconvirtieron, que hicieron bien los deberes, y que justifican holgadamente que obtengan por su trabajo el precio de 55 centavos de dólar por kilo de uva, o un equivalente de 35 pesos por cada kilo que se le entrega a la industria. Actualmente, los valores rondan entre los 22 y 25 centavos de dólar, es decir, no superamos los 20 pesos por kilo de uva entregada a la bodega. Esto les quita la rentabilidad y los penaliza pese a que han hecho bien los deberes, han invertido y han reconvertido.
Es cierto que hay un sobrestock en la industria del vino, pero permítaseme dudar de la calidad de estos vinos, y de la posibilidad de que estos sean vendidos rápidamente. Lejos de un banco de vinos que pague una renta para aquellos que elaboraron y guardan estos stocks vínicos, deberíamos pensar en soluciones salomónicas, que den destino final a estos stocks vínicos con escasas posibilidades de venta en el corto plazo.
Muchos de esos vinos fueron elaborados sin considerar los patrones de consumo actuales, y ahí están sin venderse, y son la excusa para especular con precios viles a pagar a los productores primarios. No tenemos ninguna duda.
Es el Estado el que debe liderar la reconversión productiva, y es el INV el que debe ejercitar los controles. Sin duda, necesitamos regulaciones para la producción primaria y controles eficaces y rigurosos para la industria. Sin miedos, es el Estado el que debe liderar la producción y la industria a un proceso virtuoso basado en la calidad y en la tecnificación, observando la exportación como objetivo principal, y sin descuidar el mercado doméstico.
Con respecto a la insistente discusión sobre la Coviar, damos nuestro apoyo a la institución y al nuevo liderazgo iniciado por José Alberto Zuccardi, pero con una mirada limitada y con grandes expectativas de cambio. El nuevo liderazgo de Coviar deberá esforzarse por incluir a todos. A los que hoy están y a los que no están, a los grandes, a los medianos y a los pequeños, y desarrollar una estrategia que fomente el desarrollo de una vitivinicultura moderna.
Estamos a tiempo de evitar perder uno de los grandes diferenciadores de la industria vitivinícola, que es la auténtica diversidad productiva, de la cual pocos países del Nuevo Mundo pueden jactarse. Necesitamos una dirigencia responsable que se ocupe de ello.
Por eso, desde la Cámara de Tunuyán seguimos trabajando en pos de la defensa de los intereses de los viticultores del Valle de Uco.