El Valle de Limarí, en la provincia homónima integrante de la región de Coquimbo, Chile, posee una enorme riqueza cultural, histórica, patrimonial, productiva y económica. Sin embargo -según ponen de relieve en un reciente manifiesto 85 personalidades de Chile, Argentina, España, EEUU y varios otros países latinoamericanos y europeos-, sus tesoros permanecen desconocidos para la inmensa mayoría de los chilenos, no están bien valorados ni promocionados ni siquiera incluidos por los touroperadores en los recorridos turísticos patrimoniales del país. Por ello, piden «que se genere un gran salto de calidad en la gobernanza local» e invitan a todos los actores involucrados, desde los simples vecinos a los productores y dueños de restaurantes y hoteles, a conformar una red que impulse un mayor reconocimiento local e internacional de la mayor zona pisquera de Chile. (Imagen principal: Mural de Limarí en la Municipalidad de Monte Patria, foto de Alexandra Kann).
Por Pablo Lacoste, historiador Universidad de Santiago de Chile, director proyecto ANID ATE 220008
Nos unimos para visibilizar el patrimonio identitario del Valle de Limarí, Región de Coquimbo, como medio de tomar conciencia del valor de su acervo cultural y poner en marcha acciones que contribuyan al desarrollo económico, y social del territorio.
Notamos una enorme brecha entre la riqueza cultural construida colectivamente a lo largo de los siglos, y la escasa visibilidad y valoración que la Provincia de Limarí ha recibido de los medios de comunicación y las clases dirigentes en los últimos 80 años, que ahora aspiramos a revertir.
La provincia de Limarí se ha formado por varias capas socioculturales, donde se destacan los diaguitas, los hispanocriollos de la época colonial, y los vitimigrantes mallorquines que ingresaron a fines del siglo XIX, buscando tierras limpias, huyendo de la filoxera que destruyó los viñedos europeos. A ellos se sumaron los inmigrantes alemanes como los Claussen, establecidos en Hacienda Juntas (Monte Patria) en 1892, cuyo hotel boutique es hoy un referente en el territorio.
Entre ellos todos ellos modelaron el territorio que, como mosaico multicolor, ha generado paisajes culturales totalmente originales y únicos.
El Valle de Limarí se destaca por su producción agrícola, sus paisajes del viñedo y sus pisqueras sostenidas por tradiciones familiares de larga data, que desde el siglo XIX jugaron un juego de tronos, para ver quien destilaba el mejor pisco, formando linajes legendarios: los Niño de Zepeda de Cogotí, los Campusano de Tulahuén, los Taborga de Chañaral de Carén, los Juliá y los Álvarez de Rapel, los Bauzá de Varillar y Cogotí, y los Prohens de Mal Paso. Estas familias de viticultores y destiladores han mantenido vivas durante siglos, las tradiciones del cultivo de la uva, la elaboración del vino y la destilación del pisco. Dese allí surgieron las “Pisqueras Ancestrales”, que hoy nos llenan de orgullo.
Además de viñas, esta provincia tiene una fuerte tradición agrícola con frutas, hortalizas y cereales. La producción de trigo se destacó muy tempranamente en el territorio y, la existencia de canales de riego, generó las condiciones para montar una red de molinos hidráulicos harineros en siglos XVII y XVIII, lo cual tuvo múltiples implicancias. Entre ellas, inspiró a los patriotas de la independencia a incluir al Norte Chico en la estrategia del Ejército Libertador de 1817: la Columna Norte, con 2.000 tropas, siguió precisamente la ruta de los molinos, lo cual contribuyó sustancialmente a la independencia de Chile.
Pocos conocen que esos molinos están directamente conectados con las pisqueras artesanales: la actual ruta del pisco del Limarí coincide con la ruta de los molinos y la ruta del ejército Libertador que puso a esta provincia en la Historia Universal.
Las comunidades de esta provincia han atesorado esas piedras de molino como auténtico patrimonio, y las exhiben con orgullo en Barraza, en las pisqueras artesanales de Cogoti, Waqar y Álmu, en las industriales Bauzá y Mal Paso, así como en homenajes a los seres queridos en los cementerios.
Aquellos molinos contribuyeron también a dejar un legado singular en la gastronomía local. Sobre todo, por la temprana disponibilidad de harinas para preparar todo tipo de alimentos, desde empanadas y panes hasta la famosa torta de Combarbalá. Ello se ha articulado con los quesos de cabra, aceites y aceitunas, frutas y hortalizas, ganado mayor y menor, pesca y frutos de mar, para generar una gastronomía dinámica e innovadora. Los restoranes de Limarí han comenzado a hacerse cargo de este patrimonio agroalimentario y cultural, tal como puede verse en el Cabildo Abierto de Barraza y en la Fuente Toscana de Ovalle, entre otros. Allí el visitante percibe que está en un lugar especial, distinto y emocionante. No solo por sus cartas, sino por la decoración, el ambiente y la actitud.
Junto con el agro y la industria y la gastronomía, el arte es el cuarto pilar fundamental de este territorio. Los grandes murales que se exhiben en las principales ciudades, como Ovalle y Monte Patria, son buenos ejemplos, lo mismo que algunos pueblos de montaña, como Tulahuén. A ello se añaden las obras de arte que las pisqueras han reunido en la intimidad de sus cavas, como la cooperativa Control Pisquero, en Ovalle. Este compromiso con el arte luego se extendió a los diseños de marcas y etiquetas de pisco, como muestran Waqar, Nontay y Cogotí, entre otros, inspirados en culturas ancestrales, sus cosmovisiones, mitos y leyendas, particularmente el Cernícalo, ave de la mitología diaguita.
Este acervo cultural ha contribuido a desarrollar el singular ambiente de topofilia, ese amor especial por el territorio que lleva a protegerlo y preservarlo. Ello ha permitido mantener viva la tradición de biofilia y bioarquitectura, reflejada en el cuidado del patrimonio natural para integrarlo a nuestros paisajes culturales. El uso de fibras vegetales como materiales de construcción (totoras, cañas, carrizos, brea vegetal) es un indicador evidente en Limarí de estos valores propios de nuestra cultural. Ello se refleja también en el cuidado que nuestra comunidad ha brindado durante siglos a las pircas heredadas de incas y arrieros, y que hoy se integran como parte de las pisqueras artesanales, lo mismo que el aguaribay y otras expresiones de la flora nativa, tal como puede observarse en las pisqueras artesanales de Cogotí y Chañaral de Caren.
Se destacan también las antiguas Casas Patronales, como la señorial de Juntas, a las puertas de Monte Patria, testigo de grandes episodios de la historia de Chile y América Latina.
Un hito de nuestro territorio surge del cruce de nuestro patrimonio natural y cultural, reflejado en la piedra de lapislázuli que existe en muy pocos países del mundo (Afganistán).
Dentro de Chile, esta piedra azul se encuentra solo en Tulahuén, situado en el sudeste de nuestra provincia. Su belleza ha inspirado a los artesanos a manufacturar joyas de valor único. Un referente es el reloj de sol de la plaza situada frente a la parroquia local, obra artística que emociona al visitante.
El patrimonio eco-cultural de la provincia de Limarí, a pesar de su originalidad y encanto, permanece desconocido para la inmensa mayoría de los chilenos. Simplemente, no existe como destino turístico para las agencias de viajes y los turoperadores.
Soñamos con revertir esta situación para que la comunidad nacional e internacional pueda descubrir y disfrutar de estos paisajes culturales, lo cual contribuya también a dinamizar la economía local.
Para ello, necesitamos que se genere un gran salto de calidad en la gobernanza local. Para ello, invitamos a los actores desplegados en el territorio, particularmente restoranes, hoteles, pisqueras, viñas y gremios de guías, turoperadores, enólogos, viticultores, sommeliers, gastrónomos y artistas, a organizarse a través de una institucionalidad que permita coordinar los recursos empresariales y profesionales, para constituir la provincia de Limarí en un destino turístico nacional e internacional.
Entidades y profesionales que firman y apoyan este manifiesto: ver AQUÍ