Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia -países históricamente elaboradores de cerveza y aguardiente- han visto en los últimos años el nacimiento de una aventura vitivinícola, modesta pero en auge, bajo el abrigo de unas condiciones climáticas más favorables. Casi 200 explotaciones comerciales se han asentado en esa región europea, la mayoría enfocadas al mercado interno, con una extensión y una producción pequeñas pero con calidad creciente.
En Dinamarca, por ejemplo, la superficie total cultivada ronda las 100 hectáreas y los grandes productores tienen entre 5 y 10 hectáreas de viñedos de promedio, según datos de la Asociación de Vinos Danesa, que agrupa a unos 1.100 miembros, la mayoría aficionados.
Su presidente, Hans Münter, apunta a varios factores que explican el creciente interés por elaborar vino, destacando el clima más cálido, pero también las nuevas cepas con períodos de crecimiento y maduración más cortos, que se adaptan mejor al norte de Europa.
La tercera causa es lo que denomina «oro gris», término que alude a una generación de gente próxima a la jubilación o ya jubilada, en buen estado físico y con alta capacidad económica, un perfil al que se acercan buena parte de los productores daneses, como él mismo.
Militar retirado, Münter compró un terreno en 2009 en la zona de Djursland (este de Dinamarca): seis años después plantó las primeras vides y ahora planea una producción comercial ayudado por una pareja española con experiencia en cultivo de viñas que vive en la región.
Por encima de todos destacan Sven Moesgaard y Skærsøgaard, primer viñedo autorizado en Dinamarca (2001), un año después de que el país fuera reconocido área productora de vino por la Unión Europea (UE).
Dons, la única región con denominación protegida
Moesgaard, de 67 años y cofundador y copropietario de una firma farmacéutica, es uno de los pioneros de la producción vitinícola con fines comerciales y ha convertido la región de Dons (Kolding, sur de Dinamarca) en la única Denominación de Origen Protegida (DOP) de Escandinavia, reconocimiento otorgado el año pasado por la Unión Europea (UE).
El distrito vinícola de Dons, la DOP más al norte de la UE, abarca 500 hectáreas, aunque actualmente sólo hay un productor, Moesgaard, con 41 hectáreas de viñedos, y que elabora tintos, blancos y, sobre todo, espumosos, los que le han valido la denominación a la zona.
Skærsøgaard, uno de los viñedos más grandes de Dinamarca, cuenta con unas 24.000 vides, produce unas 12.000 botellas al año (la mayoría de espumoso) y cuenta con cinco empleados, aparte de Moesgaard.
«En Dinamarca no tenemos historia ni tradición, hace sólo veinte años que empezamos, que es la edad que tienen nuestras mejores cepas. Tampoco tenemos ningún precedente», explica Anders Thunedborg, uno de sus enólogos.
Guarda forestal de formación, Thunedborg ha desarrollado también un «gran interés» por el vino desde hace más de veinte años, aunque lamenta que en su país no sea posible estudiar enología, de ahí que tanto Skærsøgaard como otras bodegas escandinavas recurran a expertos extranjeros para asesorarles, en su caso, alemanes.
«Trato de absorber todo lo que puedo», señala Thunedborg, que hace «de todo», desde limpiar zanjas a podar y ayudar a elaborar los caldos, al igual que los otros cinco empleados de la bodega.
Para la cosecha, recurren a una treintena de voluntarios, que a cambio reciben una botella de vino y un almuerzo gratuito.
Inestabilidad, humedad y poco sol, los desafíos
A pesar de las ventajas que trae el cambio climático para los viñedos escandinavos, la inestabilidad meteorológica supone aún un reto, así como la humedad y la falta de horas de sol, que no obstante favorece una mayor acidez que es buena para los espumosos.
Para Umberto Galli, presidente de la Escuela Europea de Sommeliers, en Berlín, «hay un vínculo directo» entre el cambio climático y la producción de vino en Escandinavia; «De hecho la viticultura es posible por el cambio climático. Suena como algo positivo, pero tenemos que pensar en cómo el clima y el incremento de las temperaturas está afectando al norte década tras década».
«Tienen veranos largos con muchas horas de sol, lo que significa que se puede producir clorofila y las plantas pueden aumentar su producción de azúcar, pero durante un período relativamente breve», añade Galli.
Las uvas solaris y rondó son las que están prosperando en esos países y, en relación con la primera, que da vinos blancos, destaca que «absorbe y desarrolla sus potencialidades al sol en ese verano corto e intenso y da un buen resultado al final del año».
Sin tradición vitivinícola, los productores innovan
Galli reconoce que son países que «no tienen tradición porque no son productores de vino», pero eso significa que «están innovando, que están produciendo de otra manera, con un nuevo escenario de cómo producir vinos».
Destaca el caso de los productores daneses, que «trabajan mucho en laboratorio para tratar de encontrar la uva adecuada para ese suelo y para esas condiciones climáticas».
Aunque los vinos escandinavos parecen haber dejado atrás las burlas que despertaban hace años, como atestiguan las medallas internacionales logradas por varias de las principales bodegas, afrontan un reto complicado para intentar una aventura exportadora.
Su alto precio de venta (la mayoría de vinos daneses se sitúan entre los 15 y 30 euros por botella), consecuencia de sueldos más elevados y del mayor costo de materiales y tierra, es un problema de solución difícil, agravado por la prohibición de recibir subsidios decretada por Bruselas, a diferencia de otros países europeos.
Münter apela a la tradición cooperativista danesa para rebajar los precios, a la vez que a esforzarse en la mejora continua de los caldos para evitar una mala reputación.
«Podemos lograr un buen producto, pero sólo si apostamos por las uvas adecuadas. Tenemos que apostar por los vinos espumosos, como en el norte de Francia y el sur de Alemania. Es en lo que podemos tener éxito», asegura Münter, en línea con la estrategia que está elaborando la Asociación de Vinos Danesa para el futuro próximo.
Galli, por su parte, cree que los productores escandinavos no supondrán una competencia para los países productores tradicionales : «No en volumen y probablemente no en el sentido que conocemos con los vinos de alta calidad. Pero sí, la atención sobre el mercado del vino, con uvas nuevas, con nuevos países productores, es elevada, hay interés».
Fuentes: OIV News, El Confidencial y Agencia EFE