Para planificar la plantación de un viñedo es fundamental considerar que ningún ambiente es homogéneo, que está compuesto por una multitud de variables que a su vez generan condiciones específicas conocidas como microclima, donde las interacciones entre plantas y ambiente influirán en el rendimiento productivo. Según explica el ingeniero agrónomo, investigador y escritor Francisco González Antivilo -también CEO de su empresa Indegap- en un anexo del libro de “Plantación exitosa de viñedos” de Marcelo Canatella, esta multiplicidad de factores determina microterroirs que se deben conocer en en detalle para proyectar adecuadamente el cultivo, el sistema de riego y las variedades a utilizar. Esto se puede hacer a través de mapeos (foto principal) que se obtienen con un moderno sistema de sensores, vinculados entre sí y con una distancia mínima que permita realizar un adecuado análisis geoestadístico.
Conocer en detalle las condiciones ambientales antes de establecer una plantación de vid es esencial para planificar adecuadamente el cultivo, el sistema de riego y las variedades a utilizar, identificando los microterroirs y evitando sorpresas, especialmente durante las etapas iniciales de desarrollo del cultivo. Así lo refiere el ingeniero agrónomo, CEO de Indegap, Francisco González Antivilo -conocido como «Dr Frío»- en el anexo del libro de Marcelo Canatella «Plantación exitosa de viñedos», que se resume continuación.
Relación de las plantas con el ambiente: estrés y ecofisiología
El ambiente de viñedo nunca es homogéneo; tiene una multitud de variables que generan condiciones específicas conocidas como microclima. A lo largo del tiempo, las plantas han desarrollado mecanismos de adaptación a diversas condiciones ambientales que, en muchos casos, están lejos de ser óptimas. Estos mecanismos les permiten responder al estrés de manera diversa y efectiva.
Según estudios, los factores de estrés que más afectan la producción son de naturaleza abiótica, siendo los térmicos -como las heladas y las olas de calor- los más significativos. Si bien una exposición breve al estrés puede no generar pérdidas productivas ni daños visibles en la planta, el estrés prolongado puede afectar gravemente tanto el desarrollo del cultivo como su rentabilidad económica.
Además, los mecanismos de defensa de las plantas están modulados por las características ambientales propias de cada región, como las temperaturas máximas y mínimas, la amplitud térmica y la duración del día. Estas características determinan la eficacia de dichos mecanismos. Por ejemplo, un clon de malbec puede alcanzar una resistencia al frío en sus estructuras permanentes de hasta -25°C en regiones muy frías con baja amplitud térmica durante el invierno, mientras que en zonas templadas con alta amplitud térmica esta resistencia puede reducirse a -14°C. Este factor debe considerarse al utilizar referencias bibliográficas de otras ecorregiones.
Heladas: un factor definitorio para el cultivo de la vid
Con respecto a las contingencias climáticas, las olas de calor pueden debilitar gravemente al cultivo de vid o incluso provocar su muerte. Sin embargo, este proceso suele ser gradual y crónico. Por otro lado, fenómenos como el granizo y las heladas son eventos traumáticos que pueden ocasionar daños severos en un corto período de tiempo.
Pero son las heladas las que más perjuicios causan a los cultivos a escala regional. Aunque la vid está adaptada a climas templados y cuenta con diversos mecanismos de defensa frente al frío, es particularmente sensible durante los primeros años de cultivo. Las heladas pueden dañar severamente tejidos esenciales como el floema y el cambium, lo que puede comprometer la viabilidad del viñedo. En casos menos severos, las plantas suelen reaccionar generando brotes desde la base del cuello, a partir de yemas protegidas por el suelo, lo que a veces permite su reformación.
A pesar de ello, las vides que sufren daños en sus estructuras permanentes rara vez logran una recuperación completa. Esto se debe a la formación de callos cicatrizales internos que interfieren con la traslocación de la savia elaborada. En los casos menos graves, se observan brotes cortos o “pasmados”, a menudo con inflorescencias visibles, pero sin desarrollo adecuado.
Este tipo de daños están extendidos en muchas zonas vitícolas de Argentina y pueden generar graves pérdidas económicas. Retrasan la entrada en producción del cultivo y, en algunos casos, impiden su desarrollo definitivo, obligando a la erradicación de los cuarteles plantados.
La correcta selección del varietal a implantar puede mitigar, aunque no eliminar por completo, los daños por heladas. Cada variedad posee una resistencia específica al frío, pero los varietales con mayor tolerancia en tejidos permanentes no implica que tengan brotaciones tardías o que tengan igual resistencia en la post-brotación, lo que complica la elección.
Aunque no existe una lista definitiva de las variedades más y menos resistentes, como guía general, se puede mencionar que variedades como Cot, Malbec, Merlot y Syrah presentan menor resistencia al frío que Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon, Riesling y Sauvignon Blanc.
Factores principales que modulan las heladas
Topografía y microrrelieve: Este es el factor más determinante en la ocurrencia de heladas. Las zonas deprimidas y/o las mesetas favorecen la acumulación y estratificación de aire frío, que tiende a descender desde áreas con mayor pendiente. Esta acumulación puede generar microclimas más fríos en ciertos puntos del terreno.
Vegetación: La presencia de cortinas forestales, cultivos de cobertura y vegetación circundante puede alterar significativamente las dinámicas internas de temperatura. Estas barreras vegetales pueden actuar como obstáculos para el flujo de aire frío o modificar la radiación térmica en la superficie.
Estructuras: Elementos construidos, como galpones, cocheras, bodegas y viviendas, también tienen un impacto en las dinámicas térmicas del terreno. Estas estructuras pueden interferir con la circulación del aire o actuar como fuentes de acumulación de calor residual, afectando la distribución térmica en su entorno inmediato.
Mapeos térmicos para medir los diferentes parámetros ambientales
El mapeo térmico es una herramienta estadística avanzada que permite representar la variabilidad térmica de un terreno (o futura finca) con un grado de certeza sobre la ocurrencia de ciertos patrones climáticos, lo que constituye una modelización precisa. Estos modelos ayudan a identificar las “fincas térmicas” dentro de una finca física, basándose en la medición continua de datos con alta representatividad espacial y temporal. Brindan información que permite:
- Identificar las zonas más seguras para el cultivo con menor riesgo de contingencias climáticas.
- Seleccionar las variedades o especies más adecuadas para cada área.
- Determinar el sistema de defensa contra heladas más eficiente.
- Definir la ubicación óptima para las estructuras de la propiedad.
- Planificación de necesidades hídricas
- Evaluar la viabilidad de adquirir una propiedad determinada.
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¿Cómo se obtiene un mapa térmico?
El primer paso consiste en instalar una red de sensores dataloggers capaces de medir diferentes parámetros ambientales y almacenar la información en memoria interna. Estos dispositivos pueden comunicarse mediante Bluetooth con teléfonos móviles, o incluso con la nube mediante tecnologías como GPRS (con chip) o WiFi, permitiendo acceso a mediciones en tiempo real. Su costo accesible facilita la instalación de varios sensores, mejorando la representatividad espacial de los datos recolectados.
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Se colocan en el campo con una distancia mínima que permita realizar un análisis geoestadístico adecuado. Dependiendo de las características del terreno y el nivel de resolución deseado, esta red puede incluir entre 20 y 50 sensores. Para garantizar la robustez del modelo, los sensores deben monitorear las condiciones térmicas durante el mayor tiempo posible.
Posteriormente, en gabinete, se realiza un proceso de minería de datos y modelado, en el cual los millones de registros térmicos recopilados se sintetizan en un único mapa. Este mapa permite identificar las distintas zonas térmicas del terreno y resaltar las diferencias entre ellas, brindando información clave para la planificación y la toma de decisiones estratégicas. Gracias a esta herramienta, es posible maximizar la rentabilidad de los cultivos al identificar áreas óptimas y minimizar riesgos asociados a las condiciones climáticas.
Cuándo realizar estos mapeos
Hay dos períodos críticos para realizarlos, teniendo en cuenta la plantación y el desarrollo exitoso de un viñedo:
Invierno y primavera: en esta época nos brindará herramientas para tomar decisiones acertadas respecto a:
- La necesidad o no de planificar y diseñar en el futuro proyecto algťn método de defensa activa. Dentro de estos métodos tenemos la utilización de quemadores y la defensa usando agua a través de la aspersión ya sea supra arbórea (por encima de la canopia) o sub arbórea (por debajo de la canopia).
- La realización y la ubicación estratégica de cortinas forestales vivas y el uso de diferentes tipos de tela para evitar o facilitar la salida del aire frío del futuro viñedo según el caso.
- La distribución de variedades de acuerdo a la fecha de brotación y de acuerdo al largo del ciclo. Variedades de brotación temprana y de ciclo largo deberán ubicarse en los sectores más cálidos del terreno. En cambio, variedades de brotación tardía, y ciclos más cortos, podrán ubicarse en sectores más fríos.
Verano: en esta época el estudio nos brindará las herramientas adecuadas para:
- Realizar la diagramación de la plantación de diferentes variedades de acuerdo a las temperaturas de los distintos sectores de la finca, buscando lugares más fres- cos para variedades blancas y de piel sensible (como el Pinot Noir, por ejemplo) y variedades más rústicas en los sectores más cálidos.
- Prever junto con el mapeo de suelo, sectores con distintas necesidades hídricas
durante el ciclo vegetativo de la vid. - Prever con anticipación el uso de coberturas vivas en el camellón para mitigar los efectos de la alta temperatura sobre los racimos.
- Realizar, también, manejos de canopia diferenciados en el viñedo adulto para mantener temperaturas adecuadas a nivel de su microclima.