Dos investigadores, uno portugués y el otro australiano, desarrollaron un método teórico basado en datos históricos, estadísticas e información meteorológica, útil para contrarrestar los efectos adversos del cambio climático, en especial el problema de la decreciente rentabilidad de los viticultores a raíz de la pérdida de calidad de las uvas por deshidratación. En este artículo de divulgación científica publicado originalmente el 25/4/23 en la web de la organización International Viticulture & Enology Society (IVES), Antonio Graça y Mark Gishen aportan su diagnóstico y proponen medidas concretas tomando como ejemplo dos zonas vitivinícolas de prestigio: la región del Duero en Portugal y el valle de Barossa, en el sur de Australia.
Por Antonio Graça y Mark Gishen
Debido al reciente cambio climático y al impacto de eventos severos (humo de incendios, olas de calor, sequías, heladas, granizos e inundaciones) urge la necesidad de herramientas efectivas para enfrentar múltiples riesgos y asegurar altos niveles de resiliencia.
El Esquema de Adaptación al Cambio Climático (CCAF, «Climate Change Adaptation Framework» en inglés) comprende un proceso de 5 etapas para ayudar a tomar decisiones inteligentes con respecto al clima, considerando opciones de adaptación competitivas para la producción de uvas y vinos. Aplicando el CCAF a dos situaciones diferentes en Australia y Portugal, demostramos su potencial para implementar las mejores prácticas a la hora de planificar la adaptación.
El CCAF (Figura 1) es cíclico y debe ser utilizado para el mejoramiento continuo, implementando adaptaciones que serán evaluadas en el próximo ciclo hasta alcanzar la resiliencia.
El problema
Usando conjuntos de datos históricos disponibles, fue posible observar tendencias decrecientes en el retorno neto (ingresos de las ventas de uvas menos el costo de producción) para los viticultores en dos regiones diferentes que producen vinos muy distintos (Figura 2). La Figura 2 muestra retornos netos decrecientes (en dólares australianos por tonelada de uva) al cultivar uvas Syrah en una parcela en Barossa, Australia, debido a penalidades de calidad a menudo aplicadas por las bodegas a las uvas que no alcanzan las especificaciones ‘óptimas’ (14°Baumé, pH 3,5 y AT 6,8 g/L) para vinos tintos típicos. Aspirar a los 14°Baumé ha vuelto aún más difícil alcanzar los objetivos de pH/AT, ya que los períodos de maduración más cálidos agotan la acidez de las uvas, lo que provoca que se aplique una penalidad al precio pagado.
La Figura 2b muestra un gráfico de los retornos netos decrecientes al cultivar uvas Touriga Francesa (TOF) y Tinta Roriz (ARA) (tanto para Oporto fortificado como vinos secos del Duero) en una parcela de un viñedo en el Duero, Portugal, debido a pérdidas de rendimiento causadas por el menor peso de las bayas. Se ha mostrado que los incrementos en la temperatura durante el ciclo de crecimiento conducen a un aumento de la deshidratación y a quemaduras solares, reduciendo así el peso de las bayas, los racimos, y el rendimiento general del viñedo en la vendimia. Aplicar penalidades relacionadas con el pH o la AT de las bayas no es una práctica común en esta región.
Los nexos del impacto climático han sido, por lo tanto, bien establecidos para ambos casos (Etapa 1 del CCAF). Ya que tanto el pH como el peso de la baya se ven afectados por la temperatura2, sus nexos respectivos en cada región son críticos para controlar3 el riesgo de disminuir los retornos netos (Etapa 2 del CCAF).
Anticipando las perturbaciones
A partir de las tendencias proyectadas en ambos casos, y al considerar las proyecciones climáticas disponibles, es fácil entender que, si no se hace ninguna adaptación, los retornos netos continuarán probablemente disminuyendo sostenidamente hasta perder la viabilidad económica y el negocio se vea afectado. Anticipamos que la interrupción del negocio podría ocurrir incluso antes de que el retorno neto sea nulo; a pesar de que ambas áreas produzcan vinos de renombre mundial, al día de hoy las pérdidas comparadas con los valores precedentes son una realidad. Por consiguiente, hemos adoptado el criterio de anticipar una interrupción del negocio cuando se pierde el 50% del retorno neto actual.
Para Barossa, esto podría ocurrir alrededor del 2033, y en el Duero entre 2052 y 2056, dependiendo de la variedad de uva. Esto provee pistas sobre 1) el número de años durante los cuales las inversiones para la adaptación deben ser efectuadas (10 años para Barossa, 30 años para el Duero); 2) métricas operacionales (pH y peso de bayas) y económicas (retorno neto) para monitorear el progreso de la adaptación; y 3) cómo los costos de inversión se comparan con el costo de la inacción (Etapa 3 del CCAF).
Planificando la adaptación
Cuando se piensa en la adaptación, pueden identificarse numerosas posibilidades, y puede ser difícil decidir cuáles aplicar primero. En Barossa, puede lograrse retener la acidez por medio de métodos tales como 1) sistemas de nebulización; 2) estructuras de sombreado para disminuir el calor y la evapotranspiración; o 3) cosechar antes para privilegiar la acidez por sobre los °Baumé.
Para el relieve accidentado y aridez específicos del Duero, las opciones incluyen 1) el uso de sistemas de regadío (sólo factibles si hay una fuente de agua disponible); 2) reinjertar usando variedades más robustas; o 3) mudar el viñedo a una mayor elevación o a cuestas con menor exposición solar. El costo de inversión para cada opción de adaptación será diferente y debe ser estimado (Etapa 4 del CCAF).
Los costos financieros, sociales, organizacionales y contextuales juegan un rol al elegir opciones y prioridades para la adaptación. Complementar la evaluación clásica de factores de riesgo de «probabilidad» y «severidad» con «grado de intervención» en una matriz de análisis de riesgo en 3D (Tabla 1) permitió la integración de los costos de adaptación en la decisión. El «grado de intervención» es el nivel de compromiso requerido para mitigar el riesgo. Multiplicando los valores de los puntajes correspondientes por las respuestas en cada columna se obtiene un «puntaje piloto de adaptación», que va de 1 a 1000. Para hacerlo más fácil, agrupamos los puntajes con el fin de crear intervalos de prioridad de adaptación: menos de 200 es prioridad baja, entre 200 y 600 es prioridad media, y sobre 600 es prioridad alta.
Luego, aplicamos la matriz de riesgo 3D a ambos casos de estudio, en Barossa y el Duero (Tabla 2) para calcular los puntajes pilotos de adaptación de cada opción.
El puntaje piloto de adaptación provee una base racional para clasificar las opciones de adaptación y crear un plan de adaptación (Etapa 5 del CCAF). Las opciones con mayor puntaje son las que debiesen ser consideradas primero. En nuestros casos de estudio, Barossa pareciese responder mejor si se avanza la vendimia, mientras que en el Duero, la primera opción a probar pareciese ser el reinjerto.
Conclusión
El CCAF es una representación esquemática de etapas simples basada en información histórica para tomar decisiones informadas con el fin de modelar el futuro. Es de notar que aunque sea simple no por ello es simplista; será tan bueno como los datos históricos disponibles y la capacidad de demostrar los nexos con el impacto climático que afectan las variables económicas asociadas con el negocio de producir vinos.
Como cualquier buen esquema, su objetivo principal es proveer una base para organizar los datos e informaciones existentes en conocimiento práctico que puede guiar decisiones de manejo de riesgo de manera racional, en un contexto desafiante que tendrá poco en común con el pasado. Además, tiene la ventaja de incluir un método común que puede compartirse entre regiones o países vitícolas dependiendo del contexto, incrementando así la inspiración y el conocimiento, y acelerando el proceso de adaptación en todo el mundo.