Las contingencias climáticas generadas por el calentamiento global tienen cada vez mayor impacto negativo para la agricultura. Los fenómenos riesgosos son varios, pero las tormentas de granizo y los «golpes de sol» son los que más preocupan a los viñateros. Al respecto, Gonzalo Losada, gerente comercial de Agrinet -empresa mendocina que inició en Argentina el desarrollo del sistema de protección antigranizo por medio de mallas de polietileno- contó a Enolife que cada vez son más los productores que buscan asesoramiento y una solución. Si bien el sistema de malla antigranizo requiere de una fuerte inversión inicial -U$S 3.500 por ha para espalderos- este costo se amortiza a mediano plazo, ya que una vez colocado su vida útil es de 20 años, o sea 20 temporadas sin riesgo de perder el trabajo de todo el año en un día.
El cambio climático se está haciendo sentir, y si bien las condiciones de Mendoza son ideales para la producción de uva, se necesitan cada vez más herramientas para combatir este flagelo. Los llamados golpes de sol (muchos días seguidos con fuerte radiación solar), viento zonda y granizo son algunos de los fenómenos que azotan los cultivos y arrasan con el trabajo de todo un año. Según los informes publicados en la web de la Dirección de Contingencias Climáticas del gobierno de Mendoza, entre 2010 y 2020 las hectáreas de vid afectadas por granizo en esta provincia fueron 171.272.
Cómo método de prevención los productores cada vez mas invierten en redes de protección agrícola, y para conocer mas al respecto hablamos con Gonzalo Losada, Gerente Comercial de Agrinet.
Esta empresa mendocina fue la que inició el desarrollo del sistema de protección antigranizo por medio de las mallas de polietileno, a partir de 1990, importando en la primera etapa la malla desde Italia. Desarrollaron parcelas experimentales demostrativas, y traían profesionales italianos que les dieron el soporte para los sistemas de colocación.
En 1994 trajeron al ingeniero agrónomo Remo Caccia, quien, años antes, había ideado y desarrollado el sistema «grembiule» para la protección de los espalderos de vid. Este sistema implicó una reducción significativa de los costos totales de instalación a un tercio, respecto al sistema tradicional a «doble cabriada», también introducido por la empresa, y que es el más apto para frutales, parrales y cultivos hortícolas.
–Enolife: ¿Cuántos viñedos se protegen por año en Argentina?
–Gonzalo Losada: Aproximadamente se protegen entre 2.000 y 3.000 has por año de viñedos en nuestro país. Agrinet tiene cubiertas ya unas 30.000 hectáreas en el campo argentino; la evolución de la venta es buena, pero los años en los que los precios de uvas no son buenos se estancan las inversiones, y eso se siente en la economía, que gira alrededor de la industria. Pero estos últimos años han sido muy positivos y nosotros hemos tenido un crecimiento sostenido en nuestros niveles de producción, tratando de acompañar a esa demanda: los últimos 5 años marcaron un crecimiento del 38%.
Esto se dio por el gran impulso que tuvo el sector vitivinícola en Mendoza, porque hubo mejores precios de uva, tanto el año pasado como en este 2022, lo que empujó la demanda; también se produjo un crecimiento del mercado para peras y manzanas en el sur argentino, un mercado bastante maduro.
De todos modos creo que el mercado podría haber crecido más, pero estamos con la producción al 100%, una demanda creciente y una oferta limitada, más allá de que estamos haciendo inversiones para aumentar nuestra capacidad productiva.
– ¿Notaron mayor preocupación en los últimos 5 años respecto de las consecuencias del cambio climático?
– Las consecuencias del cambio climático se están haciendo sentir en los mercados y hay una mayor preocupación de los productores, el sector vitivinícola de Mendoza es un mercado maduro con productores que conocen bien esta problemática del granizo, por eso no hay que hacer tanto hincapié en ese tema a la hora del asesoramiento, ellos ya lo saben y vienen usando esta tecnología hace más de 20 años, pero hay muchas otras zonas de producción que quizás no tenían tantos problemas y que ahora con el cambio climático sí empezaron a tenerlos, y eso lo vemos no sólo en zonas productoras de uva, sino también en zonas de pera y manzana, como son el Alto Valle de Río Negro y Neuquén, donde el granizo ha empezado a tener una mayor incidencia.
Pero sí, cada vez hay mayor preocupación de los productores con respecto a lo que es el cambio climático y están mas atentos para ver cómo pueden proteger sus cultivos, no solamente del granizo sino de otros problemas como la mayor incidencia del sol, hay momentos del año que tienen más problemas por «golpes de sol» en su producción y las mallas cumplen un multipropósito para ayudarlos completamente en la producción.
– ¿Qué mercados trabaja Agrinet?
– En el mercado interno abarcarmos todo el país; trabajamos mucho en Brasil, sobre todo en el sur, y tenemos una planta en Chile desde 2014, bajo la firma Euram SPA. De apoco estamos también abasteciendo en Europa, sobre todo en Gran Bretaña.
– ¿Todos los mercados con los mismos productos, todos tienen la misma problemática?
– No. El mercado de Brasil, por ejemplo, está más enfocado en productores de invernadero, que utilizan mallas antiáfidos para control de plagas, y así reducir el uso de plaguicidas. Y en el sur brasileño se utiliza también para la producción de manzana en el estado de Santa Catarina en Paraná, mallas muy parecidas o iguales a las que se usan en Argentina. Es un mercado interesante el de Brasil, pero para la utilización de mallas antigranizo todavía es mas chico que Argentina.
Las mallas cumplen diversos propósitos dependiendo el tipo del cultivo que uno quiera proteger y qué es lo que está buscando; en lo que es uva para vinificar, lo que más convoca a los productores es el problema del granizo, pero la malla tiene algunos otros beneficios, por ejemplo en el ahorro de labores culturales que hacen que a largo plazo justamente se justifique la inversión, incluso con algunos sistemas de colocación también se han visto mejoras en los rendimientos bajo malla, lo cual hace que sea un beneficio extra.
Por eso los mercados difieren según el tipo de clima, cultivo o problemática que se necesita resolver. Por ejemplo, donde se cultivan manzanas, peras, hortalizas como el tomate, en general son zonas donde las altas temperaturas con baja humedad generan problemas de asoleamiento en la producción, y para eso tenemos mallas que pueden ser la misma de antigranizo o mallas para golpe de sol, que son un poco más densas y dan mayor porcentaje de sombra y son fotoselectivas, para lograr mejores condiciones de radiación solar difusa debajo de las telas, lo que permite combatir el golpe de sol, lograr una mejor coloración y productividad y al mismo tiempo también proteger del granizo.
En cuanto a las zonas donde se busca combatir plagas, como el mercado de Brasil, se utilizan mallas antiáfidos que son mucho más cerradas, se hacen cerramientos completos como un invernadero. En el sur argentino también se busca combatir la carpocapsa, una plaga que ataca a peras y manzanas para lo que se utilizan mallas anti asoleo, con una mayor densidad, que cumplen ese triple propósito: protección antigranizo, control de carpocapsa y protección del «golpe de sol».
Por eso tenemos varios tipos de malla; una es la AgriHail Espaldero que protege contra el granizo y tiene una resistencia de impacto hasta 98 mts. por segundo.
Otra es la AgriSol 4×4 para la protección contra el «golpe de sol», que tiene mayor eficiencia en la difusión de luz, se usa principalmente en peras y manzanas, en uva de mesa y arándanos. Y la AgriThrips 50, que funciona como una barrera contra insectos, permitiendo la reducción de uso de pesticidas y el control de la humedad y la temperatura.
– ¿Qué inversión se necesita y cómo se amortiza?
– Sin duda la malla antigranizo es una inversión muy rentable en viñedos por espaldero, hay que calcular que el costo ronda entre U$S 3.500 y 4.000 por hectárea con instalación incluida; pueden variar los precios dependiendo del ancho de la malla, las características del viñedo, la distancia entre hileras, hay que pensar que esto es un traje medida. Pero teniendo en cuenta los precios hoy de la uva y los rendimientos, sin duda es una inversión que se recupera muy rápidamente: evitar un granizo que te lleve el 100% de la producción ya lo amortiza. Además, hay que tener en cuenta que la malla va a durar por lo menos 15 a 20 años según las condiciones del viñedo. Hoy en día nadie discute la necesidad de poner una malla antigranizo en un espaldero, el tema es que los productores tengan el financiamiento para poder hacer esa inversión.
Es decir que recuperar la inversión depende mucho del rendimiento y del precio en el que vendés el kilo de uva, en muchos casos sí se recupera con una sola granizada y en otros, quizás no en una sola aunque sí en dos.
– Hablás de malla en espaldero, pero ¿y pasa con el parral?
– El espaldero es lo que más se cubre en vitivinicultura por un tema de costos; se hacen parrales, por supuesto, pero en menor medida. Hay que tener en cuenta que para hacer un espaldero el 70% del costo es la malla, porque la misma se coloca sobre la estructura ya existente, con el sistema que se llama «grembiule«, que nosotros trajimos a la Argentina en 1994.
En cambio, en el parral hay que hacer una estructura independiente, nueva, por sobre la estructura del parral, llamada «doble cabriada», entonces se suman los costos de madera, alambres, anclas, el costo de la mano de obra es muy superior, porque tiene una altura 7 veces mayor. Esto es lo que marca la diferencia: de los U$S 3.500 o 4.000 por hectárea que se invierten en espaldero, para el parral termina siendo de U$S 15.000. Por otro lado, el acceso a la financiación no es tan sencillo, aunque hay varios organismos como el Fondo de la Transformación de Mendoza. Esto no significa que no sean rentables, hay productores que protegen sus parrales.
– ¿Cuáles son las zonas de mayor demanda de mallas?
– Sin duda, las zonas donde más mallas se colocan son el Este de Mendoza, el Valle de Uco y las zonas de Maipú y Lavalle.
En el Valle de Uco y Luján de Cuyo se coloca mucho para uvas finas y en porcentajes de viñedos colocados sobre la superficie total, es la zona que más tela tiene porque es donde se concentran las uvas de mayor valor, y en el caso de perderlas, para las bodegas son muy difíciles de reemplazar, porque hay ciertas líneas de vino que se pueden elaborar sólo con esas uvas, entonces acá se pone en juego no sólo la pérdida en valor monetario sino también la pérdida de esa línea, lo que después trae complicaciones en el mercado externo, donde te exigen no solamente una calidad sino una cierta cantidad que se debe cumplir todos los años, por eso son los primeros viñedos que su busca proteger.
En cuanto a la zona Este, la cantidad de hectáreas de viñedos que tiene la región es muy grande, entonces allí también es importante la colocación de malla, aunque en proporción es menor que en el Valle de Uco. Algo similar ocurre con Maipú. Y en Lavalle se utiliza pero no tanto en viñedos, sino para la producción hortícola, donde se coloca mucha malla, sobre todo para el tomate, que se está dando muy bien y con gran calidad, es un mercado que está funcionando muy bien.
– ¿Qué tienen pensado sumar este año?
– Este año estamos ampliando a más de 2.500 m2 nuestra nave industrial de Mendoza, y estamos terminando la de Chile, con 5.800 m2 y que contará con una nueva línea de extrusión de última tecnología. Además, estamos desarrollando una nueva línea de productos, como mallas antipájaros extruidas, cubresuelos antimaleza, tejidos y cobertores de lluvia para cerezos.
– ¿Te animás a contarnos brevemente el proceso de producción de las mallas?
Si, claro. La primera parte del proceso es la producción de hilo, para lo cual tenemos 2 líneas de máquinas italianas con tecnología de punta; una produce 160 kg por hora y otra de 250 kg por hora. Las líneas son abastecidas por dosificadores gravimétricos (introducimos la fórmula en una computadora), que mezclan y pesan los distintos componentes necesarios para producir un monofilamento de altísima calidad. Luego, con mezcladores estáticos homogeneizamos la masa y con la bomba dosificadora inyectamos la cantidad exacta de material en el cabezal, lo que nos permite tener una gran paridad de títulos de monofilamento (trabajamos con una tolerancia de +-1,5%).
La segunda etapa del proceso es la línea de urdimbre. En 2007 incorporamos una urdidora seccional Benninger, de Suiz,a de 3,90 metros de ancho y con fileta de 540 posiciones. Esta máquina tiene control de tensión de hilos tanto en fileta como en la urdidora propiamente dicha, lo que nos permite producir un plegador muy parejo, necesario para evitar el problema de «malla torcida».
Después se sigue con el proceso de tejeduría, en el cual se confecciona la malla antigranizo con telares marca Sultzer, todos provenientes de Europa. La malla se confecciona de diferentes anchos de acuerdo a la necesidad del cliente. Podemos tejer hasta un ancho máximo de 5,40m sin costuras. Tenemos 36 telares, uno de ellos con un sistema de tejido desarrollado por Sulzer Textil, llamado Power Leno (de un ancho máximo de 4,30 metros), lo que nos permite tejer el sistema de giro inglés sin mallas ni cuadros y a una mayor velocidad.
Finalmente todo pasa por el departamento de control de calidad, que cuenta con una balanza de alta precisión, un dinamómetro marca Instrom que indica la carga de rotura, elongación y tenacidad, y un QUV pannel que estudia el proceso de degradación solar.