Nuestro columnista Gabriel Fidel es experto internacional en enoturismo y autor del libro “Turismo del Vino, La Experiencia Argentina”, editado en 2016 por el sello de la UNCuyo, Ediunc. La obra representó a Argentina en el concurso internacional Gourmand World Cookbook Awards en 2017 y fue elegida entre las tres mejores del año.
El 8 de noviembre se celebró el Día Mundial del Enoturismo como una manera de poner en valor esta maravillosa actividad que une al vino y al turismo. El turismo del vino en Argentina, como sucedió en muchas regiones de vino en América Latina, ha tenido un gran desarrollo en los últimos tiempos generando un importante desarrollo, inversiones y empleo.
Los enoturistas disfrutan cada vez más el enorme atractivo de las zonas vitivinícolas con sus atractivos paisajes, su historia, su arquitectura, su riquísima gastronomía y arte, mientras conocen bodegas y viñedos y disfrutan de grandes vinos. El enoturismo es mucho más que visitar bodegas, es ponerse en contacto con la cultura que emerge alrededor del vino.
La vitivinicultura argentina tiene una historia de cinco siglos que se remonta a las tradiciones ancestrales europeas, que llegaron con los conquistadores y se fueron desarrollando con una identidad propia. Los orígenes de la industria del vino en Argentina datan de 1557, cuando el fraile Juan Cedrón plantó las primeras viñas traídas desde Chile a Santiago del Estero, como luego lo hicieron jesuitas y franciscanos. En Cuyo, llegaron a Mendoza y San Juan las primeras cepas tras la fundación de ambas ciudades en 1561 y 1562, donde encontraron condiciones óptimas para el cultivo de la vid.
En las últimas dos décadas, el enoturismo creció más que el promedio del turismo en la Argentina y mostró la importancia de la vitivinicultura nacional en volumen de producción y en calidad. Este crecimiento fue acompañado de un proceso de planificación entre el sector público y privado y entre los empresarios del turismo y la vitivinicultura.
El enoturismo une dos actividades extraordinarias que forman parte de las experiencias más importantes del hombre contemporáneo, el vino y el turismo. El turismo del vino creció de la mano del aumento de los flujos de turismo mundial y del mayor consumo de vino de calidad y gracias a la curiosidad por saber más del origen y el proceso de elaboración. El enoturismo argentino se transformó en una propuesta innovadora que refleja cada vez más la experiencia y la identidad de nuestros territorios vitivinícolas en casi todo el país y del vino argentino, nuestra bebida nacional.
El enoturismo, como manifestación del turismo temático, satisface tanto a la demanda como a la oferta. El turista recibe conocimientos y disfruta de los paisajes vitivinícolas y del buen beber mientras que la bodega y los productores promocionan sus marcas y productos, realizan ventas directas y logran la fidelidad de sus clientes. El enoturismo posibilita gestionar la riqueza vitivinícola de nuestras regiones y está relacionado con la identidad, la cultura y el paisaje. Es el encuentro entre el vino, la cultura y el turismo como una manera de poner en valor a regiones vitivinícolas para convertirlas en destinos turísticos.
El enoturismo posibilita gestionar la riqueza vitivinícola de nuestras regiones y está relacionado con la identidad, la cultura y el paisaje.
Gabriel Fidel
En Argentina, como ha ocurrido en la mayoría de las zonas vitivinícolas del mundo, el turismo del vino ha acompañado la gran transformación ocurrida en la industria vitivinícola a escala global y ha potenciado la gestión de la riqueza vitivinícola de las regiones productoras. Se convirtió en un polo de atracción, tanto para el enoturista calificado como para el aficionado que desea aprender de vinos, conocer los secretos de su elaboración, la historia de las bodegas, nutrirse de la identidad del lugar y recorrer los viñedos.
La combinación de vitivinicultura y turismo, expresada en el turismo del vino, contribuyó a la mejora de la imagen y el prestigio de las marcas regionales y ayudó a redefinir el posicionamiento de los destinos enoturísticos, ampliando la oferta turística, con una fuerte identidad cultural y patrimonial.
El turismo del vino ha permitido a las provincias productoras conseguir un espacio en el turismo argentino con el que antes no contaban. Esto dio también la posibilidad de generar riqueza y empleo genuino, desarrollando una política en la que el Estado y el sector privado han ido de la mano.
El enoturismo seguirá creciendo porque habrá un incremento del turismo sostenible, con una preferencia de viajes con menor impacto ambiental, actividades orientadas a beneficiar a las comunidades locales y a la conservación de los entornos naturales.
Gabriel Fidel
El impacto de la pandemia del Covid-19 sobre el enoturismo en Argentina ha sido muy fuerte debido a su orientación hacia la atracción de visitantes de fuera de las regiones productoras, tanto extranjeros como nacionales. La recuperación del enoturismo se ha ido dando por etapas, hoy con un foco en los turistas locales, luego volverán los nacionales y posteriormente retornarán los extranjeros, pero debemos celebrar que el turismo local ha decidido ser protagonista del enoturismo y seguirá disfrutando de nuestros atractivos.
El enoturismo seguirá creciendo porque habrá un incremento del turismo sostenible, con una preferencia de viajes con menor impacto ambiental, actividades orientadas a beneficiar a las comunidades locales y a la conservación de los entornos naturales. El gran desafío será diseñar integralmente los espacios y los productos de los destinos enoturísticos para cumplir con las exigencias de consumo y de sanidad, con especial énfasis en el cuidado y la seguridad de los viajeros y el respeto del ambiente.
La actividad enoturística tuvo un gran crecimiento en Argentina en los últimos años. Como en otras partes del mundo, ha sido un factor primordial de creación de riqueza y empleo poniendo en valor el patrimonio tangible e intangible de las regiones vitivinícolas del país. El vino identifica nuestra singularidad y constituye una experiencia cultural única e irrepetible.
Tenemos mucho que celebrar, aunque estemos viviendo momentos difíciles, porque lo logrado no se perderá y porque el enoturismo, esa vivencia única y mágica, seguirá brillando como siempre.