El brillante militar corso, quien pasó a la historia como emperador de Francia y mítico derrotado en Waterloo, siempre supo disfrutar del buen vino, incluso en medio de la batalla y en la soledad del exilio. Se conocen sus vinos favoritos a través de los diarios personales que nunca dejó de escribir y de testimonios de época. Tinto, blanco, rosado, cognac, champagne y un raro vino de Ciudad del Cabo, que tal vez lo envenenó, marcaron su derrotero. Recorramos esa historia de la mano de dos avezados periodistas del vino españoles: Laura López Altares y Luis Gulín Iglesias.
Ardiente. Carismático. Eterno. Napoleón Bonaparte pasó a la historia como brillante estratega militar, cónsul de la República y Emperador de los franceses (fue coronado en Notre Dame el 2 de diciembre de 1804).
La derrota de su ejército en la batalla de Waterloo fue el golpe que provocó su inevitable caída, cambió el destino de Europa y puso nombre a aquellas arriesgadas contiendas que marcan la vida de los mortales por lo fortuito de su desenlace.
Los franceses pudieron haber ganado en ese mítico enfrentamiento en territorio belga de no mediar la providencial intervención de las tropas prusianas de Blücher, pero en definitiva aquel demoledor resultado significó el fin del gran sueño imperial.
Cuenta la leyenda que precisamente fue el vino -o, mejor dicho, su ausencia- lo que desencadenó la fatalidad en Waterloo. Es que cuentan que Napoleón llevaba un cargamento de champagne a todas las batallas que libró, y por alguna razón no lo acarreó en Waterloo. “En la victoria lo mereces, en la derrota lo necesitas”, escribió. Pero el hecho militar que cambió la historia de Europa fue la excepción. Aunque no hubo champagne esa vez, en el carruaje que Napoleón utilizó para huir aquel fatídico 18 de junio de 1815 se encontró un excepcional vino español de Jerez, que fue subastado en Christie’s… ¡por 25.000 libras!
En la victoria lo mereces, en la derrota lo necesitas»
Napoleón Bonaparte, sobre el champagne que llevaba a todas sus batallas, salvo a Waterloo.
Leyendas aparte, lo cierto es que Napoleón Bonaparte era un auténtico apasionado del vino, especialmente del champagne. A punto tal, que fueron sus tropas las que popularizaron el «sableado», consistente en descorchar las botellas con un sable. Por otra parte, su relación con los dueños de la marca Moët & Chandon es legendaria… De hecho, el champagne «Imperial» se creó en su honor.
En la escuela militar de Brienne-le-Château conoció a Jean-Rémy Moët, nieto de Claude Moët, fundador de la empresa, con quien forjó una amistad inquebrantable marcada por ostentosas muestras de aprecio: la familia Möet mandó construir en su finca de Épernay una réplica del Gran Trianón de Versalles para Napoleón y Josefina (su primera esposa), y Napoleón otorgó a Moët la Gran Cruz de la Legión de Honor.
Pero hay otros vinos que también pasaron a la historia por formar parte de los voluptuosos caprichos del emperador: su favorito era un pinot noir borgoñés de Gevrey-Chambertin, por el que se dice que incluso aplazó guerras. El secretario personal de Napoleón, el mariscal Louis de Marchand, escribió: “Lo único frío que había en la campaña de Egipto era el Chambertin de Napoleón, lo único cálido que había bajo el cielo gélido de Rusia era el Chambertin de Napoleón”.
Lo único frío que había en la campaña de Egipto era el Chambertin de Napoleón; lo único cálido que había bajo el cielo gélido de Rusia era el Chambertin de Napoleón».
El mariscal Louis de Marchand, secretario de Napoleón, sobre el su pinot noir preferido.
Entre sus vinos predilectos también estaban un sauvignon blanc de Poully-Fumé (en el Loira) y un singular blend de Liguria, el Rossese di Dolceacqua.
Durante su exilio en la isla de Santa Elena se aficionó al Grand Constance sudafricano, tanto que bebía 30 botellas al mes. Ese vino todavía se produce en Domaine de Groot Constantia, Sudáfrica, y en 2019 protagonizó la exposición «El sabor del exilio: Groot Constantia, el vino de Napoleón en Santa Elena», organizada por el Consulado de Francia en Ciudad del Cabo para celebrar el 250º aniversario del nacimiento de Napoleón.
La teoría conspirativa
Es curioso que, para los defensores de la teoría de la conspiración, este vino pudo contener el arsénico que algunos dicen acabó con su vida. La teoría oficial de la muerte, por cáncer de estómago, busca alejar el fantasma del envenenamiento, pero el embajador francés en Sudáfrica, Christophe Farnaud, encendió de nuevo la chispa de la duda en la inauguración de la mencionada muestra: «Quizás el Constance no era sólo un vino del exilio, sino también un vino de la muerte».
Los diarios del guerrero «bon vivant»
Además de las menciones a sus vinos favoritos, en los diarios y crónicas personales que Napoleón escribía de puño y letra figuran alusiones a los gustos de su primera esposa Josefina, a sus periplos de placer en busca de buenos vinos y otras aventuras etílicas.
Josefina tenía debilidad por un vino: el Coulée-de-Serrant de Savennières en el Loira. El viñedo donde se producía ese vino había sido plantado en 1130 por monjes cistercienses. El antiguo monasterio aún existe, y a unos cientos de metros de allí se construyó el castillo de Roche aux Moines, luego desmantelado durante las guerras de religión. Siempre considerado como un producto único y raro, el Coulée de Serrant fue celebrado por Luis XI y Luis XIV como uno de los mejores vinos blancos franceses.
La relación de Napoleón con el cognac data del año 1811, cuando el emperador visitó al comerciante Emmanuel Courvoisier en su tienda de licores de París. De ese encuentro surgió luego, en 1835, la famosa marca de cognac Courvoisier, con el perfil de Napoleón en la botella como seña de identidad.
Napoleón III, sobrino y heredero de Napoleón Bonaparte, también solicitó personalmente cognac a Courvoisier, concediéndole el codiciado título de «Fournisseur de la Cour Impériale», o proveedor oficial de la Corte Imperial.
Volviendo al tema de su gran afición por el champagne y de su relación con la casa Moët-Chandon, hay que mencionar que, después de la abdicación de Napoleón, la región de Champagne fue ocupada por soldados rusos. Éstos, en represalia por las campañas anteriores de Napoleón en Rusia, sometieron alos agricultores de la zona a fuertes multas y les realizaron requisas arrasadoras. De hecho, hay registros de que la mayoría de las bodegas de Champagne fueron saqueadas. El ataque al establecimiento de su amigo Moët fue particularmente duro: allí los rusos saquearon o consumieron más de 600.000 botellas.
Fuentes: Laura López Altares (mivino.es) y Luis Gulín Iglesias (vinosycaminos.com)