La mendocina María Laura Ortíz Chiavetta (52) está radicada en Madrid, España. Estudió Ciencias Económicas y Estadísticas, pero su inquietud y vocación la llevó a formarse en gastronomía, sommellerie y, más recientemente, en perfumería en Francia. Ella define su perfil profesional como “transversal, híbrido, difícil de encasillar”, pero con una constante: su nariz, a la que siente como hilo conductor de sus mundos. Junto a su marido Rodrigo Ojeda Fernández fundaron Winifera, una empresa de consultoría estratégica que une a las bodegas con consumidores premium. En esta entrevista con Enolife, la experta cuenta su larga trayectoria internacional y las tendencias globales en el sector del vino y el lujo.
Entrevista por Lorena Mellone, directora comercial y editora de Enolife
Inquieta, estudiosa, detallista y con un olfato privilegiado, María Laura Ortiz es madre de dos hijos, uno dedicado a la gastronomía y el otro al mundo del vino. Con su marido, Rodrigo Ojeda Fernández, formaron una empresa familiar que, como ella expresa, “es también una forma de vida”. Winifera, WineLux y Aromas de Cocina, remarca, «son parte del universo que compartimos.»
Actualmente vive en Madrid, “ciudad que adopté como hogar y que amo profundamente. Podría haber elegido cualquier lugar en el mundo, pero elegí España: por su cultura, por su energía y porque me permitió reinventarme sin perder mis raíces”, aclara.
Tiene un MBA en Luxury Brand Management realizado en Madrid y París; es especialista en análisis sensorial, estrategia y comunicación de alto nivel, ha trabajado durante más de dos décadas posicionando marcas, territorios y experiencias ligadas al mundo del vino. Es Academy Chair de The World’s Best Vineyards, Brand Manager para Tim Atkin MW en Sudamérica, Embajadora del International Wine Challenge, y Miembro del Panel Internacional de Expertos de Great Wine Capitals. Escribe para medios internacionales como Great Wine Capitals, Canopy UK y otras publicaciones especializadas en vino, viajes y lujo.
Es también integrante de la Guild of Food Writers del Reino Unido, miembro de Honor de la Commanderie de Bontemps (Bordeaux) y miembro del Grupo de Expertos de la Organizaión Internacional de la Vid y el Vino (OIV). Como narradora de aromas, recorre el mundo guiada por su olfato: escribe sobre perfumes, dicta masterclasses de perfumería para enólogos, y cree que el lujo se construye con tiempo, alma y sensibilidad.
El 17 de abril fue incorporada como miembro de la Commanderie du Bontemps, una de las cofradías vitivinícolas más prestigiosas del mundo, para cuya membrasía es necesario contar con el patrocinio de uno o más miembros y el apoyo del Gran Consejo del Vino de Burdeos. Su madrina fue Véronique Bonnie, del Château Malartic-Lagravière, quien le colocó el pin distintivo tras presentarla en sociedad.

Toda su experiencia y trayectoria la ha llevado a ser parte de la entrega de los premios International Wine Challenge, IWC, que se realizará el 25 de setiembre en el Hotel Hilton de Buenos Aires, Argentina. Con 41 años de historia en Gran Bretaña y España, los IWC están posicionados como uno de los desafíos y premios más prestigiosos de la industria vitivinícola.
– ¿Cómo te definís, María Laura?
-Soy una narradora de aromas. Me costó encontrar una definición que me representara, porque mi recorrido es amplio y poco convencional, pero ese nombre me abraza. Soy apasionada, visionaria y rigurosa a la vez, como me dijo un amigo, soy una mezcla de dreamers y doers. Viajo por el mundo con la nariz, soy jurado internacional de vinos, escribo sobre perfumes, investigo sobre neurociencia del olfato y desarrollo proyectos que unen lujo, territorio y emoción.
Desde que tengo cinco años estudio y nunca paré. Hoy sigo formándome en perfumería en el Grasse Institute of Perfumery, en Francia. Mi perfil profesional es transversal, híbrido, difícil de encasillar, pero con una constante, mi nariz es el hilo conductor entre mis mundos el vino, la gastronomía, los perfumes y la escritura.
–¿Cómo te enamoraste del mundo del vino?
-El vino llegó como llega lo esencial, de manera natural. Apareció en mi vida mientras estudiaba gastronomía, como ese complemento que transforma una comida en experiencia. Pero también hay una raíz más profunda, me crié frente a un viñedo. El primer regalo que me hicieron fue una botella de Chandon de 4,5 litros, que descorchamos cuando cumplí 15. El vino, para mí, es conversación, ritual, cultura y expresión sensorial.
–¿Qué hacés profesionalmente hoy? ¿Qué proyectos liderás?
Trabajo en el cruce entre el vino, el lujo y los negocios. Me dedico a la consultoría estratégica para marcas, territorios e instituciones del mundo del vino, y también a la comunicación sensorial. Soy directora del IWC Wine Industry Awards Argentina, un reconocimiento que celebra la excelencia en toda la cadena de valor del vino. Además, represento como embajadora al International Wine Challenge (IWC), uno de los concursos más prestigiosos del mundo, y tengo el honor de ser Academy Chair para The World’s 50 Best Vineyards, lo que me permite ser parte de la curaduría de experiencias vitivinícolas globales de alto nivel.
Escribo de forma regular para Great Wine Capitals, donde cubro temas como sostenibilidad, enoturismo de lujo y visión estratégica en las doce capitales globales del vino. También colaboro con medios de Francia, Inglaterra, Argentina y España, y dirijo mi propio blog y newsletter WineLux, que reúne más de 6.500 suscriptores de todo el mundo.
–¿Cómo llegaste a posicionarte en esos espacios internacionales?
Con estudio, constancia y mucha pasión. Me formé en instituciones de Francia, Inglaterra, España, Estados Unidos y Argentina. Estudié en London Wine School, Court of Master Sommeliers, EAE Business School Madrid, Sup de Luxe Paris, y en Burdeos hice uno de mis másters en vinos. Tuve mentores como Gerard Basset MW MS, Tim Atkin MW con quien he trabajado por más de una década.
Soy una convencida de que la formación debe ser continua, pero también personal. Estudio sobre perfumería, neurociencia, tendencias de lujo, cultura gastronómica y más. Eso me permite tener una mirada transversal.
Creo que el diferencial no está solo en saber de vinos, sino en entender su vínculo con el territorio, la emoción y el consumidor de alto nivel. En eso baso mi trabajo, en generar experiencias y relatos que posicionen el vino no solo como bebida, sino como expresión cultural y de lujo.
–¿Cómo es ese mundo de subastas y lujo?
Las subastas de vino ofrecen la emoción de adquirir botellas raras y valiosas, muchas veces a precios que pueden incrementarse significativamente con el tiempo. Ya seas un inversor experimentado o un recién llegado al mundo del vino fino, comprender cómo navegar las subastas es clave para construir una cartera de vinos con valor a largo plazo. En 2025, el mercado de subastas ha seguido creciendo, con más coleccionistas e inversores participando, lo que hace más importante que nunca contar con una estrategia bien definida. Se ha convertido en una parte esencial del mercado de inversión en vinos finos, ofreciendo acceso a botellas raras, añadas antiguas y colecciones exclusivas que a menudo no están disponibles en canales minoristas.
En cuanto al lujo, hubo un cambio de paradigma, durante gran parte del siglo XX y comienzos del XXI, se basaba en el lenguaje de la ostentación y en el mundo del vino, esto se tradujo en etiquetas doradas, botellas pesadas, ediciones limitadas casi inaccesibles y storytelling basado en premios o linajes históricos. Pero eso ya no alcanza, el consumidor de lujo ha cambiado y con él las reglas que rigen el deseo. Hoy, las marcas de vino que aspiran a posicionarse en el segmento premium deben repensar profundamente su propuesta, no basta con parecer, hay que serlo desde el alma del proyecto.
El lujo moderno no se define por el objeto que se adquiere, sino por la experiencia que se vive. Y el vino, como pocos productos en el mundo, tiene el poder de generar atmósferas, emociones, memoria. En la actualidad, conceptos como sustentabilidad, propósito e identidad están inmersos en el consumidor de vinos premium y el vino tiene todo para ser el lenguaje del nuevo lujo -origen, autenticidad, legado, experiencia, sensibilidad estética, temporalidad, identidad territorial-, pero sólo las marcas que integren las nuevas reglas en su estrategia lograrán captar la atención de un consumidor cada vez más exigente, informado y emocionalmente sofisticado.
-¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre? ¿Qué te inspira más allá del vino?
Me apasiona el arte en todas sus formas. Pinto en acrílico, hago dutch pouring, también pinto en formato digital. Escribir es otra de mis grandes pasiones: he publicado libros sobre aromas y tengo varios más en camino, incluyendo una serie de cuentos para niños inspirados en el olfato.
Leo muchísimo. Puedo obsesionarme con temas y pasar de la gastronomía a los perfumes, de la neurociencia a la antropología del lujo. Me inspiran autores como Martin Lindstrom, con su enfoque sobre el neuromárketing, o Jean-Claude Ellena, que para mí es la voz más poética de la perfumería contemporánea.



La música me acompaña todo el día, es el hilo invisible que sostiene mis jornadas, junto al mate y mi cuaderno de ideas. Viajar es otra de mis grandes pasiones. Ya he recorrido más de 180 ciudades en cuatro continentes, y cada lugar deja una marca, un aroma, una historia.
También me interesa mucho el mundo de las subastas, la artesanía de lujo, la arquitectura de bodegas, los gestos del detalle. Creo que en la sutileza está la diferencia.
–¿Qué frase define tu forma de vivir y trabajar?
-Me gusta pensar que soy una constructora de sentidos. Ya sea con un vino, un perfume o una palabra, busco crear momentos que dejen huella. Para mí, el lujo no está en el precio, sino en el tiempo, en el cuidado, en lo que se hace con alma. El vino es mi idioma, pero la emoción es el verdadero mensaje.















