En esta nota publicada originalmente en el diario El Memo de Mendoza, el historiador, docente y escritor Pablo Lacoste analiza las tendencias y preferencias de los nuevos consumidores de turismo, desde el antiguo concepto de status vinculado al lujo, la posterior puesta en valor del patrimonio intangible, hasta llegar al surgimiento de una tercera etapa, en la cual, la exclusividad y el lujo están dados por el arraigo, la identidad y los valores de eco-cultura.
La celebración del Día Internacional del Turismo (el pasado 27 de setiembre) ha generado un amplio debate sobre los alcances y perspectivas de esta actividad que cada día resulta más importante para la vida económica, social y cultural de los pueblos. La agenda internacional puso énfasis en el aporte del turismo a la paz universal, en la medida que, al conocerse, los pueblos superan prejuicios, rompen demonizaciones impuestas por la ideología y construyen vínculos positivos.
A ello se suma la mirada de las nuevas generaciones, particularmente los millennials, con su desenfado muchas veces irreverente, que descoloca y pone fuera de foco a los boomers, a quienes miran como «los dinos».
Los especialistas muestran que el perfil del mercado millennial exhibe continuidades y rupturas con relación a las generaciones anteriores.
Se mantiene viva la tradición de la búsqueda de exclusividad y distinción en la experiencia turística, sobre todo ahora, debido a la capacidad de visibilización a través de redes sociales, práctica profundamente arraigada en el mundo millennial.
Pero lo que está cambiando es el concepto de status. Anteriormente, se asociaba casi exclusivamente al poder: exhibirse junto a palacios renacentistas, castillos medievales, catedrales góticas y ruinas romanas, era la forma de mostrar exclusividad y pertenencia al jet set.
Posteriormente, el concepto de lo exclusivo comenzó a cambiar, con el paso de la era del patrimonio de piedra hacia el patrimonio intangible. Se pusieron entonces de moda la gastronomía, las fiestas y festivales y los paisajes culturales.
Y últimamente se produjo el surgimiento de una tercera etapa, en la cual, la exclusividad y el lujo están dados por el arraigo, la identidad y los valores de eco-cultura.
Este nuevo periodo coincide con la emergencia del turismo regenerativo, por el cual, el visitante asume un papel activo y responsable en el destino turístico. Ya no se percibe como consumidor (muchas veces indiferente y depredador), sino como un actor que se involucra con las comunidades locales y contribuye a su mejoramiento. En lugar de dejar basura en el centro turístico, aportan con su presencia constructiva».
Pablo Lacoste
¿Cómo se aplica esto en Mendoza Este y en el Maule?
Ambos territorios de Argentina y Chile tienen exactamente el mismo problema: cómo captar el interés de los turistas que llegan por la Ruta 5 hacia el sur (Chile) o por la Ruta 7 hacia el oeste (Mendoza).
Las nuevas generaciones tienen mayor predisposición a interesarse por estos nuevos destinos turísticos, menos contaminados por las corrientes estandarizadas, y con mayor capacidad de ofrecer algo nuevo, original y único.
El punto crítico es la apertura mental que se requiere para comprender la profundidad de estas nuevas corrientes, y adaptarlas a las estrategias de turismo. Lugares como las Huaquerías en el departamento de Rivadavia, el globo aerostático de Junín, y la zona cordillerana maulina son parte de este proceso. Lo mismo que los vinos naturales y la miel artesanal del secano interior sur, o bien, el patrimonio generado en el secano de Santa Rosa y La Paz, con sus hornos de barro, abren nuevas oportunidades, igual que la experiencia de las recolectoras de algas en el borde costero, con sus técnicas ancestrales.
El patrimonio gastronómico y las prácticas artesanales de preparación de alimentos están emergiendo como el nuevo lujo, en el sentido de un producto exclusivo, cargado de significado.
Se trata del fenómeno exactamente inverso a los productos indiferenciados de los hoteles industrializados all inclusive, verdadera cinta industrial, propia del fordismo, aplicada al turismo de masas, con las cadenas hoteleras que ofrecen servicios similares en Cancún, Isla Margarita y Baradero, donde todo está tabulado en una tabla Excel para atender una fila de consumidores con servicios estandarizados.
Se suma a este proceso la crisis de destinos consolidados como pudo verse en los socavones de Reñaca, respuesta de la naturaleza ante la hiper-concentración del mercado turístico en las frágiles dunas del borde costero de la región de Valparaíso.
Las visiones de los millennials generan oportunidades de innovación, particularmente, en el punto de contacto entre los ecosistemas naturales y la cultura, con su dimensión patrimonial. Allí se están acumulando las razones seminales que, con el tiempo, pueden abrir el camino a una renovación interesante del turismo.