El historiador mendocino especialista en temas vitivinícolas y autor de 15 libros -el último de ellos, «Guaymallén y el Origen del Espumante Argentino»- y cientos de artículos en medios de todo el mundo hispanoamericano, propone otorgarles a las soberanas vendimiales un espacio de decisión donde canalicen sus iniciativas en pos de mejorar la vida de los mendocinos: a la Reina Nacional, una banca en la Legislatura; y a las reinas departamentales, un cargo de concejal. Esa tarea concreta en beneficio de la comunidad, sugiere Lacoste, alejaría también el «fantasma de la cosificación femenina» al que le temen algunos y algunas.
Pasado el frenesí de la Fiesta Nacional de la Vendimia, llega el momento de aprovechar la experiencia para el análisis. Este año creció el debate en torno a las reinas. ¿Debe mantenerse esa tradición? ¿Implica una cosificación de la mujer? ¿Cómo mantener una bella tradición cultural y a la vez, alejarnos de la cosificación femenina?
Existe una corriente dedicada a ubicar a las reinas vendimiales dentro del grupo general de los concursos de belleza, fácilmente demonizables gracias a figuras de magnates abusadores, al estilo Trump. El mundo vendimial resiste, tratando de mostrar que, en este espacio, la reina tiene otra trayectoria, otro papel y otro significado.
Este año se pudo avanzar en esa dirección, con el diseño de proyectos. Para postular al reinado departamental, las candidatas debían diseñar un proyecto y proponerlo a su comunidad. De este modo, para los votantes, lo que se ponía en juego entre una y otra candidata no era meramente una imagen, sino también un proyecto de bien público. El departamento de Maipú realizó esta transformación muy bien: en la previa a la Fiesta Departamental, se proyectaban videos de las reinas, cada una de las cuales, explicaba su propuesta. Resultaba emocionante ver a las jovencitas hablando a una multitud de miles de personas, sobre la necesidad de avanzar en proyectos ambientales, sociales, económicos y culturales. Fue un modo de refrescar ideas y difundirlas de modo eficiente.
Esta forma de trabajar contribuye a fortalecer a las reinas vendimiales, y alejarlas del demonizado modelo de concursos de belleza. Pero todavía se puede ir más lejos. Porque hasta ahora, las reinas pueden formular proyectos; pero no tienen el poder necesario para ejecutarlos.
Hay que empoderar más a las reinas. Y un golpe definitivo a los demonizadores sería darles poder real. ¿Por qué no le damos un lugar real y efectivo de poder?
Concretamente, llega el momento de pensar la posibilidad de incorporar las reinas a los espacios de toma de decisiones. Para ello, la reina departamental podría asumir una banca en el Concejo Deliberante de su departamento. Y la Reina Nacional, en la Legislatura.
Algunos podrán objetas estas ideas, pensando que ello desvirtuaría un principio básico del liberalismo político, que sólo reconoce la representación a través de sistemas electorales construidos desde el derecho y la teoría política. A ellos respondemos que el liberalismo político como tal, está bastante desgastado y deslegitimado. Además, los partidos políticos sufren de procesos de desgaste muy fuerte. La presencia de las millennials en los foros parlamentarios servirá para refrescar la política con el aporte de nuevos temas y sensibilidades. Además, servirá para reforzar la representación femenina que, a pesar de las leyes de cupo, sigue siendo insuficiente.
Otra objeción sería la eventual contaminación del sistema de elección de reinas porque, al representar poder, se desatarían fuerzas infernales para tratar de controlarlas con fines abyectos. Esta amenaza se puede neutralizar fácilmente con la Comisión de Reinas Nacionales de la Vendimia (Corenave). Como entidad autónoma e independiente, Corenave podrá intervenir en los procesos de elección de las reinas para asegurar transparencia y legitimidad. De este modo se avanzará todavía más en el empoderamiento de la mujer en general y de las reinas en particular.
Las ventajas de este empoderamiento serían notables.
Nuestras jóvenes reinas y princesas se preparan arduamente como candidatas para representar a sus departamentos con una capacitación enriquecedora, que las lleva a conocer con más profundidad la cultura del vino, juntamente con el patrimonio cultural de su departamento. Son mujeres inteligentes, dinámicas y entusiastas, con muchas ganas de construir una provincia mejor.
Si a ese entusiasmo le entregamos algo de poder, podremos ver pronto una mejora palpable en la calidad de nuestra política. Ya me imagino a la reina empoderada, recorrer los restaurantes, para exigir la presencia de vino (en vez de bebidas industriales ajenas), de comidas típicas, de gastronomía cuyana. Ya las intuyo, animando a los bodegones a recuperar, con orgullo, la tradición, la cultura y la identidad de Mendoza.
Para que las reinas puedan ser efectivas en la ejecución de sus proyectos, tienen que tener poder. Al poder votar en los foros parlamentarios, podrán exigir a los políticos tradicionales el apoyo para realizar sus proyectos de bien público, lo cual servirá para hacerlos más realizables.
Lo que hay para ganar es mucho. Y los riesgos son mínimos.