Llega la primavera y empieza la preocupación de los productores por las heladas que ocurren durante esta fase crítica del ciclo, la brotación. En esta época los productores están pendientes del pronóstico, y tratan de saber qué temperatura mínima se registró en la finca y respiran aliviados cuando “no se observan daños visibles”. Sigue el ciclo normal, pero al momento de cosecha los rendimientos obtenidos son menores que los esperados. ¿Pero qué pasó? Hubo daños sutiles que fueron despreciados en su momento pero que restan kilos en la balanza.
El autor de este artículo, también conocido en el
medio vitivinícola como Dr. Frío, es ingeniero agrónomo,
especialista en microclima, fisiología y sustentabilidad
y gerente general de su empresa, Indegap.
La interfase entre la estación de dormición y la de crecimiento está mediada por la “ecodormición”, es decir, que el proceso de brotación es “retenido” por factores ambientales. Para sincronizarse con el advenimiento de la primavera las plantas tienen umbrales de detección de estos estímulos, especialmente los térmicos, que desencadenan procesos como la desaclimatación (pérdida de resistencia al frío) y la presión de raíz (proceso por el cual la planta puede incorporar agua e hidratarse sin tener hojas que transpiren). El cumplimiento de esos procesos fisiológicos habilitan la próxima etapa que es visible y que anticipa un nuevo ciclo vegetativo. Pero en relación con las heladas, este proceso es crítico ya que indica que la planta comienza a rehidratarse, y que al final del día es agua libre fácilmente congelable y potencialmente dañina.
Luego de esta primera hidratación, se activa otro proceso fisiológico que tiene que ver con la energía. La forma que tienen las plantas de empaquetar mucha energía es a través de un compuesto llamado almidón. Mediante un proceso enzimático, el almidón se divide en glucosa y fructosa, que en términos prácticos es la “comida” con la planta crece. Con agua, energía, nitrógeno y hormonas arranca el proceso de la brotación. Este es un proceso temporalmente muy variable porque depende de estímulos ambientales, del contenido de agua del suelo, de los nutrientes, entre otros factores. Es así que, para el momento de las heladas de la primera semana de octubre no hay una homogeneidad en cuanto al estado de la brotación en todas las zonas vitícolas, pero sí en todas las plantas que han comenzado a hidratarse.
Una vez desencadenado el proceso de brotación, todos los órganos de estos brotes demandan agua libre para crecer y estirarse, lo que los hace muy sensibles a las heladas. Por regla general, en un brote el órgano más sensible a una helada será el meristema apical, o en términos prácticos, la punta del brote. Este órgano se encuentra en una fase de activa división y crecimiento celular. Pero, si las heladas son suficientemente intensas, pueden superar la resistencia de todos los órganos del brote y hacer un daño total.
Lamentablemente a nivel mundial se cuenta con relativamente poca información sobre la resistencia al frío de los órganos de vid durante el proceso de brotación. Todavía es una caja negra. Esto es así, en parte, porque es difícil de medir, y, por otra parte, porque hay demasiadas dependencias. Por ejemplo, en un brote de 10 cm no está totalmente esclarecido cuál es la diferencia de resistencia entre el meristema, la segunda hoja recién desarrollándose, la primera hoja con mayor avance, las inflorescencias recién asomando, etcétera.
Volviendo al título de la nota, es común decir “no se observan daños visibles”. En principio es porque sólo estamos viendo la realidad a simple vista, no con una mirada más fina bajo la lupa. Las plantas tienen distintos mecanismos de reacción ante daños, pero es común el aborto del órgano con daños parciales (pero sano a simple vista) un par de días luego de la helada. Si el aborto es del meristema apical, se ven los brotes “detenidos” y con los zarcillos por encima del meristema. Los daños también pueden ocurrir en la base de la inflorescencia y las flores pueden irse cayendo de a poco, el famoso corrimiento. Otra de las reacciones típicas de las plantas es la brotación de las yemas secundarias (que por lo general tienen baja cantidad de racimos) o de las latentes (que no poseen racimos). Como si esto fuera poco hay un daño no visible más, que es el consumo extra de almidón que requieren las plantas para activar estos meristemas, el cual puede tener efecto en la brotación del año siguiente.
Así, decir “sin daños visibles” puede que sí acarree daños más o menos graves para la producción por lo que es importante “afinar el ojo” y no subestimar este tipo de daños parciales e “invisibles” porque mientras mejor y más rápidos se detecten los daños, más herramientas agronómicas se podrán aplicar durante el ciclo.