El autor es periodista especializado en economía, libros, viajes, vinos y spinettismo. Ex editor de Economía en diario Los Andes de Mendoza. Columnista en el diario El Sentinel de Fort Lauderdale, Florida, EEUU. Director periodístico de la revista de negocios argentina Punto a Punto (PaP).
Escribí estas “no reglas” del vino hace unos años. Y hoy encuentro que tienen más vigencia que nunca. Después de unos cuantos años de probar todo tipo de vinos, creo que la regla más importante a seguir es: que no hay reglas. Hago un resumen:
- Si un vino me gusta, no hay crítico ni especialista ni enólogo que me vaya a convencer de que es mediocre o malo.
- Si un vino no me gusta, no hay crítico ni especialista ni enólogo que me vaya a convencer de que es bueno.
- Muchísimas veces, algunos vinos de alta gama me hacen dar más ganas de tomar agua que de tomar otra copa.
- En las degustaciones, me suele suceder que escucho muchas más cosas de las que puedo percibir. Envidio la capacidad de los que hablan de los vinos. Yo no tengo tanta imaginación.
- Cuando tomo un vino no me interesa si tiene fermentación maloláctica o maceración carbónica. Me importa que me guste o no. Las cuestiones técnicas corresponden a los winemakers, que para eso estudian. Lo mío es sentarme en la silla del placer, no la de la técnica.
- Desconfío profundamente de los comisarios del gusto. No me gustan los comentadores que dicen que un vino es mejor que otro. Respeto a los que dicen que les gusta más uno que otro.
- Mis gustos sobre el vino varían con los días, con las comidas, las compañías o los estados de ánimo. No hay un vino absoluto ni un estilo absoluto. Hay vinos que me gustan en un determinado momento, y punto. Y otros que en algunas ocasiones no me impactan tanto como lo hicieron alguna vez.
- Lo maravilloso del vino es que me ofrece opciones para todas esas situaciones de los que hablaba antes. Siempre hay alguno para el momento en que lo quiero tomar. Y explorar todas las posibilidades es fascinante.
- Para aprender de vinos, no sirve leer ni pedir consejos ni mirar programas de televisión: hay que tomar vino. No hay ningún otro camino. No le hagan caso a nadie sobre qué deben tomar o no. Prueben todos y hagan su propio camino. Lo mejor es que, como nunca vamos a encontrar el vino definitivo, nos llenaremos de placer mientras lo buscamos incesantemente.
- Nunca hay que subestimar lo que dicen los mercados, por más que algunos vinos exitosos no nos gusten. Por algo los consumidores los eligen, a veces durante décadas. Nadie tiene derecho a hablar de esos vinos con una sonrisa desdeñosa, porque en definitiva los que nos hacen una sonrisa desdeñosa a nosotros son los accionistas de las bodegas.