El 6 de enero pasado, un montón de chiquitos del barrio San Martín de la capital de Mendoza tuvieron su regalo de Reyes gracias a la solidaridad del vinotequero Juan Cruz Zuloaga (26), que organizó una colecta para sumarse al esfuerzo de la vecina Lorena Valdiviezo (41), quien en su propia casa brinda alimentos y contención a unas 120 familias carenciadas de la zona. Hubo más de 40 aportes y premios de vinos y almuerzos de bodegas aliadas para 3 de los donadores. La necesidad de ayuda de Las Compañeras continúa.
La idea nació de un joven comerciante con responsabilidad social, dueño de la vinoteca Elixir en Paso de los Andes 138 de Mendoza capital. Luego se sumaron bodegas tradicionales de Mendoza como Finca La Azul, Andeluna y Budeguer, aportando premios a los participantes de la colecta solidaria. La «gente del vino» también devuelve en acciones concretas en beneficio de la comunidad la elección de los consumidores.
Así, tras 15 días de recolección de regalos de Reyes, se juntaron más de 40 bolsas de juguetes, la mayoría flamantes, para ser repartidos entre los pibes del barrio San Martín a quienes sus padres tal vez no hubieran podido comprarles nada.
La campaña solidaria
-Organizador responsable: Juan Cruz Zuloaga, de vinoteca Elixir.
-Asociados: Finca y Bodega La Azul, Bodega Andeluna y Bodega Budeguer.
-Beneficiarios: 120 chicos del merendero Las Compañeras, del barrio San Martín, Manzana 25, calle 9 (entre Villavicencio y Penitentes.
-Encargada del merendero: Lorena Valdiviezo (tel. +54 9 2616 31-3261)
-Premios a los donadores: 1) Un almuerzo para 2 personas en restaurante de Finca La Azul, 2) Una caja de vino Andeluna 1300 y 3) Una caja de espumante Tucumén de bodega Budeguer.
El merendero «Las Compañeras» está en el tradicional Barrio San Martín de la Capital mendocina, más exactamente en la Manzana 25, Calle 9 (entre Villavicencio y Penitentes). O sea, en la casa de Lorena Valdiviezo, su fundadora, quien sabe muy bien lo que significa pasar hambre y no se queda quieta ni un segundo para ayudar a quienes lo necesiten.
Lorena vive de la venta de panificaciones caseras, y ese noble oficio es el que utiliza también para mantener el merendero. Con la ayuda de otras mamás, cocinan para vender y juntar dinero, el que a su vez destinan a comprar más alimentos, ropa y utensilios que hagan falta.
Abrió el merendero hace un año, y estuvo a punto de cerrarlo porque no tenía cómo mantenerlo. Al respecto, cuenta: «Me reuní con las mamás del barrio y les dije que si estaban de acuerdo podíamos hacer cosas para vender y sostenerlo; así fue, y con lo recaudado compramos mas cosas para el merendero». Con ese recurso se logró dar la media tarde los lunes, miércoles y viernes, y los martes y jueves una vianda o algo para cocinar en la casa de quienes lo necesitaran.
Lorena tiene una hija de 23 años, que durante 9 años sufrió una desnutrición crónica aguda. «Dios me ayudó y le agradezco tener a mi hija viva, por eso cuando ella se puso bien decidí ayudar a niños de diferentes villas. Empecé juntando ropa y alimentos; me levantaba a las 5 de la mañana, amasaba y me llevaba un fuentón de pan a las villas de Lisandro Moyano, Dorrego, la del Borbollón… Un día decidí hacerlo en mi propio barrio: hice 100 sopaipillas y una olla de yerbiado y los saqué a la vereda; a los pocos minutos ya no tenía nada… Así nació el merendero Las Compañeras».
Así lo bautizaron porque, como ellas cuentan, «nos ayudamos entre todas, somos muy compañeras y muy organizadas».
En el merendero, Lorena y su hija tienen una carpeta con los datos de los niños y sus mamás, y una vez al mes hacen reuniones para ver qué se necesita y cómo trabajar para conseguirlo.
Su casa es pequeña, pero ella tiene siempre las puertas abiertas. Desde que empezó la pandemia, cambió la forma de organizarse: ahora cocinan sólo de a tres y ella reparte los alimentos por una ventanita, con barbijo y todos los protocolos sanitarios.