Mujer de letras, naturalista médica, profetisa y música, consagrada Santa en 2012 por el Papa Benedicto XVI, la también conocida como «Sibila del Rin» (1098-1179) es considerada precursora de la biodinámica por sus reflexiones sobre el equilibrio de la naturaleza y sus prácticas con viñedos en el convento donde vivía con sus compañeras de la orden benedictina. Estudió la influencia de la luna en el cultivo de la vid y en los momentos de cosecha, y desarrolló la noción de terroir, describiendo las distintas uvas según las regiones en que crecían.
Por Azélina Jaboulet-Vercherre
(Profesora asociada en la escuela Ferrandi de París)
En esta época en la que observamos los trastornos desde un punto de vista colectivo, todas las miradas se dirigen a la búsqueda de conceptos históricos que nos permitan contrarrestar los sufrimientos de nuestros tiempos.
Tanto la agricultura como la medicina se están orientando hacia una comprensión holística del mundo y están recuperando a determinadas figuras de nuestro pasado colectivo.
La alegoría de la naturaleza vuelve a la mente de todos, de forma más o menos conciente, y nos sumerge en un universo fantástico de otro tiempo, que bien podría ser la época medieval. Allí aparecen figuras como la de Bernardo Silvestre, autor de una Cosmografía en el siglo XII, en la que Natura está dirigida por una madre naturaleza –Noys– aún más poderosa. Noys -intelecto, sabiduría y Providencia divina- es la encargada de dictar a Natura el camino que debe seguir para restaurar el orden a partir de un caos macrocósmico. Juntas, estas dos naturalezas superiores podrían restablecer la armonía entre las especies.
Hildegarda de Bingen, un ordenamiento espiritual del conocimiento holístico
Para poder redescubrir la mirada de otro tiempo, vamos a permanecer en este siglo XII que trajo consigo la renovación del naturalismo, de la mano de Hildegarda de Bingen (1098-1179). Monja, mujer de letras, médica, profetisa y música, Hildegarda despliega en sus obras una sensibilidad al ritmo de la naturaleza que la convierte en una ilustre precursora de los actuales adeptos a la biodinámica.
Sus obras destacan la estrecha relación entre los movimientos internos del cuerpo y la Naturaleza (fuerzas vitales), en particular su trabajo científico Physica -también llamado Liber subtilitatum y Liber simplicis medicine– (fechado alrededor de 1150), que presenta, en forma enciclopédica, un inventario de la Creación, en la que participan la cosmología; la cosmografía; el ser humano y sus actividades, como la plantación de vides y la cosecha, las enfermedades y sus remedios.
Aunque a menudo se diga lo contrario, Hildegarda conocía a los clásicos. Su originalidad abarca numerosas dimensiones, entre las que destaca haber demostrado que su condición de mujer no necesariamente fue un impedimento para recibir el reconocimiento e, incluso, la estima, de los más grandes de su siglo (Bernardo de Claraval, el papa Eugenio III).
A pesar de ello, tal y como suele suceder con los espíritus excepcionales, su figura cayó en el olvido hasta que, el 7 de octubre de 2012, cuando fue declarada por el papa Benedicto XVI «Doctora de la Iglesia universal», lo que equivale a una canonización. Pero más interesante para nuestro enfoque es su ordenamiento espiritual del conocimiento, que calificaríamos como «holístico».
La visión hildegardiana de lo creado
Además de su conciencia de la tierra como uno de los cuatro elementos constitutivos del universo, se interesa por los diferentes tipos de suelo y sus usos. En Causae et Curae (Libro de las causas y remedios de las enfermedades), Hildegarda ilustra su enfoque naturalista, dominado por el papel de las luces, el sol y la luna («madre de toda división temporal»).
En particular, menciona la influencia de la luna en el cultivo de la vid (la plantación, la cosecha y las cualidades de la vid, así como la corrupción de los frutos) y la noción de terroir (jerarquía de los suelos en función del nivel de luz solar que reciben y su humedad, la naturaleza de la uva dependiendo de las regiones en las que crece la vid).
Los árboles que se encuentran en la región oriental y se riegan con aguas orientales crecen bien y producen buen fruto en sus distintas variedades, tienen buen sabor… Las viñas de Oriente producen mucho vino y de buena calidad».
Hildegarda de Bingen
La visión hildegardiana de lo creado se basa en el sistema de referencia del Génesis: «Durante la creación del hombre, se retiró una tierra en particular de la tierra: el hombre… Y la tierra brindó su verdor, según las especies y la naturaleza y las costumbres y todo el medio ambiente del hombre».
La creación es benévola si hacemos un uso razonable y saludable de ella
Más allá de la reactividad entre el principio divino y el ordenamiento de la naturaleza (física y humana), observemos este efecto espejo, auténtico topos medieval emergente del razonamiento sobre el cosmos. Se nos impone la dependencia del hombre a las reglas superiores, a menudo a nuestra costa, y esta exigencia de humildad nos sitúa frente a la fuerza de la naturaleza, a la que estamos sometidos y que nos nutre, más que al contrario.
En la región occidental (de Europa), el vino es fuerte pero no delicioso y puede conservarse mucho tiempo porque allí la tierra tiene frío y calor… Y es que el vino se da mejor con calor que con frío».
Hildegarda de Bingen
Para la abadesa visionaria, los movimientos del sol revelan una lección moral: «Cuando, con sus malas accciones, el hombre transgrede la justicia, llena de peso y oscurece el sol y la luna, de modo que, siguiendo su ejemplo, éstos se manifiestan en tormentas, lluvias o sequías».
En otros párrafos de su obra, Hildegarda refiere: «Cuando en cambio, en invierno, el sol baja, el fuego inflinge llagas provocadas por el juicio divino con el hielo, la escarcha y el granizo, porque cada pecado se examina y se castiga con el fuego, con el frío, o con otras llagas según el castigo que merezca.
Estas pocas frases podrían tomarse como objeciones. Parecería que el propósito de la sibila del Rin fuera, más bien, recordarnos que la Creación es benévola si hacemos un uso razonable y saludable de ella.
Fuente: Sección «Enocultura» de la Organización Internacional de la Vid y el Vino (OIV)