Nacida en Tupungato, de padres contratistas, esta mujer es un ejemplo de trabajo, amor y voluntad. Gabriela Olea (38) derrocha optimismo y sonrisas. A sus 9 años, trabajaba en la viña con su familia, iba a una escuela rural a la que llegaba caminando 7 km con frío, calor, lluvia o nieve. Al mismo tiempo estudiaba canto y pertenecía al coro de la iglesia del pueblo. Hoy madre de dos hijas que están en la universidad, sigue trabajando como contratista en la misma finca de su infancia en el Valle de Uco, junto a su marido. Es presidenta de la Cooperativa Cotraavi, donde cultivan hortalizas, tienen viñas, elaboran el vino y venden sus productos a precios accesibles. Además, es secretaria adjunta del Sindicato de Contratistas y está a punto de recibir su título universitario de contadora. En el Día de la Mujer, un modelo inspirador que merece el brindis.
Por Lorena Mellone (lmellone@enolife.com.ar)
Con voz siempre calma, mirada dulce y sonrisa continua, Gabriela Olea (38) demuestra que una vida de trabajo fructífero puede ser esforzada pero hace a la felicidad.
Hija de Osmar y Marta, es la mayor de 4 hermanos, y pertenece a la tercera generación de contratistas de la Finca Chaar en Cordón del Plata, Tupungato, Mendoza. Hoy sigue trabajando allí junto a su marido Edgardo Lera, secretario general del Sindicato de Contratistas de Mendoza.
Reconocida en 2022 por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) y el Ministerio de Agricultura de la Nación por su «Trayectoria, dedicación y la promoción de la vitivinicultura argentina», cuenta, por experiencia propia, que el sueño de todo contratista es llegar a elaborar su vino y enviar a los hijos a la universidad, como ella ha logrado. Es que, siendo presidenta de la Cooperativa Cotraavi, construyó con los asociados la bodega «No me olvides», donde elaboran nada menos que 400.000 litros de vino al año, de los cuales comercializan una parte a granel y envasan 20.000 botellas con la marca «Del Contratista». Y sus dos hijas, Damaris (20) y Jazmín (19) llegaron a la universidad, donde estudian abogacía y educación física respectivamente.
–Enolife: ¿Naciste entre vides y ayudaste a tu familia desde chica?
-G.O.: Sí, nací en Tupungato, viví con mis padres Osmar y Marta y mis 4 hermanos menores -3 mujeres y un varón- toda mi infancia y adolescencia en una finca llamada Chaar, en Cordón del Plata… Tanto mis padres como mis abuelos han sido contratistas de viña toda la vida.
En casa trabajabamos todos; a mis 9 años ya sabía mucho del oficio, ayudaba a mis padres medio día… Mis tareas en la viña eran atar, desbrotar, todo lo que a esa edad podía hacer. El otro medio día iba a una escuela rural llamada Marconi, adonde había llegar caminando 7 kilómetros, pero íbamos felices todos juntos con mis compañeros, chicos de todas las edades, todos hijos de contratistas y obreros rurales.
-¿Cómo llevabas las dos actividades, trabajo y escuela?
-Siempre fui muy aplicada en la escuela, imaginate que yo iba aunque nevara 😂😂(se ríe), y en la escuela me retaban por ir con ese clima. Es que me encantaba ir a la escuela porque ahí también nos daban el almuerzo y se comía muy rico, yo siempre fui al turno mañana y en la tarde trabajaba, a la nochecita hacía las tareas escolares y, eso sí, ¡a las 22 todos a la cama!
-¿Cursaste la secundaria?
Terminé la primaria y cuando estaba en la secundaria conocí a Edgar, mi esposo, trabajando en la misma finca donde vivía; era mi vecino, su familia también era contratista, estuvimos casi un año de novios, y cuando él tenía 21 y yo 18 años nos casamos. Ya estaba en el último año de secundaria y yo había pensado en no seguir, pero él me incentivó a terminar y así lo hice.
En ese entonces nació nuestra primogénita Damaris, que hoy tiene 20 años, así que mientras estudiaba la secundaria, era mamá, ama de casa y ayudaba en las tareas de la viña cuando se podía. Después llegó Jazmín, nuestro segundo tesoro, que vino a completar nuestra familia y hoy tiene 19 años.
-¿Ellas trabajan con ustedes?
-La más grande está en el último año de Abogacía y la otra en 2do. año de Educacion Física; aparte trabajan, Damaris en un estudio contable y Jazmín dando clases en las escuelas de verano y en 2 gimnasios.
Cuando eran adolescentes sí nos ayudaban a cosechar, eso siempre les ha encantado; además de que las dos tienen un físico importante para la labor (risas). Pero siempre nos han acompañado en lo que hacemos, son muy serviciales.
–¿Cómo transcurrió tu vida laboral?
-Me dediqué por muchos años a criar a mis hijas y a trabajar de contratista junto a mi esposo, después trabajé 4 años en el Registro Nacional de Trabajadores y Empleadores Agrarios (Renatea) ayudando a los obreros rurales, a quienes les hacía la Libreta de trabajo, era referente territorial del Valle de Uco.
Al mismo tiempo nacía la Cooperativa de Contratistas de Viña (Cotraavi), un desafío que nos propusimos emprender con otros contratistas y pequeños productores para dar valor agregado a nuestro trabajo, y fui una de las socias fundadoras.
Decidí estudiar contaduría porque me tocó sufrir mucho ninguneo de algunos profesionales que me trataban como ignorante sólo porque venía del campo y olía a piquillín».
Gabriela Olea, productora vitivinícola y presidenta de la Cooperativa Cotraavi
Luego de un tiempo resulté elegida como presidenta por quienes hoy son los asociados y ahí me di cuenta de la necesidad que tenía de capacitarme, y fue así que me propuse estudiar contaduría para poder desenvolverme mejor mi rol en la entidad.
-¿Cómo empezó la cooperativa?
-La cooperativa se creó en el año 2010, y en 2013 se logró acceder a un fondo nacional rotatorio para la compra de la bodega «No me olvides», que está ubicada en el Carril Chivilcoy, en El Espino, San Martín. Allí activamente trabajan todos los días 4 personas, pero de los 42 asociados, siempre un gran parte está presente, cada vez que hacemos algún arreglo en el parquizado de la finca o todo lo que tenga que ver con el mejoramiento del predio; la última vez nos juntamos a pelar caña para techar un quincho que entre todos levantamos y pintamos para después disfrutrar nosotros mismos del paisaje tomando unos ricos mates.
-¿Qué variedades de uva tienen en la finca?
-En la finca tenemos aspirant bouchet, de la que habitualmente cosechamos 34 quintales; criolla grande con 1.500 quintales; y syrah, con 762 quintales aproximadamente. Pero este año sufrimos una merma del 40% aproximadamente, por factores climáticos. Sin embargo, nos pasó que de la aspirant sacamos más uva que el año pasado, pero todavía no tenemos el redondeo de la cosecha 2023 porque terminamos recién la semana pasada, pero sí te puedo decir que damos gracias a Dios de haber cosechado, porque la mayoría a los alrededores se quedó sin cosecha 😞.
La finca Cotraavi tiene mas de 74 has y no sólo hay producción de vid sino que mucha parte de la tierra es alquilada a un chacarero que planta tomate, zapallo, zanahoria, cebolla, etcétera, que también nos dedicamos a cosechar.
-¿Y qué vinos elaboran en la Bodega «No me olvides»?
-Elaboramos un vino con la marca «Del contratista»; en la última añada hicimos 400.000 litros. Lo hacemos con mucho amor y dedicación, así que en la contraetiqueta hay un relato que dice: «Este vino es la alegría embotellada del contratista, que con racimos de esperanza sueña entre las viñas lo inalcanzable, manos llenas de trabajo que con amor hoy comparten el sabor gratificante de su historia. Amigo, hoy te invito a degustar esta esperanza, a creer que se puede soñar aunque no veas nada.»
Y pronto va salir una nueva marca, que llamamos «La Ilíada»; va ser un malbec reserva, que también va a contar una historia, en esta oportunidad va a ser una historia de amor y guerra, con batallas ganadas. Y sólo puedo contar hasta ahí sobre este nuevo proyecto.
-¡Qué lindo que cada vino cuente una historia!
-Sí, las dos ideas de marca son de mi autoría, al igual que una canción que escribí hace muchos años y que habla de la vida y los sueños del contratista, cuya letra dice así:
«Hoy les quiero contar la historia de un obrero que cada día deja todo en una viña.
Se trata de un laburador contratista de viña,
cada día se levanta con la misma petición,
que Dios, que está en el cielo, proteja la producción.
Y cantando una tonada toma la tijera y el podón
Y saludando a su familia, despidiendo a sus amados,
se pierde en la polvareda de un callejón.
«No deja de soñar con un día mejor, donde hará su propio vino y será elaborador.
Posible será, no deja de creer, los sueños le dan vida para poder crecer.
«A veces se toma un tiempito para poder soñar
que podrá mandar sus hijos a la universidad,
que este año la cosecha se multiplicará
y habrán unos pesitos para salir a pasear.
«Manos que trabajan llueva nieve o salga el sol,
familia que demusetran mucha esperanza y valor.»
-¿Estudiaste canto, o sos talentosa de nacimiento?
-(😂😁😂😁 risas) Canté desde chica en la escuela, y en el coro de la iglesia canto hasta el día hoy, pero sí, estudié de grande durante dos años en un instituto de música llamado CanZion, en Mendoza.
-Dijiste que decidiste estudiar contaduría… ¿Y por qué elegiste esa carrera?
-Sí, decidí estudiar porque la verdad es que cada vez que me tocaba en el trabajo enfrentarme a los problemas de la cooperativa, para resolverlos dependía de preguntar a otras personas y me tocó sufrir mucho ninguneo de algunos profesionales que me trataban como ignorante sólo porque venía del campo y olía a piquillín. Pero eso y muchas otras cosas no me desanimaron, al contrario, me dieron ánimo para capacitarme.
Empecé entonces a estudiar de noche en la Fundación Universitas la carrera de contabilidad empresarial, y cuando recibí mi título me dieron ganas de seguir, así que me inscribí en la Universidad de Quilmes de Buenos Aires, donde me dieron la posibilidad de estudiar a distancia y me aceptaron las equivalencias. Hoy puedo decir que gracias a Dios ya estoy a un pasito de obtener mi otro título, el de Contadora Pública.
-¡Tu marido Edgardo se ganó la lotería con vos!
-Jaja 😁😁, él tiene mucho que ver con todos mis logros y también yo tengo que ver con los suyos, en estos días cumplimos 21 años de casados😍.
-¡Momento ideal para el brindis! ¿Qué vinos te gustan?
Me gustan los vinos tintos, suaves, que no sean agresivos pero que tengan un toque brillante y me den la sensación de un vino joven y que al catarlo me queden ganas de más…
-Con todo lo que contaste, quiero saber cómo es un día tuyo
-Mi día comienza dando gracias a Dios por darme la posibilidad de haber amanecido para disfrutar de un nuevo día, doy gracias por la familia, por el trabajo y pido también por los necesitados. Luego salimos a trabajar y me llevo como desayuno el mate para el camino, ya que recorremos largas distancias desde el Valle de Uco hasta San Martín o a Mendoza Ciudad.
Ningún día es igual, siempre hay distintas actividades que tienen que ver con la cooperativa, la oficina, el sindicato -donde soy secretaria adjunta y trabajo en todo lo que tiene que ver con lo administrativo-, la finca o el local de ventas.
En el local no sólo comercializamos nuestros vinos, sino que hace un par de años nos unimos a la red de Alimentos Cooperativos del país y a través de ellos gestionamos un subsidio de la Unión Europea que nos permitió abrir un local de alimentos cooperativos en San Martín, en la calle Aguado, donde vendemos más de 150 productos de otras cooperativas como nosotros, entre ellos yerba de Misiones, fideos, chizitos de maíz de Cauqueva, una cooperativa de Jujuy… También vendemos mieles, harinas, dulces, salsas de Areco, entre esas un chimichurri agridulce riquísimo que fue elaborado con el vino Del Contratista y un dulce de membrillo de otra cope, un experimento genial de los chicos de Areco.
En fin, comemos siempre al regresar a casa entre las 17 o 18 hs, y luego de otros mates dedico tiempo a mis cosas personales, donde a veces me toca ensayar con una banda en la cual también están mis hijas, o me tomo tiempo para mis responsabilidades extracurriculares o de estudiante, ama de casa, mamá y esposa 😄😄😄. Además hace poco nos mudamos a nuestra casa propia, así que eso también me mantuvo muy ocupada, porque fue un proyecto comunitario, un barrio que logramos con otras 56 familias.
-Contame sobre ese barrio
-Lo del barrio surgió porque hace más de 10 años nos ofrecieron entrar en un proyecto de urbanización que era para contratistas, no teníamos casa propia pero no quisimos ingresar porque teníamos nuestras dudas.
Luego de un tiempo, mi papá descubrió que la persona que ofrecía esa vivienda era un estafador y entonces nosotros lo denunciamos, pero ya había gente involucrada que quería seguir con ese proyecto, no perder lo poco que tenían. Así que le propusieron a Edgardo, mi marido, seguir con las reuniones del barrio. Hasta ese momento la gente estaba muy enojada y no creía mucho en el proyecto, pero nosotros seguimos adelante y de a poco, y a lo largo de muchos años, con perseverancia y el acompañamiento de la gente contratista y obreros rurales que sí creyeron en el proyecto, finalmente se logró. Ya hace casi un año desde este gran acontecimiento, donde no sólo obtuvimos el lote sino la casa, una casa propia, entregada por el Instituto Provincial de la Vivienda, y que estamos pagando de a poco… Ya más de 56 familias disfrutamos nuestras casas en el barrio Tisa, en Tupungato.
-¿Qué significa para vos la viticultura y el trabajo de la tierra?
-¡Todo! Para mí la vitivinicultura y las labores que se realizan tiene que ver con trabajar todo el año rogando a Dios que no nos afecten las heladas y la piedra, para poder levantar una uva que valga un buen precio. Recuerdo cuando era chica: teníamos muy claro que si se vendía bien mi papá nos iba poder comprar zapatillas y los lápices de colores grandotes que partíamos a la mitad para que, con mis hermanos, todos pudieramos tener uno de cada color. Se trata de mucho esfuerzo por amor a la familia y a un futuro mejor… Tanta fue la pasión por el oficio que lo seguí después de casada con mi esposo y ha sido la experiencia de vida más linda, de sacrificio y de entrega, que hasta el día de hoy la comparto con a mis hijas.
-¿Cuál es tu sueño de acá a 5 años?
-De acá a 5 años sueño con ver crecer aún más a nuestra querida cooperativa, que llevamos adelante un grupo de trabajadores, que no vienen de ser hijos de bodegueros, sino que conocen el sacrificio del trabajo en la tierra desde la producción hasta la elaboración y comercialización de sus propios vinos. Y por qué no, soñar en hacer conocer nuestros vinos en el mundo. Pero mejor aún nuestra historia, atravesando fronteras.