Implantar vides en medio de los edificios y el cemento de las ciudades es, más que un desarrollo comercial, un símbolo del amor por la cultura vitivinícola y el vino que alegra la vida y da tanto trabajo a mucha gente en Argentina. En Buenos Aires hay un par de apuestas de este tipo, también de valor simbólico, ya que con unas pocas plantas encerradas en un patio o un terrenito de una casona no se puede hacer dinero, pero sí poner en escena una embajada de la bodega emprendedora. En Mendoza, viñedos de considerable tamaño han quedado aislados en medio del asfalto y barrios residenciales. Ahora, en la pujante y bella ciudad patagónica de Esquel, por iniciativa de una familia ligada al vino hace décadas, ya verdea un viñedito que pinta para convertirse en un personaje del pueblo.
Cuando sólo un puñado muy reducido de emprendedores miraba a la cordillera de Chubut y Río Negro -en la Patagonia argentina– como posible zona para el desarrollo vitivinícola, Camilo De Bernardi (foto principal) y su familia no dudó demasiado. Lanzó la apuesta. Hoy tiene una marca registrada en El Bolsón y empezó a construir el primer viñedo urbano de Esquel.
Camilo De Bernardi recibe al periodista en el patio de su casa, o para ser más precisos en su nuevo cultivo de vides. El día está lluvioso y una bruma intensa reposa sobre el lomo de Esquel. Ese paisaje otoñal se aprecia desde el terreno donde este conocido emprendedor ya tiene unas 500 plantas echando raíces.
“Hace muchos años venimos trabajando en esta actividad”, cuenta De Bernardi mientras mira directo al nuevo proyecto que no duda en calificar como “un desafío muy grande”. Armar este viñedo urbano -un tipo de cultivo acotado del cual hay unas pocas experiencias similares en Buenos Aires y Mendoza- no es tarea sencilla.
De Bernardi relata que su idea no ha sido reciente sino que la imaginó hace varios años. Hoy es una realidad, aunque faltan algunas etapas. Tiene actualmente un terrenito cuadrangular con 500 plantas, pero quiere triplicar ese número. “Las trajimos del vivero Mercier, una emprea de origen francés arraigada desde hace décadas en Mendoza”, explica. Y agrega: «La variedad de uva es Riesling, que prende bien en clima frío y es de ciclo corto”. El resultado final, espera el viticultor, «será un vino blanco con penetración sobre todo en mercados de alta gama».
“Se eligió la variedad en función del clima y el suelo. Pensamos hasta el último de los detalles”, destaca De Bernardi rodeado de cuatro grandes mascotas que lo siguen en cada paso. La inversión es grande, proporcional a las expectativas. El sistema de riesgo es por gravedad; los plantines vienen de un vivero de prestigio; el trabajo del suelo y el mantenimiento es arduo. Todo ello exige tiempo y recursos.
Subraya el también bodeguero que ahora en otoño las plantas entraron en una suerte de letargo, de descanso, hasta agosto. Previo al inicio de la primavera llegará el turno de la poda. Allí comenzará un nuevo ciclo, el cual es fundamental para la consolidación y el desarrollo del viñedo. A la primera cosecha recién la imagina para el 2028. “Los frutos no se ven de la noche a la mañana”, dice.
Para ver la primera botella de este viñedo urbano afincado en plena ciudad de Esquel faltan algunas temporadas. No hay que quemar etapas. La paciencia es una virtud de los vitivinicultores. De Bernardi indica que aún no sabe si armará una bodega en el mismo terreno o si llevará las producciones a El Bolsón, donde su familia tiene un establecimiento.
Una zona con potencial
Este vecino productor lleva más de 10 años en la actividad vitivinícola. “Empezamos en el 2011”, detalla, y recuerda que por aquel entonces no abundaban las producciones de vid en la zona. De hecho, pocos creían que un vino de calidad podría salir de allí. Las condiciones geográficas y climáticas parecían ser un limitante.
De Bernardi recalca que el clima, el frío y el suelo son elementos naturales inmodificables. Y que lejos de ser un obstáculo, esa realidad se presenta como un desafío interesante. No duda en resaltar la calidad de los emprendimientos que hay en la cordillera. “Hay un montón de factores que nos diferencian, que nos hacen distintos. Las limitaciones existen y van a estar; el desafío es sortearlas”, asegura. Y afirma que el potencial en la región es grande y que eso debe ir acompañado de la formación profesional constante. En ese marco, apunta a la reapertura de la carrera de Enología en el Instituto Superior 815 de la ciudad. Considera que debe reflotarse esa propuesta ya que se necesita mayor mano de obra calificada. “Esperemos que se abra nuevamente y que Esquel se consolide como centro de formación”, completa.
Fuente: Diario La Portada











