En el artículo que a continuación publicamos -divulgado originalmente en la revista científica OENO-ONE y realizado por investigadores de la Organización Internacional de la Vid y el Vino (OIV), entre los cuales se encuentra la bioquímica mendocina Raquel Romano-, se resume y analiza la literatura científica sobre el efecto de la ingesta de vino en las enfermedades autoinmunes (alergias, psoriasis, esclerosis múltiple, diabetes, artritis reumatoidea, enfermedad celíaca, entre muchas otras). Aunque existe un consenso general de que el consumo de alcohol es perjudicial para el sistema inmunológico, los estudios científicos discutidos en esta revisión llevaron a conclusiones sustancialmente diferentes.
Por Chiara Di Lorenzo, Patrizia Restani, Arina Oana Antoce, Raquel Romano, Ursula Fradera, Pierre-Louis Teissedre, Jean-Claude Ruf, Corinne Bani, Francesca Mercogliano, Marcos Araujo y Rena Kosti.
La científica mendocina Raquel Romano (foto) forma parte del equipo de expertos de la Organización Internacional de la Vid y el Vino (OIV) que llevó a cabo esta investigación. Es bioquímica, doctora en Química Analítica Instrumental, investigadora Vitivinícola y de Alcoholes para el INV y miembro del Grupo de Expertos en consumo, nutrición y salud de la OIV.
Esta revisión evalúa críticamente la literatura científica para determinar si las bebidas alcohólicas pueden afectar positiva o negativamente la incidencia y gravedad de los trastornos mediados por el sistema inmunológico, incluidas las enfermedades autoinmunes.
Pocos estudios científicos exploran la asociación entre las bebidas alcohólicas y el sistema inmunológico, en contraste con la extensa literatura dedicada al sistema cardiovascular.
Debido a que el vino es el producto más investigado en esta revisión, no se tienen en cuenta estudios que evalúen el papel del alcohol en sí mismo sin especificar las bebidas incluidas (por ejemplo, vino, licores y cerveza).
En esta investigación se analizan los datos sobre las siguientes enfermedades enfermedades autoinmunes revisadas: alergias, enfermedad celíaca, resfriado común y covid-19, enfermedades inflamatorias crónicas intestinales, diabetes tipo 1, dermatitis herpetiforme, esclerosis múltiple, psoriasis, artritis reumatoide, lupus eritematoso sistémico y trastornos tiroideos.
El estudio reveló que, en principio (aunque con diferencias entre las diversas patologías), el consumo moderado de vino no afecta negativamente el riesgo de desarrollo o progresión de enfermedades mediadas por el sistema inmunológico. En algunos casos, el efecto se debe principalmente al alcohol en sí mismo, mientras que en otros casos el vino muestra una tendencia más favorable en comparación con otras bebidas alcohólicas.
Esta revisión se vio limitada por la escasez de artículos disponibles, por lo que nuevos estudios prospectivos sobre la asociación entre el consumo de vino y las enfermedades mediadas por el sistema inmunológico deberían diseñarse específicamente para obtener conclusiones más sólidas.
La supervivencia humana y animal depende del adecuado funcionamiento del sistema inmunológico, que constantemente monitorea el cuerpo, identificando y protegiendo contra infecciones, agentes ofensivos como alérgenos y moléculas no propias, así como estructuras biológicas atípicas como células cancerosas. Una dieta equilibrada asegura la optimización de todas las funciones celulares, incluidas las relacionadas con el sistema inmunológico, que obtiene energía y nutrientes de los alimentos ingeridos. Además de los micronutrientes y macronutrientes necesarios, ciertas moléculas tienen un papel específico en el desarrollo y funcionamiento del sistema inmunológico, siendo especialmente importantes aquellas capaces de reducir la inflamación crónica.
Qué son las enfermedades autoinmunes
Cuando el sistema inmunológico no funciona correctamente, puede considerar moléculas o tejidos inofensivos como extraños, dando lugar a enfermedades mediadas por el sistema inmunológico, que pueden clasificarse en enfermedades autoinmunes (cuando el cuerpo desencadena una respuesta inmune contra sí mismo, como la enfermedad celíaca, la diabetes tipo 1, la psoriasis, etc.), trastornos de inmunodeficiencia (cuando el cuerpo no puede activar una respuesta inmune contra agentes externos) y reacciones alérgicas (cuando el cuerpo desarrolla una respuesta inmune inadecuada y excesiva a moléculas seguras para la población general, como fármacos, polen y alimentos).
Numerosos estudios epidemiológicos realizados desde la segunda mitad del siglo pasado han demostrado una relación inversa entre el consumo moderado de alcohol (principalmente vino) y la morbimortalidad asociada a algunas patologías crónicas y degenerativas. Los resultados más significativos se han observado en la reducción del riesgo cardiovascular (Teissedre et al., 2018), aunque relativamente pocos estudios publicados han evaluado la influencia del consumo moderado de vino en el inicio y control de enfermedades mediadas por el sistema inmunológico (Watzl et al., 2004; Romeo et al., 2007). Ha habido mucho debate sobre este tema, con resultados contradictorios: los estudios en humanos se centran principalmente en el abuso del alcohol, y en estas condiciones el alcohol se considera comúnmente perjudicial para la salud y generalmente inmunosupresor (Zhang et al., 2008; Molina et al., 2010; Szabo & Saha, 2015); sin embargo, la inmunosupresión también puede ocurrir debido a otros factores concomitantes, como las deficiencias nutricionales frecuentemente observadas en personas que abusan del alcohol (Barve et al., 2017).
Estos estudios suelen estar sesgados también porque evalúan el alcohol en sí mismo sin especificar la bebida específica estudiada (por ejemplo, vino versus licores) y las condiciones de consumo (por ejemplo, en ayunas versus durante una comida).
El objetivo de este documento es evaluar si el consumo moderado de vino puede modular positiva o negativamente la incidencia y evolución de trastornos mediados por el sistema inmunológico, incluidas las enfermedades autoinmunes. Con este fin, se realizó una revisión científica de la literatura sobre el tema. No se consideraron los estudios en los que no se especificaban las bebidas bajo examen (vino, licores, cerveza, etcétera).
Materiales y métodos
Se realizaron búsquedas sistemáticas en las principales bases de datos científicas de referencias y resúmenes en ciencias de la vida (PubMed, MEDLINE, Embase y CAB-Abstract) desde su inicio hasta diciembre de 2023. Se utilizaron los términos «uva», «vino» y «Vitis vinifera», combinados con «enfermedades inmunomediadas y autoinmunes«, que incluyen condiciones específicas como alergias, enfermedad celíaca, enfermedad de Crohn, resfriado común y Covid-19, dermatitis herpetiforme, enfermedad inflamatoria intestinal (EII), esclerosis múltiple, psoriasis, artritis reumatoide, lupus eritematoso sistémico, diabetes tipo 1, trastornos tiroideos (tanto hipotiroidismo como hipertiroidismo) y colitis ulcerosa.
Los resultados se filtraron específicamente para «estudios en humanos» y «ensayos controlados» para garantizar la relevancia y la fiabilidad de los hallazgos. Se consideraron informes de casos que documentaban reacciones alérgicas asociadas con el consumo de vino cuando estaban bien documentados. Se excluyeron revisiones y estudios que mencionaban el alcohol sin especificar el tipo de bebida alcohólica, con el fin de mantener la especificidad en relación con los efectos relacionados con el vino.
Los estudios realizados in vitro, en animales de laboratorio o que involucraban moléculas purificadas se incluyeron solo si contribuían significativamente a la discusión o proporcionaban ideas sobre mecanismos relevantes para los efectos observados en estudios en humanos.
La selección de artículos se basó en su cumplimiento con estos criterios de inclusión para asegurar la fiabilidad y la relevancia de los hallazgos revisados en este estudio.
Resultados y discusión
Las patologías inmunomediadas consideradas en esta revisión se enumeran en orden alfabético y no por importancia clínica. Los artículos que cumplieron con los criterios de inclusión seleccionados se resumen en la Tabla 1.
Tabla 1. Resumen de los artículos seleccionados según los criterios de inclusión.
Alergia
Una alergia es una reacción del cuerpo (es decir, la producción de anticuerpos por parte del sistema inmunológico) hacia ciertas moléculas que son inofensivas para la mayoría de las personas. Las moléculas ofensivas (encontradas, por ejemplo, en alimentos, medicamentos y polen) se conocen como alérgenos/antígenos.
La clase más común de anticuerpos involucrados en las reacciones alérgicas es la IgE, aunque también existen formas de alergia (especialmente las retardadas) que involucran mecanismos mediados por células o mecanismos mixtos. Las reacciones alérgicas pueden manifestarse en diferentes tejidos y órganos: vías respiratorias inferiores, mucosa nasal, piel, ojos, sistemas cardiovascular y gastrointestinal. Los síntomas son causados por la liberación de mediadores químicos por parte del cuerpo (como la histamina) después de la formación de complejos antígeno-anticuerpo.
La gravedad de una alergia varía de persona a persona y puede ir desde malestar leve (hormigueo en la lengua o labios) hasta un shock anafiláctico, que puede ser mortal (Sicherer y Sampson, 2018).
La alergia mediada por IgE al vino no es muy común y puede involucrar varios compuestos: proteínas de la uva, de las cuales el principal alérgeno es la Proteína de Transferencia de Lípidos (LTP); proteínas derivadas de huevo, leche, vegetales o pescado que se utilizan como aditivos o auxiliares de procesamiento; y mohos (Botrytis cinerea) y levaduras (como Saccharomyces cerevisiae) (Wüthrich, 2018).
En esta revisión, no se han considerado las alergias asociadas con aditivos del vino (lisozima) o auxiliares de procesamiento (proteínas de huevo, leche y gelatina/isinglass de pescado), ya que hasta ahora no están documentadas científicamente en ningún artículo. Los artículos sobre alergias enumerados en la Tabla 1 son principalmente informes de casos y confirman lo que ya se conoce en la literatura, es decir, el papel de LTP (Schäd et al., 2005; Schäd et al., 2010) y las proteínas de levadura (Bansal et al., 2017) en la aparición de los pocos casos documentados de reacciones alérgicas.
Enfermedad celíaca
La enfermedad celíaca es una enfermedad autoinmune crónica asociada al gluten, un complejo proteico presente en muchos cereales como el trigo, la cebada y el centeno. Hasta el diagnóstico y la adopción de una dieta libre de gluten, las personas con enfermedad celíaca desarrollan inflamación en el intestino delgado, aplanamiento de las vellosidades intestinales y, consecuentemente, reducción en la capacidad de absorber nutrientes (malabsorción) (Iversen y Sollid, 2023).
Actualmente, la única terapia efectiva consiste en eliminar por completo los cereales tóxicos de la dieta para evitar en la mayoría de los casos las posibles consecuencias de ingerir gluten (anemia por deficiencia de hierro, raquitismo/osteoporosis y linfoma intestinal).
No se encontraron estudios que cumplan con los criterios de inclusión de este artículo en la literatura sobre el papel del vino en la modulación positiva o negativa de la enfermedad celíaca. Los estudios sobre este tema tienden a centrarse en informar a los consumidores que sufren de enfermedad celíaca sobre las bebidas alcohólicas que pueden consumir sin riesgo: el vino, la sidra y los licores (vodka, ginebra, whisky, brandy y ron, etc.) se consideran comúnmente seguros cuando se consumen en cantidades moderadas (Asociación Nacional de Celíacos, 2020). Sin embargo, cabe destacar que ciertos vinos solían ser clarificados utilizando proteínas de trigo, lo cual estaba permitido hasta hace poco como auxiliar de procesamiento en prácticas enológicas, aunque raramente se utilizaba (Marchal et al., 2002).
Enfermedades inflamatorias intestinales crónicas
Varias enfermedades crónicas que afectan el intestino involucran al sistema inmunológico, siendo las más comunes la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa.
La enfermedad de Crohn (EC) fue descrita por primera vez en una serie de casos presentados en la reunión anual de la Asociación Médica Americana en 1932 (Crohn et al., 1984). Aunque la EC puede afectar todo el intestino, el íleon distal es el más afectado; la patología se caracteriza por períodos de exacerbación y períodos de remisión. La patogénesis resulta de interacciones entre factores ambientales, el sistema inmunológico, factores genéticos predisponentes y cambios en el microbioma del huésped, lo que lleva a un daño significativo de la mucosa intestinal (Petagna et al., 2020).
La colitis ulcerosa es una enfermedad inflamatoria crónica del intestino que afecta el revestimiento del intestino grueso; inicialmente localizada en el recto, puede extenderse al colon. La patogénesis de la colitis ulcerosa tiene una identificación limitada; se cree que es una enfermedad multifactorial que incluye una predisposición genética específica, una alteración de la barrera epitelial del colon y una reacción inmunológica anómala a antígenos y factores ambientales que aún están poco definidos.
En la literatura científica existen numerosos estudios que consideran el consumo de alcohol (y en particular el vino) en personas que padecen enfermedades inflamatorias intestinales (EII; para una visión general del tema, ver (Swanson et al., 2011; Ramos y Kane, 2021)).
En general, los pacientes con EII reportan un empeoramiento de los síntomas después de consumir alcohol, pero el vino es mejor tolerado que otras bebidas alcohólicas. Sin embargo, los efectos específicos del vino van más allá del efecto sobre el sistema inmunológico e involucran principalmente otras vías metabólicas (como propiedades antiinflamatorias capaces de contribuir al control de la enfermedad).
Es importante destacar que también se han descrito consecuencias negativas del consumo de vino en pacientes con EII (disminución de los niveles fecales de calprotectina y aumento de la permeabilidad intestinal), aspectos que requieren un análisis detallado adecuado. Dada la importancia y la extensión de estas enfermedades, los autores de esta revisión decidieron dedicar una futura publicación a las patologías inflamatorias intestinales, en la que se considerarán todos los factores involucrados.
Resfriado común y Covid-19
Las enfermedades bacterianas y virales son muy comunes en la población general, especialmente durante los meses de invierno. Aunque no están involucradas en la génesis de estas enfermedades, el sistema inmunológico es esencial ya que responde al agente externo causal, permitiendo así la recuperación. Dada la reciente pandemia de Covid-19 y el interés en enfermedades transmitidas por virus y bacterias, se decidió incluir también los pocos estudios que vinculan el consumo de vino con la incidencia o evolución de estas enfermedades.
Sin embargo, la tasa de incidencia del resfriado común (RR) para los bebedores de > 14 copas de vino (tanto blanco como tinto) por semana en comparación con los abstemios fue de 0.56 (intervalo de confianza del 95 %, 0.38 – 0.82). También se observó una reducción menos significativa con 1-7 copas/semana (RR 0.77) y 8-14 copas/semana (RR 0.71).
Takkouche et al. (2002) llevaron a cabo un estudio de dos años para verificar si el consumo de alcohol y/o bebidas alcohólicas específicas podía modular la incidencia del resfriado común. El estudio incluyó a 4.272 empleados de 5 universidades españolas, quienes completaron un cuestionario al momento de la inscripción y luego cada 10 semanas durante un año. Los resultados indican que la incidencia del resfriado común no estaba relacionada con el consumo total de alcohol, cerveza o licores.
Aunque esta asociación se encontró tanto en el vino blanco como en el tinto, fue más significativa en este último: después del ajuste por contenido de alcohol, el consumo de más de 14 copas/semana se asoció con un RR de 0.39 para el vino tinto y 0.80 para el vino blanco. Estos resultados podrían estar asociados al menos parcialmente con los diferentes contenidos de flavonoides en el vino, que según Tanaka et al. (2019), es aproximadamente de 88 mg en el vino tinto versus 3,5 mg en el vino blanco.
Numerosos estudios han intentado identificar qué factores afectan positivamente la incidencia y gravedad de Covid-19. En su estudio, Dai et al. (2022), consideraron el consumo de diferentes tipos de bebidas alcohólicas. Incluyeron a 473.957 sujetos del Reino Unido, de los cuales 16.559 habían dado positivo por Covid-19 al menos una vez. Los sujetos pertenecientes a ambos grupos (positivos o negativos para Covid-19) eran comparables en términos de edad (66,3 ± 8,6 versus 69,3 ± 8,1) y distribución de género (47,1 % hombres y 52,9 % mujeres).
La información sobre el tipo de bebida alcohólica consumida y la cantidad relativa se obtuvo a través de un cuestionario, revelando un riesgo relativo disminuido de Covid-19 en sujetos que consumieron vino tinto (en un 16 % para > 5 copas/semana versus abstemios), vino blanco y champagne (en un 8 % para > 5 copas/semana). Esta asociación inversa y protectora no se observó para la cerveza y los licores, para los cuales los riesgos relativos tendieron a ser más altos.
El efecto diferencial observado entre los diversos tipos de bebidas alcohólicas puede deberse a su contenido en moléculas biológicamente activas: el vino tinto, que mostró la mayor efectividad en este estudio, es el más rico en polifenoles, a diferencia de los licores que contienen pocos polifenoles y altas cantidades de alcohol.
Mientras tanto, aunque la cerveza contiene polifenoles, no mostró un efecto protector; los autores postularon que el efecto positivo del vino (incluido el champagne) estaba vinculado a moléculas específicas, como los estilbenos (incluido el resveratrol) y proantocianidinas. Se sugiere que esta asociación debe ser verificada más a fondo, dado que se sabe que el vino blanco y el champagne tienen un contenido muy bajo de estilbenos (Jeandet et al., 2006; Suprun et al., 2021).
A pesar de las incertidumbres (el rango de edad no cubre toda la población, el consumo de bebidas alcohólicas se refiere al período anterior a la pandemia, etc.), este estudio indica el papel favorable del consumo moderado de vino en la protección contra el Covid-19.
Dermatitis herpetiforme
La dermatitis herpetiforme (DH), también conocida como enfermedad de Duhring, es una condición crónica que se manifiesta con picazón intensa y lesiones en la piel. Aunque es más común en adultos jóvenes, también puede aparecer en niños y personas mayores (Reunale et al., 2021).
La DH es causada por una reacción del sistema inmunológico al gluten y a veces se asocia con la enfermedad celíaca (en el 15-25 % de los pacientes), aunque en ocasiones no hay otros signos de esta patología. El nombre «herpetiforme» hace referencia a la formación de grupos de lesiones, que también es típica de las infecciones por Herpes simplex (aunque no tienen la misma etiología).
Los pacientes pueden desarrollar otros trastornos autoinmunes (como hipotiroidismo, anemia perniciosa y diabetes tipo 1) y linfoma intestinal. Las lesiones son el resultado de depósitos de IgA en las puntas papilares dérmicas, que atraen a los neutrófilos. La enfermedad puede tratarse aplicando una terapia farmacológica (hasta la estabilización de la enfermedad) junto con una dieta libre de gluten. Como se describió anteriormente para la enfermedad celíaca, los derivados de la uva están permitidos en la dieta de DH, por lo tanto, los vinos y vinos fortificados (como el jerez y el oporto) son seguros, evitando los vinos clarificados con proteínas de trigo.
Diabetes Mellitus tipo 1
La diabetes mellitus (DM) es una enfermedad caracterizada por la presencia de hiperglucemia, que puede ser causada por la producción insuficiente de insulina o su acción inadecuada. Hay dos tipos de diabetes: tipo 1 (DM1), sin secreción de insulina, y tipo 2 (DM2), que resulta de la sensibilidad reducida a la insulina y/o la secreción por el páncreas (que aparece en la edad adulta).
DM1 afecta aproximadamente al 3-5 % de las personas con diabetes y generalmente aparece en la infancia o adolescencia, llevando a un déficit absoluto de insulina. En DM1, se detectan anticuerpos circulantes dirigidos contra las células productoras de insulina. Es por esta razón que esta forma de diabetes se clasifica como una de las enfermedades «autoinmunes» (Antar et al., 2023).
Se cree que el daño que el sistema inmunológico induce contra las células que producen insulina está vinculado a factores hereditarios y/o ambientales, como la dieta, el estilo de vida y el contacto con virus específicos (Zorena et al., 2022). De las patologías mediadas por el sistema inmunológico, la diabetes es la más frecuente entre la población joven. Sin embargo, en lo que respecta al papel de las bebidas alcohólicas en el control de los parámetros metabólicos, hay muchos menos estudios publicados sobre DM1 que sobre DM2.
Para estudiar el efecto de la ingestión aguda de vino sobre los parámetros metabólicos, 10 pacientes con DM1 (7 hombres y 3 mujeres) recibieron, con una comida estándar de 600 calorías, ya sea vino con alcohol (80-100 g/día de alcohol para hombres y 48-60 g/día para mujeres) o un volumen equivalente de vino sin alcohol durante un período de 90 minutos (Kerr et al., 2009): los niveles de glucosa, triglicéridos, ácidos grasos libres, glicerol, cortisol y hormonas del crecimiento resultantes no mostraron diferencias significativas. Sin embargo, los niveles de lactato posprandial aumentaron cuando se consumió vino con alcohol (P = 0.014).
Los niveles posprandiales de beta-hidroxibutirato disminuyeron cuando se consumió vino sin alcohol, y aumentaron significativamente cuando se consumió vino con alcohol (P < 0.001). Los autores concluyeron que los pacientes con DM1 pueden estar en riesgo de cetoacidosis al consumir bebidas alcohólicas.
En otro estudio (Tessari et al., 2002), no se observó efecto sobre la glucemia posprandial en 6 pacientes con DM1 (5 hombres y 1 mujer) que recibieron una comida mixta elemental con y sin 300 mL de vino tinto (con un intervalo de 3 meses entre ambos). Mientras tanto, la ingesta moderada de vino con una comida mostró niveles más altos de fibrinógeno, concentración de glucagón y captación esplácnica de primer paso de leucina y fenilalanina, así como una disminución selectiva en las concentraciones plasmáticas de aminoácidos y ningún deterioro en la proteólisis endógena y la síntesis de albúmina.
El estudio de Koivisto et al. (1993) examinó el efecto del consumo de alcohol en dos parámetros metabólicos: los niveles de glucosa en sangre y de insulina. Antes, durante y después de una comida de 700 kcal, los sujetos (10 pacientes varones con DM1) recibieron una cantidad de alcohol equivalente a aproximadamente 1 g/kg de peso corporal, administrado de la siguiente manera: 40 mL de vodka como aperitivo, 400 mL de vino tinto con la comida y 40 mL de coñac con el café. El mismo diseño experimental se aplicó luego reemplazando el alcohol por agua mineral. No se observaron diferencias significativas en los parámetros sanguíneos estudiados en las dos sesiones experimentales.
Turner et al. (2001) llegaron a conclusiones diferentes cuando estudiaron el efecto del consumo nocturno de alcohol en forma de vino blanco seco sobre la glucemia medida al día siguiente. Se reclutaron seis hombres con DM1 y se les pidió que bebieran vino blanco seco o un volumen equivalente de agua mineral en un lapso de 90 minutos.
Los pacientes recibieron una comida a las 7 pm y el vino (0.75 g de etanol/kg de peso corporal) o agua mineral dos horas más tarde. Los resultados indicaron que, en pacientes con DM1, el consumo moderado de alcohol en la noche después de una comida puede provocar hipoglucemia, tanto antes como después del desayuno del día siguiente. En comparación con la sesión en la que los pacientes bebieron agua mineral, el alcohol no indujo cambios en los niveles de insulina; según los autores, la hipoglucemia podría deberse a los niveles nocturnos reducidos de la hormona del crecimiento.
El Estudio Prospectivo de Complicaciones Eurodiab (Beulens et al., 2008) evaluó el papel del consumo moderado de diferentes bebidas alcohólicas en complicaciones microvasculares en 1,857 pacientes (964 hombres) con DM1. En particular, se monitorizaron las siguientes complicaciones: retinopatía, neuropatía y nefropatía. Se observó una asociación significativa en forma de U entre el consumo de alcohol y el riesgo de diferentes complicaciones microvasculares, tanto en hombres como en mujeres.
Cuando se consideraron las bebidas por separado, se obtuvieron los siguientes resultados: i) el consumo de cerveza mostró una relación significativa en forma de U (p = 0.027) solo para la macroalbuminuria (odds ratio 0.33, 0.13-0.81), y ii) el consumo de vino siempre mostró una tendencia en forma de U para la retinopatía proliferativa, la macroalbuminuria y la neuropatía, pero no se encontraron diferencias significativas para este último parámetro.
Para los bebedores moderados de vino (30-70 g/semana de alcohol), las odds ratios fueron 0.85 (0.52-1.37) para retinopatía proliferativa, 0.57 (0.38-0.85) para neuropatía y 0.48 (0.25-0.93) para macroalbuminuria. Las bebidas espirituosas tendieron a asociarse con un mayor riesgo de complicaciones estudiadas.
El estudio de Harjutsalo y el Grupo de Estudio FinnDiane (2014) tuvo objetivos similares y obtuvo resultados similares; de hecho, en este estudio también se observó un mayor riesgo de nefropatía y retinopatía en pacientes con DM1 abstemios en comparación con los consumidores de vino ligero. Además, con los consumidores de vino como grupo de referencia, se observó un mayor riesgo de nefropatía en hombres que bebían bebidas espirituosas (odds ratio de 2.80; IC del 95 % 1.15-6.81). No se encontraron diferencias entre los bebedores de vino y cerveza (odds ratio de 0.83; IC del 95 % 0.37-1.82) o bebedores mixtos (odds ratio de 1.33; IC del 95 % 0.60-2.92).
En las mujeres, no se encontraron diferencias en el riesgo de nefropatía entre los diferentes tipos de bebidas. Al comparar a los consumidores de bebidas espirituosas con los bebedores de vino y cerveza, la relación entre el consumo de alcohol y la retinopatía mostró resultados similares a los de la nefropatía (odds ratio de 2.32; IC del 95 % 1.35-4.00). No se observaron diferencias entre los sexos para la retinopatía.
Los efectos positivos mostrados por los estudios discutidos anteriormente solo pueden justificarse parcialmente por la presencia de resveratrol en el vino debido a su concentración muy baja. De hecho, como se muestra en el estudio de Movahed et al. (2020), tales efectos positivos se pueden lograr con una suplementación de resveratrol a una dosis de 500 mg dos veces al día durante 60 días: los marcadores de estrés oxidativo de DM1 mejoraron significativamente, con una disminución de la glucemia en ayunas y los niveles de hemoglobina A1c.
Esclerosis múltiple
La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad autoinmune compleja que afecta el sistema nervioso central, caracterizada por inflamación que conduce a la desmielinización de las fibras nerviosas y síntomas neurológicos subsiguientes (McGinley et al., 2021). La patogénesis implica daño mediado por el sistema inmunológico a la mielina y las células nerviosas, resultando en lesiones principalmente en los nervios ópticos, cerebelo y médula espinal, que pueden progresar desde fases inflamatorias hasta escleróticas (Frohman et al., 2006).
En el contexto de la EM, un estudio realizado por Díaz-Cruz et al. (2017) investigó el impacto del consumo de alcohol, específicamente vino tinto, en la progresión de la enfermedad. El estudio incluyó a 923 pacientes con EM, predominantemente mujeres (74%), con una duración promedio de la enfermedad de 14 ± 9 años.
Los participantes reportaron su consumo de alcohol y vino tinto a través de cuestionarios autoadministrados, medidos en porciones por semana. Los hallazgos revelaron que en comparación con los no bebedores, los pacientes con EM que consumían mayores cantidades de alcohol (> 4 bebidas/semana) o vino tinto (> 3 copas/semana) tenían niveles más bajos de discapacidad neurológica según los ratios de probabilidad (0,41, p = 0,0001 y 0,49, p = 0,0005 respectivamente) y puntuaciones de gravedad de la EM más bajas (diferencia media -1,753, p = 0,0002 y -0,705, p = 0,0007 respectivamente).
Sin embargo, aquellos que consumían de 1 a 3 copas/semana de vino tinto mostraron un aumento del volumen de lesiones hiperintensas T2 (T2LV), un marcador de resonancia magnética asociado con la progresión de la EM. Los resultados clínicos contradictorios destacan la necesidad de más investigación sobre los mecanismos bioquímicos subyacentes.
Psoriasis
En cuanto a la psoriasis, una enfermedad inflamatoria de la piel a menudo asociada con disfunción inmunológica y caracterizada por placas eritematosas cubiertas con escamas plateadas, los estudios han examinado la relación entre el consumo de alcohol y el riesgo o la gravedad de la enfermedad. Qureshi et al. (2010) realizaron un estudio prospectivo con 116.671 enfermas, observando que el consumo de cerveza se asoció con un riesgo 1,76 veces mayor de desarrollar psoriasis en mujeres en comparación con los no bebedores, mientras que no se encontró un aumento del riesgo con el vino (tanto blanco como tinto), la cerveza sin alcohol o los licores.
Además, Davidsson et al. (2005) estudiaron a 6.497 pacientes con psoriasis y encontraron una leve correlación negativa entre el consumo de vino y los parámetros de gravedad de la enfermedad como el Índice de Discapacidad por Psoriasis y el Inventario de Estrés por Psoriasis.
Los autores propusieron varias razones para estos efectos protectores, incluidos los posibles hábitos de cuidado de la piel entre los bebedores de vino, diferencias en el nivel socioeconómico, la educación y los hábitos dietéticos, así como compuestos específicos en el vino, como el ácido tánico, que pueden ejercer efectos antipsoriásicos al inhibir la proteína quinasa C (PKC) (Arnold et al., 1993).
En conclusión, aunque el consumo de alcohol, especialmente vino tinto, puede mostrar efectos beneficiosos en la EM al reducir la discapacidad neurológica, su impacto en la progresión de la enfermedad sigue siendo complejo y requiere una investigación más profunda. Del mismo modo, la relación entre el consumo de alcohol, específicamente de cerveza, y el riesgo de psoriasis destaca posibles diferencias específicas de género, con el vino potencialmente ofreciendo efectos protectores que merecen una exploración más profunda dada su variada composición bioquímica y potenciales beneficios para la salud.
Artritis reumatoidea
La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad autoinmune crónica y sistémica que afecta las articulaciones, causando dolor, hinchazón y deformación, y puede involucrar otros órganos como el corazón, los pulmones, los ojos, la piel y los vasos sanguíneos (Smolen et al., 2016). Afecta aproximadamente al 1 % de la población adulta general, siendo más frecuente en mujeres entre los 40 y 50 años.
Se considera que factores ambientales pueden desencadenar un mal funcionamiento del sistema inmunológico (mimetismo molecular) o modificar antígenos que normalmente debería reconocer como propios (auto-reactividad). La AR se clasifica como seropositiva o seronegativa dependiendo de la presencia de factor reumatoide (FR) y péptido citrulinado cíclico (anti-CCP) en la sangre, siendo los pacientes seropositivos (FR positivo) los que suelen manifestar síntomas más agresivos (Romão y Fonseca, 2021; Scott et al., 2003).
Un estudio de Di Giuseppe et al. (2012) encontró que el consumo moderado de alcohol (aproximadamente 45 g de alcohol/semana) en mujeres se asoció con una disminución del 52 % en el riesgo de AR (riesgo relativo 0,48, intervalo de confianza del 95 %: 0,24-0,98), independientemente del tipo de bebida alcohólica consumida (cerveza, vino o licores). El efecto biológico parecía estar mediado por el alcohol mismo, aunque los autores destacan la incertidumbre en cuanto al riesgo de AR asociado con el consumo de cantidades mayores de alcohol.
Ascione et al. (2023) evaluaron la posible modulación del riesgo de AR en relación con el consumo de bebidas alcohólicas en un estudio prospectivo con 98.995 mujeres. Los resultados mostraron que entre las personas que alguna vez fumaron: i) el consumo moderado de licores (1-3 copas/semana) redujo el riesgo de AR en comparación con los no consumidores de licores (odds ratio 0,63, IC del 95 %: 0,43-0,91), y ii) los consumidores moderados de vino tuvieron un riesgo menor de ser seropositivos para AR.
Los efectos protectores observados con todas las bebidas alcohólicas consideradas en los estudios anteriores contrastan con los resultados informados por Khojah et al. (2018) en un estudio aleatorizado sobre la eficacia del resveratrol, que se encuentra principalmente en el vino. En este estudio, 100 pacientes con AR fueron divididos en dos grupos: uno recibió el tratamiento habitual y el otro recibió el mismo tratamiento junto con un suplemento de 1 g/día de resveratrol. Durante el estudio de tres meses, el grupo que recibió el suplemento de resveratrol mostró una mejora apreciable en ciertos parámetros bioquímicos y en los puntajes de gravedad de la enfermedad. Esta inconsistencia con los resultados de Di Giuseppe et al. (2012) y Ascione et al. (2023) puede deberse a que el resveratrol presente en el vino no es comparable al resveratrol suplementado (Di Lorenzo et al., 2021).
Lupus eritematoso sistémico (LES)
El lupus eritematoso sistémico (LES) afecta al 0,2 % de la población mundial y es una enfermedad autoinmune crónica multisistémica con síntomas que van desde leves hasta graves e incluso potencialmente mortales.
En la mayoría de los pacientes, los signos de la enfermedad incluyen marcas purpúreas en los lados de la nariz y debajo de los ojos, aunque también puede afectar otras áreas de la piel y órganos como los riñones (afectados en un 60 % de los casos, con cambios en su función), articulaciones, sistema hematopoyético, sistema nervioso central, sistema cardiovascular y pulmones (Zucchi et al., 2023). Las alteraciones inmunológicas típicas del LES, detectables mediante pruebas de laboratorio, incluyen principalmente la producción de autoanticuerpos contra diferentes células; se han asociado más de 100 autoanticuerpos con esta patología (Dema y Charles, 2016).
En un estudio de cohorte prospectivo (Barbhaiya et al., 2017), los autores investigaron la posible asociación entre el consumo de alcohol y el riesgo de LES entre las 204.055 mujeres que participaron en las cohortes del Estudio de Salud de Enfermeras. Todas las mujeres completaron un cuestionario inicial, que se actualizó cada dos años, sobre el consumo de alcohol (vino, cerveza o licor), estilo de vida, prácticas de salud y diagnósticos de enfermedades. Los diagnósticos de LES se basaron en criterios de clasificación y se confirmaron mediante revisión de historias clínicas.
Las mujeres que consumieron > 2 porciones/semana de vino mostraron una disminución significativa en el riesgo de LES (p < 0,033) en comparación con las no bebedoras de vino, con un cociente de riesgos promedio de 0,65 (intervalo de confianza del 95 %: 0,45-0,96), lo que corresponde a una frecuencia un 35 % menor. Se encontró una tendencia similar pero más débil para la cerveza, mientras que no se demostró una asociación protectora para el consumo de licores fuertes. Al excluir los datos de las pocas bebedoras intensivas (> 30 g/día), la significancia estadística fue mayor, sugiriendo que los resultados siguen una curva en forma de U.
En el intento de explicar científicamente el efecto «protector» del alcohol contra el riesgo de LES, Hahn et al. (2020) evaluaron algunos parámetros plasmáticos, como citocinas y quimiocinas, conocidamente asociados con esta patología. Aproximadamente el 25 % de las mujeres que participaron en los dos estudios de salud de enfermeras previamente citados fueron reclutadas.
El factor de células madre (SCF), que es una citocina hematopoyética, tiene un papel crítico en la patogénesis del LES. Entre los parámetros bioquímicos medidos, el SCF mostró una reducción en sus niveles circulantes en mujeres caracterizadas por un consumo moderado de alcohol; este efecto podría reducir la inflamación sistémica y justificar la relación inversa sugerida entre el consumo de alcohol y el riesgo de LES. Una limitación de este estudio es que no evaluó la influencia de una sola bebida alcohólica (cerveza, vino o licor) en el efecto protector sobre el LES.
Trastornos tiroideos
El hipertiroidismo es una condición de hiperactividad de la glándula tiroides, que causa un aumento en los niveles de hormonas tiroideas circulantes y una aceleración de las funciones vitales del organismo. La enfermedad de Graves es una enfermedad autoinmune y se encuentra entre las causas más comunes de hipertiroidismo (Smith y Hegedüs, 2016; Kahaly, 2020). En este trastorno, el sistema inmunológico produce anticuerpos que estimulan la glándula tiroides para producir y segregar un exceso de hormonas tiroideas, lo que resulta en hipertiroidismo con agrandamiento de la tiroides.
Carlé et al. (2013) estudiaron la influencia del consumo de alcohol (cerveza y vino) en la incidencia de la enfermedad autoinmune de Graves. Se estudiaron dos grupos: 272 pacientes con nuevos casos de disfunción tiroidea versus 1,088 participantes de control (sujetos sin enfermedad tiroidea). Los participantes proporcionaron información detallada sobre el consumo actual y anterior de alcohol y otros posibles factores interferentes, como el hábito de fumar, la edad, el género y la región de residencia. Los resultados mostraron que durante el último año, los sujetos con hipertiroidismo tuvieron un menor consumo de alcohol que los controles.
La razón de momios multivariada varió entre 0,56 (0.39-0.79) para un consumo de 3-10 unidades/semana y 0.22 para > 21 unidades/semana. Una unidad correspondía aproximadamente a 15,0 g de alcohol. No se observaron diferencias entre la cerveza y el vino, y no se encontró influencia significativa de los factores interferentes considerados (sexo, región de residencia). Los autores concluyeron que había una asociación significativa entre el consumo moderado de alcohol (> 6 g/día) y la reducción de la incidencia de la enfermedad de Graves.
El efecto protector puede deberse al alcohol mismo o a moléculas activas contenidas en ambas bebidas (compuestos antioxidantes). Se observó que los sujetos que consumían vino tenían un estilo de vida mejor y una dieta más saludable que aquellos que bebían cerveza; sin embargo, esto no se encontró que mejorara la protección contra este trastorno tiroideo.
El hipotiroidismo es una patología asociada con la producción insuficiente y/o la acción de las hormonas tiroideas a nivel tisular. Entre las diversas formas de hipotiroidismo, existe una de origen autoinmune, la enfermedad de Hashimoto (Geetha et al., 2023). La enfermedad de Hashimoto se caracteriza por la presencia de anticuerpos antitiroperoxidasa, que definen la forma autoinmune; es probablemente la forma más común de hipotiroidismo y frecuentemente se acompaña de otras enfermedades autoinmunes, como la enfermedad celíaca, lupus, diabetes tipo 1 y artritis reumatoide.
Los datos obtenidos por Carlé et al. (2012) entre 1997 y 2001 en un estudio de caso-control basado en la población mostraron que el consumo de alcohol en dosis de hasta 3 unidades/día puede proporcionar protección contra la incidencia de hipotiroidismo autoinmune manifiesto. Al comparar el grupo de referencia con un consumo reciente (año anterior) de 1–10 unidades de alcohol por semana, las razones de momios (intervalo de confianza del 95 %) fueron: 1,98 (1,21–3,33) para 0 unidades/semana; 0,41 (0.20–0,83) para 11–20 unidades/semana; y 0,90 (0,41–2,00) para > 21 unidades/semana. Una unidad correspondía aproximadamente a 15,0 g de alcohol.
Este efecto fue independiente del tipo de bebida consumida (cerveza o vino), sexo o región geográfica de procedencia. Los autores sugirieron que el efecto protector puede deberse tanto al alcohol mismo como a otras sustancias (incluidas aquellas que tienen propiedades antioxidantes) presentes en ambas bebidas.
El bocio consiste en el agrandamiento de la glándula tiroides y puede clasificarse como endémico (es decir, cuando afecta a más del 10 % de la población de una determinada área geográfica) o esporádico. En el bocio endémico, el aumento del tamaño de la glándula tiroides es consecuencia de la deficiencia de yodo, que induce una menor síntesis de hormonas tiroideas. Otras causas de bocio son las dos enfermedades autoinmunes tiroideas descritas anteriormente (tiroiditis de Hashimoto y enfermedad de Graves) (Cleveland Clinic, 2022).
Un estudio poblacional transversal realizado por Knudsen et al. (2001) tuvo como objetivo verificar la asociación entre el consumo de alcohol (como cerveza o vino) y la aparición de formas patológicas de la glándula tiroides (bocio y nódulos solitarios). Para ello, un grupo de 4.649 sujetos seleccionados al azar de ambos sexos se sometió a ecografía para detectar agrandamiento tiroideo y nódulos múltiples/solitarios, y completaron un cuestionario para calcular su consumo de alcohol.
Se asoció una prevalencia mucho menor de enfermedades tiroideas en participantes cuyo consumo de alcohol se clasificó como moderado (es decir, 8-28 bebidas/semana para mujeres y 8-42 para hombres) o alto (es decir, > 28/42 bebidas/semana) en comparación con los abstemios y los consumidores bajos (< 7 bebidas/semana). Las razones de momios en relación con los sujetos de control (abstemios) fueron de 0.74 (0,57-0,96) para consumidores moderados y de 0,44 (0,22-0,88) para consumidores altos. Los efectos fueron independientes del tipo de bebida consumida (cerveza o vino). Estos resultados sugieren que el alcohol mismo tiene un posible efecto protector sobre las enfermedades tiroideas.
Conclusiones
Aunque existe un consenso general de que el consumo de alcohol es perjudicial para el sistema inmunológico, los estudios científicos discutidos en esta revisión llevaron a conclusiones sustancialmente diferentes.
A pesar de los problemas asociados con los agentes de clarificación basados en proteínas de trigo, huevo y leche, se puede concluir que los sujetos alérgicos o celíacos (incluidas las personas con dermatitis herpetiforme) pueden consumir vino con moderación (normalmente considerado 1 copa al día para mujeres y 2 copas al día para hombres). Excepciones son algunos casos raros de reactividad mediada por el sistema inmune a proteínas de uva (LTP) o levadura, para los cuales el consumo de vino debería evaluarse caso por caso.
A pesar del reducido número de trabajos publicados, los datos disponibles indican que el consumo moderado de vino desempeña un papel protector en el inicio de algunas infecciones virales, como el resfriado común y Covid-19. Se obtuvieron datos corroborativos en estudios sobre champagne, vinos blancos y tintos, observándose una tendencia hacia la mayor eficacia de estos últimos.
En general, la información de esta revisión indica que los pacientes con DM1 pueden consumir vino con moderación. El consumo moderado de vino durante las comidas no interferiría con los principales parámetros metabólicos (glucosa, triglicéridos, ácidos grasos libres, glicerol y cortisol), pero sería necesario controlar algunos efectos observados (como la cetosis, la hipoglucemia en la mañana siguiente al consumo). Es importante destacar que Kerr et al. (2009) mostraron un aumento en la cetosis cuando la ingesta de alcohol era «liberal», es decir, muy por encima de las dosis asociadas con el consumo moderado.
No se encontró que el consumo moderado de vino tuviera efectos negativos en el riesgo de complicaciones de la diabetes (retinopatía, neuropatía y macroalbuminuria), mientras que el consumo de licores por parte de los hombres y los abstemios se asoció con un mayor riesgo (Harjutsalo et al., 2014).
El estudio de Movahed et al. (2020) podría apoyar parcialmente el papel positivo del vino, ya que demostraron que la suplementación con 1000 mg/día de resveratrol tuvo un efecto significativo sobre la glucemia en ayunas y la hemoglobina glucosilada (HbA1c) en pacientes con DM1. Del mismo modo, el estudio de Khojah et al. (2018) en pacientes con artritis reumatoide mostró que la ingesta de resveratrol a una dosis de 1 g/día mejoró significativamente tanto los parámetros bioquímicos como los puntajes de gravedad de la enfermedad.
Sin embargo, es importante destacar que la cantidad de resveratrol que se puede obtener con el consumo moderado de vino (es decir, 2.8 mg/L en vinos tintos y 1 mg/L en vinos blancos) es mucho menor que la administrada en los estudios de suplementación.
Se encontraron datos contradictorios en el único trabajo seleccionado que asocia el consumo de vino con la esclerosis múltiple (Diaz-Cruz et al., 2017). El consumo moderado de vino no se asoció con un mayor riesgo de psoriasis o lupus eritematoso; por el contrario, parece mejorar algunos parámetros asociados con la psoriasis.
Se ha informado que el consumo moderado de alcohol tiene un efecto protector sobre las enfermedades tiroideas (tanto hipotiroidismo como hipertiroidismo); sin embargo, este efecto no dependió del tipo de bebida alcohólica y, por lo tanto, debería asociarse con el alcohol en sí mismo.
Limitaciones
Las conclusiones generales que se pueden extraer de esta revisión indican que el uso moderado del vino no parece aumentar el riesgo de enfermedades mediadas por el sistema inmunológico ni modificar negativamente su progresión. Sin embargo, es importante señalar que el número de trabajos que cumplen con los criterios de inclusión seleccionados fue extremadamente bajo, llegando incluso a limitarse a un solo estudio para ciertas patologías (esclerosis múltiple). Existen varias razones posibles para esta falta de datos:
- Es difícil programar estudios estructurados que involucren el seguimiento a largo plazo (a veces durante años) de grandes poblaciones con el objetivo de asociar el consumo de vino con patologías mediadas por el sistema inmunológico. Estos enfoques experimentales pueden verse afectados por numerosos factores de confusión (tipo de dieta, tabaquismo, actividad física y sesgos sociales), lo que a veces hace imposible determinar una asociación directa.
- Los datos se basan principalmente en encuestas realizadas a grupos de personas que no siempre describen con precisión sus hábitos diarios (sesgo de reporte).
- Las dosis de vino ingeridas informadas pueden no ser precisas debido a un sesgo de recuerdo (informado a través de un cuestionario) y un sesgo de prevaricación (el consumo de alcohol es un tema sensible).
- Además de tener todas las limitaciones enumeradas en el primer punto, los estudios prospectivos son aprobados con dificultad por los comités éticos cuando se propone el uso de bebidas alcohólicas.
- Los estudios que indican un efecto nulo sobre una determinada patología no siempre se envían para su publicación (y por lo tanto no se difunden ampliamente), ya que los autores saben que dichos artículos rara vez son aceptados por las revistas científicas, al considerarse no innovadores (sesgo de publicación).
A la luz de las limitaciones de estos estudios, es necesario promover nuevas investigaciones en humanos. La Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), a la cual la mayoría de los autores de este artículo contribuyen, tiene como una de sus misiones la recopilación, evaluación, discusión y difusión de los datos científicos disponibles sobre el consumo de uvas y sus derivados y los efectos asociados en la salud y las enfermedades, sin dejar de lado la importancia de promover la investigación en esta área. Los autores esperan que esta revisión proporcione información útil para planificar nuevos estudios experimentales que puedan confirmar o no lo que se conoce actualmente.
Fuente: OENO One, Vol. 58 No. 3 (2024). Publicado originalmente el 9/7/2024