El vecino país trasandino expande sus fronteras vitivinícolas hacia el Océano Pacífico, más exactamente hasta 3.500 km al noroeste de sus costas continentales, en sus pequeños viñedos de la Isla de Pascua o Rapa Nui -como se llama en el idioma nativo. Las uvas y el vino llegaron y se pudieron producir en aquella apartada y mítica isla por obra del cambio climático, que ha modificado las temperaturas y otras condiciones meteorológicas en esa zona marítima, y también gracias a la iniciativa conjunta de osados emprendedores chilenos y españoles y los isleños con ganas de mostrarse al mundo. Así, tras los primeros cultivos en la isla en 2008, el pasado 29 de julio el Ministerio de Agricultura de Chile y Vinos de Chile anunció la Denominación de Origen (DO) para el vino Rapa Nui.
Chile expande sus fronteras vitivinícolas hacia su espacio marítimo gracias al cambio climático y la Isla de Pascua (Rapa Nui) obtiene Denominación de Origen (DO). También logró la DO Chiloé para los vinos producidos en ese lluvioso archipiélago frente a las costas de Puerto Montt, en la región austral chilena.
Con el objetivo de fortalecer y enriquecer la oferta de vinos chilenos, el ministro de Agricultura del país, Esteban Valenzuela, junto con Alfonso Undurraga, presidente de Vinos de Chile, anunciaron el pasado 29 de julio la incorporación de nuevas variedades y denominaciones de origen para el vino chileno, mediante modificación del Decreto 464.
El proyecto de las vides y el vino en Rapa Nui comenzó cuando en 2008, el emprendedor José «Pepe» Mingo experimentó plantando las primeras vides. Luego, con la familia isleña Tuki-Avaka, en 2012 llevaron desde el continente las primeras 1.200 vides. A las 7 variedades europeas introducidas (las que prefieren dejar en el misterio) sumaron unas 100 estacas de las silvestres, que bautizaron Rapavid.
La Isla de Pascua, conocida por sus estatuas (moais) monumentales, ha sido designada oficialmente como una denominación de origen (DO) vitivinícola por el gobierno chileno. Esta medida forma parte de un conjunto de acciones adoptadas para expandir las zonas productoras de vino en el país. Los vinos producidos en la isla, ubicada a unos 3.500 kilómetros de la costa central de Chile, recibirán el título de DO Rapa Nui, nombre que se refiere tanto a la isla como a su pueblo autóctono.
La nueva DO Rapa Nui se une a otra recién adoptada, la DO Chiloé, ubicada en la región austral del país, que toma su nombre del Archipiélago de Chiloé.
Ambas zonas, además de ser reconocidas por su producción vitivinícola, son importantes destinos turísticos en Chile, lo que servirá también para impulsar el enoturismo. Alfonso Undurraga, presidente del organismo nacional Vinos de Chile, destacó la relevancia de estas regiones para el turismo y contextualizó la expansión de estas zonas productoras de vino, en este caso, gracias al cambio climático y los esfuerzos pioneros de la industria vitivinícola para ampliar sus fronteras.
Pepe Mingo, el pionero que plantó vides entre volcanes
José «Pepe» Mingo, una figura destacada en la industria vitivinícola chilena y uno de los primeros productores comerciales de vino en la isla, comentó al medio Wine Independent Press sobre los objetivos del proyecto. Mingo explicó que el sueño inicial era producir vino en la isla con el cuidado de los isleños en la viticultura y la elaboración del vino. Posteriormente, buscaron obtener el título de Denominación de Origen para los vinos de Rapa Nui, un proyecto que comenzó el año pasado y que ya es una realidad.
El decreto también aprueba la inclusión de 41 nuevas variedades de uva, 19 blancas y 22 tintas, en el país, elevando el total a 88 variedades permitidas. Entre las nuevas variedades se encuentran Chasselas, Garnacha Blanca, Fiano, Garganega y Greco di Tufo, así como Gamay, Mencía, Aglianico, Dolcetto y Montepulciano. Los vinos elaborados con estas uvas podrán exhibir su DO específica en la etiqueta, lo que destaca la diversidad y riqueza de la viticultura chilena.
La historia del vino en la Isla de Pascua
En 1866, los sacerdotes franceses Kaspar Zumbohm y Theodore Escolan, arribaron a la isla de Pascua cargados de diversas flores y plantas. Entre ellas, varias vides provenientes de Europa pensadas para la elaboración de vino de misa, que nunca cosecharon y que crecieron silvestres, olvidadas en los frondosos jardines volcánicos que separan las miles de cuevas que horadan la isla.
En 2008, Mingo, con años de experiencia en las mejores viñas de Chile, las vio asomar entre los cráteres, junto a una hilera de moais derrumbados. “Ahí empezó este gran sueño de hacer un vino en Rapa Nui”, asegura junto a su socio, José Tuki, el agricultor que, a la teoría de su tocayo suma los secretos ancestrales de una tierra rica en minerales, un agua escasa y unos vientos muy húmedos.
El proyecto nace con dos ideas, una de hacer el primer vino en la isla con el manejo agrícola de los rapa nui, y dos, producir un vino para los rapanui, para la gente, y que eso después contamine al resto de las comunidades como una alternativa agrícola sustentable”.
José Mingo, pionero de los viñedos de la Isla de Pascua
Mingo envió muestras de las cepas traídas por los misioneros a la Universidad de Tenerife, isla española volcánica también productora de vino, para desentrañar su material genético. Y Tuki abrió sitio entre piñas, paltas, mangos y otros frutales de su pequeño terreno para colocar hileras de estacas solitarias con brotes de vid, sin alambre que las uniera, como se hacía en tiempos pasados.
Además, imaginó un sistema de cisternas para recoger el agua de lluvia de los cráteres de los volcanes inactivos, introdujo el riego por goteo -una novedad en la isla, con problemas de sequía- y confió en las algas que crecen en el litoral del Pacífico como sustrato para una tierra vegetal que descansa sobre un lecho de lava.
Las mismas vides y la misma idea se cruzaron unos años después con Álvaro Arriagada, también relacionado con el mundo del vino en la lejana tierra firme; ahora instalado en Rapa Nui con su familia para empezar una nueva vida. Fue al recibir la visita del enólogo chileno-español Fernando Almeda, también buzo y piloto, cuando ambos empezaron a mover sus propios hilos para perseguir el sueño del vino rapanui.
Mingo cuenta que viajó varias veces después del año 2010, para estudiar las características del suelo, el clima y las posibilidades de acumular agua. Su socio en esta aventura sería la familia Tuki-Avaka, suegros de su sobrino y grandes productores de piña, el principal fruto local. Un par de años más tarde, en 2012 y con las certificaciones sanitarias necesarias, llevaron desde el continente las primeras 1.200 vides. A las siete variedades europeas introducidas (las que prefieren dejar en el misterio) sumaron unas 100 estacas de las silvestres, que bautizaron Rapavid. Para cubrir los meses de verano, con menos precipitaciones, instalaron riego por goteo alimentado por un tanque acumulador de agua de lluvia.
Almeda, con experiencia previa en proyectos de vinos extremos financiados por el Estado, presentó la aventura de hacer vino con las vides locales al Fondo de Innovación Agraria de Chile, y lo ganó el subsidio. El proyecto tiene un plazo de 4 años para involucrar a la comunidad en el proceso, identificar el material vegetal local e introducir nuevas cepas desde el continente para, en primera instancia, hacer espumantes. El estudio debe determinar si las vides locales tienen cualidades para hacer buen vino o no.
En 2019 y sin saber los unos de otros, mientras el equipo de Almeda recolectaba material vegetal en el volcán y luego lo plantaba junto a dos hectáreas de chardonnay y pinot noir, José Mingo y la familia Tuki-Avaka retomaba el sueño de hacer vino en Rapa Nui después de que abandonaran sus primeras vides a los dos años de ser plantadas.
Fuentes: wip.cl, Vinetur, EFE Agro y Siete Caníbales